Lucas 6:45
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Dar regalos es una acción que intenta hacer evidente el afecto que tiene el que los da hacia quien los recibe. Damos regalos en ocasiones especiales como cumpleaños, aniversarios, navidad, o cuando queremos agradecer. Generalmente la intensión de regalar es hacer sentir especial y apreciada a la persona a quien le damos el regalo. Pero lo que damos realmente dice mucho de lo que nosotros somos.
El pasaje en Lucas 6:45 cita palabras del Señor Jesucristo, en las cuales hace notar que todo lo que hacemos o damos sale de nuestro corazón; si nuestro corazón es malo, saldrán cosas malas; pero si nuestro corazón es bueno, saldrán cosas buenas. Es interesante que el Señor Jesucristo sólo habla de dos tipos de hombres: el hombre bueno y el hombre malo. El que es bueno saca cosas buenas del tesoro que hay en su corazón, pero el que es malo, saca cosas malas del tesoro que hay en su corazón. No habla de hombres buenos que saquen cosas malas, ni de hombres malos que saquen cosas buenas. Consideremos entonces que aún cuando el hombre bueno tenga algo malo, no lo da, porque es bueno, y en su bondad, buscará siempre algo bueno para dar.
El uso de la palabra «tesoro» tiene más que ver con lo invisible a los ojos de los demás. Ninguna persona conoce lo que hay en el corazón de otra. Conocemos por medio de la Biblia, que Dios conoce nuestros corazones, es decir, lo que somos y lo que pensamos. Todo lo que hay en mi corazón sólo Dios y yo lo sabemos; por eso es un tesoro, está escondido, oculto a los demás. Podemos suponer, imaginar, predecir, lo que otros puedan sentir o pensar, pero no tenemos certeza absoluta de ello. Con mucho, la convivencia en familia puede hacernos pensar que conocemos a nuestra pareja, padres, hijos, hermanos, etc., pero también es cierto que uno nunca llega a conocer totalmente a alguien.
Hablar del corazón en la Biblia la mayoría de las veces es hablar del pensamiento, de los sentimientos, de lo que somos; y no necesariamente del músculo lleno de arterias y venas, encargado de bombear la sangre en todo el cuerpo. La palabra «corazón» ilustra el depósito de las emociones y los sentimientos, el activador de las motivaciones y los deseos, el generador de las ilusiones. Cuando hay una desilusión o traición, es común decir algo como «me rompieron el corazón». Esta frase intenta explicar que hubo decepción y que la persona ha sido lastimada, no de forma física, pero sí en sus sentimientos y emociones, afectando su estima y motivación.
El corazón puede almacenar entonces muchas cosas buenas como alegría, optimismo, entusiasmo, perdón, creatividad, serenidad, fidelidad, compasión, generosidad, tolerancia, esperanza, amor, ingenuidad, confianza, inocencia, fe, humildad, dominio propio, simpatía, etc.; pero además puede almacenar arrogancia, odio, resentimiento, envidia, vanidad, avaricia, lujuria, impaciencia, prepotencia, rencor, pereza, duda, miedo, inseguridad, violencia, y toda clase de malos deseos. Este depósito es administrado por uno mismo, nadie puede guardar nada en el corazón de otro.
Si hicieras un inventario de lo que hay en tu corazón, ¿qué encontrarías? Porque lo que sea que halla ahí, tarde o temprano saldrá de tí a través de tus palabras y de tus acciones.
La oportunidad de guardar cosas malas la tenemos todos, pero cada uno decide si las guarda o si las desecha. En algún momento de nuestras vidas hemos lidiado con emociones como el odio, el miedo o la envidia; pero retenerlas en el corazón siempre será opcional. Del mismo modo que nadie puede meter algo en nuestro corazón, a menos que nosotros lo permitamos, también nadie puede sacar algo de nuestro corazón, sino sólo nosotros mismos.
Este es un aspecto muy importante que debemos considerar; el hecho de que el corazón, al ser un depósito, puede recibir cosas nuevas, y también se puede sacar de él las cosas que se quieran descartar. Si metemos en el corazón ideas de vanidad, leemos muchas revistas de farándula, vamos de compra y gastamos en cosas que no necesitamos, sólo porque están de moda, nos comparamos siempre con alguien más para competir en belleza o elegancia, entonces nuestros temas de conversación serán relacionados a la moda, el costo de las cosas, todo lo nuevo, solamente de cosas materiales. Fácilmente este paquete de vanidad que tenemos guardado se complementará con otros paquetes de envidia, celos, arrogancia, jactancia, etc. Reconociendo esto, si queremos cambiar este comportamiento vanidoso que de repente ha hecho que las personas se alejen de nosotros y que incluso, nosotros mismos estemos asustados de cuánto gastamos y de cómo nos hemos vuelto tan materialistas, de una forma consciente hacemos el ejercicio de sacar el paquete de la vanidad y sustituirlo por el de la humildad. Con este nuevo paquete haremos otras cosas: revisaremos el closet y veremos que tenemos más ropa y zapatos de los que necesitamos, sacaremos buena parte de ellos para donarlos a la caridad, compraremos algo nuevo solamente si en realidad es necesario y útil, sabremos reconocer y hacer cumplidos agradables cuando otros también vistan elegantemente, evitaremos las revistas de moda y farándula, ayudaremos a otros en sus necesidades, y hasta ahorraremos.
El cambio de las cosas malas por cosas buenas se puede hacer con toda clase de sentimientos y emociones. Lo contrario también es posible, lamentablemente. Alguien que solía ser agradable, entusiasta y optimista, podría llegar a ser desagradable, desmotivado y pesimista, luego de alguna tragedia, vergüenza o crisis, a las cuales todos estamos expuestos. No somos responsables de muchas de las cosas que nos pasan, pero sí de lo que hacemos a partir de haberlas vivido. La pobreza por ejemplo, para unos es un obstáculo para alcanzar sus sueños, y viven frustrados; pero otros la usan como su principal motivación y con esfuerzo alcanzan una vida cómoda, recordando del pasado la frase: «yo voy a salir de esta vida de pobreza». En este ejemplo, la misma circunstancia tiene consecuencias distintas, eso depende de la persona.
Me cuesta creer que alguien deliberadamente quiera ser malo. Puede que sea por reacción a circunstancias vividas, pero no por naturaleza. Aún así, la oportunidad de ser buenos la tenemos todos sin excepción, y la forma de lograrlo es atesorando buenas cosas en nuestros corazones.
Lo bueno que hay en nosotros saldrá de forma inevitable, espontáneamente. Disfrutemos, entonces, de ser buenos, y se hará notorio, aún para nosotros, según cómo y de qué hablemos.