Proverbios 15:17

Mejor es la comida de legumbres donde hay amor,
Que de buey engordado donde hay odio.

Si nos dieran a escoger entre comidas, sin duda, escogeremos las que más nos gustan. Cada persona tiene sus preferencias en cuanto a lo que come, y en esta temporada de celebraciones, solemos invitar a la familia y amigos para comer con ellos entre tanto que pasamos un rato agradable con ellos. Comer juntos es una forma de crear cercanía, genera alegría, y fomenta el compartir.

Aprovechando que muchas personas están de vacaciones en esta temporada del año, las familias organizan reuniones y se visitan unos a otros. En algunos casos, se ha vuelto una tradición, y el lugar donde se reúnen siempre es el mismo; la casa de la abuela. ¡Qué dolor cuando en ese año la abuela ya no estará!

Con el transcurrir del tiempo se nos olvida cuál era el principal objetivo de estas reuniones, y nos afanamos en el festejo, tanto así que preparamos el presupuesto, decoramos la casa, invertimos en detalles muy llamativos y tratamos de sorprender a todos. Pero descuidamos el detalle más importante: celebrar con alegría y gratitud. Cuando eso pasa, puede que estés en una celebración sin entender lo que se está celebrando.

El verso de hoy muestra el contraste entre una mesa en la que hay legumbres, pero las personas alrededor de ella se aman unos a otros; y un banquete donde hay deliciosos platillos de carne y riquísimos manjares, pero las personas alrededor del banquete se odian unos a otros. ¿Puedes imaginarte ambas escenas? El escritor de este verso únicamente afirma que es mejor lo primero que lo segundo. En su breve enunciado deja claro que el acompañante perfecto en una celebración es el amor.

Todos los días hay buenas razones para celebrar. Celebramos que estamos vivos, que tenemos salud, que hay alimento en la mesa, que se nos brinda una nueva oportunidad de ser hoy mejores que ayer, que podemos ver, oír, hablar, caminar, sentir, que tenemos un techo debajo del cual vivir, una cama para descansar, y un grandioso etcétera de muchas otras razones para celebrar y agradecer. Si tienes la dicha de vivir acompañado, incluso puedes agradecer y celebrar esa compañía.

Con esa lista hermosa de razones para celebrar, tu mesa y el tiempo de la comida se vuelve un momento especial. El verso de hoy nos invita a reconocer que, sin importar lo que haya en la mesa, sea mucho o poco, sea algo exquisito o algo común, sea en una fecha especial o no, el poder disfrutar de ello, deleitarse y tener felicidad por ello, dependerá de la elección que hagamos en relación a nuestra actitud. Tu actitud hace la diferencia.

Si con tu actitud muestras desprecio a lo que tienes, insatisfacción o incluso indiferencia, tu tiempo de la comida será desagradable, tus temas de conversación pueden ser incómodos y el tono al hablar hostil. No te sorprendas si todo esto hasta pueda causarte indigestión.

Pero con una actitud amable, agradecida, conforme con lo que en ese momento tienes, añadiendo conversaciones agradables en un tono afable y cordial, puedes hacer de la comida el mejor tiempo del día, incluso mejor que dormir. Al comer juntos las personas estrechan lazos de unidad. Es algo realmente especial esperar que toda la familia se reúna en la mesa y se esperen hasta que todos coman juntos. Si nunca has experimentado esto en tu familia, te recomiendo que lo intentes. Yo crecí con esta práctica como costumbre, aunque con el paso de los años y por el afán de cada quien, ya se practica menos, pero aún lo hacemos cierta regularidad, y especialmente en ocasiones especiales como los cumpleaños, Navidad y Año Nuevo.

Comer juntos es también un acto de amor. Hacemos que todos sean importantes. Que no haya uno superior a otro. En la mesa se comparte. Uno está mas cerca de la ensalada y se la pasa al otro para que se sirva. Otro pide sal, y alguno que esta cerca se la pasa. Si hay algo más para repartir, se aseguran que todos tengan.

Tomando en cuenta que todos están juntos, la personalidad de cada uno salda a lucirse. Lo que sea que haya en sus corazones se dará a conocer por medio de sus palabras. La persona que escribió el verso que hoy meditamos fue rey y estuvo en muchos banquetes. Habiendo observado el comportamiento de quienes se sentaron a su mesa o de aquellos que lo invitaron, pudo resumir que el disfrute de este tiempo dependerá de lo que haya en el corazón de las personas: si hay amor, o si hay odio.

¿Cómo te gustaría que sean las reuniones en familia? ¿Evitas reunirte con amigos o familiares para comer juntos? Si invitas al acompañante perfecto, el amor, te aseguro que será una celebración maravillosa, sin importar las viandas y el plato fuerte que se sirva.

Guardo en mi memoria muchos momentos bellos en familia, durante el tiempo de la comida, en celebraciones y días comunes, con comida especial y con comida sencilla. No fue tanto por la comida que lo recuerdo, sino porque me sentí en familia, parte de algo, unida a un grupo de personas a quienes amaba y de quienes recibía amor. Era especial porque estábamos todos.

También hubieron banquetes y celebraciones en las que el ambiente no era nada agradable. Cada quien comió cuando quiso sin esperar a los otros, no estaban muchas cosas bien organizadas y todos se quejaban de todos. Faltó agradecimiento, faltó buena disposición y voluntad a hacer las cosas bien. Faltó una buena actitud. Esa ausencia provocó quiebres, fisuras, divisiones, pleitos.

Yo, al igual que aquel rey, pude ver el contraste de aquellas dos mesas, y seguramente tú también lo has visto y hasta vivido. Lo bueno de meditar en ello hoy, es que puedes experimentar con esto para tener buenos momentos en familia y con los amigos, sabiendo que una actitud que demuestra el amor que sientes por ello puede hacer cada momento especial, agradable, extraordinario.

Una sencilla taza de café con esa persona que te ha demostrado su amistad incondicional, galletas de vainilla con los primos entre tanto que se cuentan las últimas vivencias, semillas de maní mientras caminas por la plaza compartiendo tiempo con tu pareja, esto y mucho más puede ser un buen momento, si lo vives intensamente, si lo acompañas con la mejor actitud.

Lo bueno del amor es que lo puedes demostrar a toda hora, en todo momento y con cualquier persona, siempre luce, siembre cae bien. Nunca está de más. No discrimina, no es egoísta, ni se jacta de nada. El amor perdona, justifica, agradece, ayuda. Además el amor es elegante. Por eso y mucho más, te recomiendo que lo lleves a todos lados. Que sea tu acompañante en cada celebración. Ama de verdad.

Si quieres conocer algo de lo que dice la Biblia acerca del amor, te recomiendo que leas 1ra Corintios 13. Hay mucho más en la Biblia acerca del amor, y quizá tengamos la oportunidad de hablar de ello nuevamente. Pero hoy reflexionemos acerca del amor como el acompañante perfecto, en todo tiempo, pero especialmente a la hora de comer en familia.

Nunca se valora tanto a un ser querido hasta que ya no está, por eso disfruta de tu familia y de tus amigos, entre tanto que están cerca de ti. ¡Que cada momento con tu familia y tus amigos sea una celebración!