Eclesiastés 7:10

Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.

Disfrutar la vida todos los días es una forma de vivir que muy pocas personas alcanzan. Al menos a nuestro alrededor observamos que las personas expresan en sus rostros un profundo descontento y luchan por sobrevivir a cada día; al tráfico, a las necesidades, a los conflictos, a las tristezas. Pareciera que entre el levantarse de la cama y el regresar a ella para descansar sólo hubiera trabajo y agotamiento. Pero la vida en sí misma es una invaluable riqueza que la mayor parte del tiempo no sabemos disfrutar. Por eso hoy, antes de que el año termine, hagamos consciencia de lo valioso que es cada momento de la vida que hoy tenemos, porque no tenemos la certeza de un mañana.

Eclesiastés 7:10 es un versículo con mucha sabiduría, un profundo impacto, tomando en cuenta que, muy probablemente, la mayoría de nosotros hemos pensado y hasta dicho alguna vez que las cosas eran mejores antes. ¿A ti no se te ha pasado por la mente esa idea? A mi sí, y muchas veces. Cuando leí este pasaje me sentí confundida. Yo acostumbro hablar mucho del contraste entre el presente y el pasado. Pero al meditar en ello entiendo que puedo caer en el error de la necedad, así que te invito a que reflexionemos sobre esto hoy.

El verso textualmente dice: «Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría». Si lo puedes notar, el escritor no dice que los tiempos pasados fueran iguales o peores que los presentes. En realidad no descalifica la afirmación que contiene la pregunta. Lo que sí califica de falta de sabiduría es hacer la pregunta.

Se me ocurren algunas razones por las cuales el escritor, quien ha sido el hombre más sabio del mundo, dijera esto. La primera razón es que al entrar en ese debate, corremos el peligro de vivir atrapados en el pasado, comparando y lamentándonos de que las cosas ya no son iguales, y tampoco las podemos revertir. Vivir en el pasado nos impide entender a los jóvenes, nos hace cuestionar todo lo moderno, calificándolo negativamente por el hecho de preferir las cosas a como se hacían antes. Una mente atrapada en el pasado se alimenta de recuerdos, se estanca, ya no crece ni produce nada nuevo. Es peligroso hacer que nuestro hoy se desperdicie quejándonos de que las cosas ya no son como eran antes.

Una segunda razón es la debilidad de esa afirmación por la fragilidad de nuestra memoria. Es muy probable que cuando estábamos en ese momento del pasado pensáramos que aún antes las cosas eran mejores. Seguramente durante cada etapa de nuestras vidas enfrentamos dificultades, pasamos por tristezas, decepciones, necesidades; sufrimos la espera de algo hasta que sucedió. Pero al ser tan grande la satisfacción de los logros y los éxitos, solemos minimizar el esfuerzo requerido para alcanzarlos. Entonces no necesariamente significa que las cosas fueran mejores antes, sino que podemos contar solamente las cosas que pasaron, de las cuales solemos escoger las mejores. Obviamente no podemos contar aún lo que no hemos vivido.

La tercera causa que se me ocurre es que realmente no tiene caso hacernos esa pregunta, porque con ello no podemos cambiar el hecho de que las cosas ya no son como antes. En otras palabras, no es productivo, no es prudente, no es bueno. No es de sabios.

El apóstol Pablo escribió a los Filipenses una exhortación que ayuda a evitar esta tendencia a quedarnos atrás. En los versos 13 y 14 del capítulo 3 el apóstol Pablo dice: «… pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».

Siendo adultos, muchos deseamos volver a ser niños, no tener responsabilidades, vivir bajo el cuidado de nuestros padres, volver el tiempo atrás. Pero si te fijas en los niños ahora, notarás el mismo comportamiento pero al revés; ellos desean ser grandes, hacer las cosas por ellos mismos, que nadie les de órdenes, juegan a ser gente adulta. Es muy probable que de niños nosotros pensáramos igual, pero ya se nos olvidó. Entonces surge una conclusión al respecto: todavía no sabemos vivir nuestro presente.

Muchas veces la insatisfacción de los sueños aún no cumplidos, o de los logros a medias, impiden que disfrutemos nuestro presente, y por ende, no podamos enfocarnos en nuestro futuro con el fin de hacer lo necesario para alcanzar lo que deseamos. El apóstol Pablo, en su carta a los Filipenses, les dice lo que él hace; el hace a un lado su pasado. En realidad no es que lo borra de su mente, sino que ocupa su mente en otra cosa. Proyecta su mente a las cosas que han de venir, al futuro, a su meta. Extenderse a lo que está adelante es enfrentar el presente con los ojos puestos en el futuro. Las cosas cambian, las circunstancias cambian, pero mientras estamos en una situación solemos desesperarnos y pensamos que va a durar toda la vida.

Es imposible olvidar lo que uno ha vivido, pero es necesario dejar el pasado atrás. Este año puede que hayas vivido alguna tragedia, situaciones muy dolorosas, momentos difíciles. De ellos debes tomar lo bueno y soltar el resto. La maleta del rencor, el resentimiento, la decepción y el desánimo no sirven más que de estorbo. En vez de invertir energía y neuronas en pensamientos negativos, prepárate para este año que está a punto de empezar. Planifica lo que quieres lograr. Extiéndete a lo que está adelante: un cambio de empleo, una nueva oportunidad con tu pareja, un nuevo lugar por conocer, un nuevo libro para leer, un nuevo hábito para desarrollar, una nueva etapa en tu vida. Empieza a sentir la vida desde dentro de tí, desde tus pensamientos.

Las mas grandes barreras existen sólo en la mente. Vivir en el pasado es atar con cadenas al futuro y ahogar cada día el presente. No es la clase de cosas que hace un sabio. Vive con sabiduría cada día, cada momento. Cada respiración, cada tacto, cada escena de la naturaleza, cada sonido. Vive en armonía con tu mente y tu corazón. Vive entregándote a lo que amas, a tus sueños. Vive con alegría. Y si te toca un día de tristeza, vívelo también, que esa clase de experiencias nos ayudan a ser más sensibles a la tristeza de los demás.

Quiero confesarte una verdad que quizá nadie te ha dicho: tienes más riquezas de las que te imaginas. Habilidades que no conoces que tienes. Capacidades extraordinarias. Talentos ocultos. Dones maravillosos. Tus palabras son poderosas. Disfrútate, conócete, valórate; sencillamente vive. Tu vida es la mayor riqueza que tienes, y eres tú el único responsable de como eliges vivir.

Deja atrás el pasado, vive el presente, y construye tu futuro. Si todas las personas vivieran cada día sin esperar siempre el mañana, y sin quedarse en el pasado, entonces las familias estarían más unidas, los hijos disfrutarían de los padres, las personas se conocerían mejor. No te pierdas tu presente perdiendo el tiempo en un pasado que no puedes cambiar. Vive hoy de la mejor forma que puedas, siendo tú mismo, disfrutando de lo que eres y trabajando por alcanzar lo que quieres.

Entiendo que los momentos de dolor y sufrimiento no se pueden disfrutar. No son nada agradables. Pero recuerda que todo pasa. El dolor y el sufrimiento pasa, la vergüenza pasa, aún la alegría pasa. Si todo pasa, no te atormentes pensando que las cosas no van a cambiar. Ten la confianza de que todo esto pasará. Por eso, debes enfocarte en lo que esperas, en tu futuro.

Pido a Dios que nos de sabiduría para disfrutar cada día con los ojos puestos en la eternidad. Disfruta cada momento. Más aún, haz que cada momento sea especial para ti y para los que te rodean. ¡Bendiciones!