Eclesiastés 3:15
Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.
Cada parte de la oración es importante y llena de mucha sabiduría. Las cosas que ocurrieron antes, las que pasaron, ahora están pasando de nuevo. Las cosas que van a pasar en el futuro son las mismas que ocurrieron en el pasado. Pero sólo Dios restaura lo que fue dañado, lo que necesita reparación.
Quiero que hoy meditemos en torno a este pasaje de la Biblia, para comprender aquellos momentos de nuestra vida en los que creemos que estamos pasando por una situación única, por lo que nadie nos puede ayudar ni aconsejar, que además es muy difícil, y sentimos que es la peor situación que hayamos enfrentado. ¿Logras identificar al menos un momento en tu vida en que hayas pensado de esta manera?
Sin lugar a duda, nos equivocamos al pensar así. Aún el rey Salomón, que vivió alrededor de 80 años, pudo observar que las cosas suelen ocurrir de forma periódica en la existencia humana, que las cosas que pueden pasar a unos también pueden pasar a otros. Observó el clima, y cómo año con año llegaban el invierno y el verano, el otoño y la primavera. Observó los cambios de la luna. También observó el comportamiento de los seres humanos; los que aman, los que traicionan, los que trabajan, los que se embriagan, los que son pobres o ricos. Su observación y profunda meditación lo llevó a determinar que las experiencias vividas por el ser humano hoy ya alguien las vivió en el pasado, y estas mismas experiencias las vivirá alguien más en el futuro.
Es posible que el contexto cambie. Hace 50 años no existía el internet como tal es ahora. Unos 20 años atrás no habían dispositivos móviles con cámara incluida y un gran número de otras funcionalidades, disponibles a casi cualquier persona. Hace 15 años no existía Facebook, y hoy por hoy es una de las redes sociales más populares en el mundo. A pesar de los avances de la tecnología y el uso que le demos, lo que hace común a cualquier época, a cualquier generación, son las reacciones del ser humano. Nosotros, como seres humanos, tenemos una visión del presente, de la historia reciente, pero nos preceden muchas generaciones que enfrentaron cambios y situaciones similares en el tiempo en que ellos vivieron.
Ya sea llevando a cuestas, en un coche de caballos o en un vehículo, los sentimientos y emociones que genera una mudanza son los mismos. Ser diagnosticado con VIH o con cáncer terminal, hace 100 años o en la consulta de hoy causará probablemente las mismas emociones. Descubrir una traición en los tiempos de las colonias como en nuestros días producirá las mismas reacciones.
Gracias a esta reflexión del rey Salomón, podemos sacar entonces muchas útiles conclusiones que nos permitirán afrontar las situaciones difíciles de nuestra vida de una forma exitosa; considerando que éxito en este caso es superar la etapa de crisis y permanecer firmes ante las adversidades con una buena actitud.
Sabiendo que otros han enfrentado las situaciones que hoy vivimos, podemos analizar y estudiar lo que ellos hicieron y que les diera resultado, para ver luego de qué forma podemos nosotros aplicarlo a nuestro contexto para obtener resultados similares. La historia se escribe no solamente para mero conocimiento, sino más importante aún, para aprender de los aciertos y los errores de otros.
Incluso, podríamos sacar provecho de las experiencias difíciles de otros, para evitar pasarlas nosotros, evitando hacer aquellas cosas que les provocaron alguna crisis. Las grandes divisiones sociales llevan a las guerras civiles, la falta de comida y el desempleo llevan al aumento de la delincuencia, la falta de estudio produce estancamiento económico. A pesar de la poca cultura de leer la historia, de forma natural conocemos las consecuencias de ciertas cosas.
También de la Biblia podemos aprender y evitarnos muchos sufrimientos, al conocer la historia de algunos personajes bíblicos. Por ejemplo, hubo un joven que vendió su primogenitura a su hermano menor por un plato de comida. En un momento de imprudencia, haciendo promesa, le concedió a su hermano menor el derecho a la herencia que le correspondía, y luego, cuando se dio cuenta de lo que perdió, lloró mucho y se enojó contra su hermano, convirtiéndose en su enemigo. Las acciones imprudentes pueden surtir efectos perjudiciales que duran toda la vida.
También tenemos el ejemplo de cuatro jóvenes que guardaron una dieta de agua y legumbres, además de una buena comunión con Dios en oración, durante el tiempo en que se preparaban para ser consejeros y administradores de un rey; y estos jóvenes se destacaron mucho más que aquellos que incluyeron en sus alimentos carne y vino. Esto de reyes y reinas casi no es común en la actualidad, pero aunque el contexto cambia, el mensaje no cambia. La idea es que las personas que se concentran en sus propósitos con determinación son más exitosas que aquellos que se distraen en los placeres; siendo entre los deleites y placeres más comunes del ser humano: la comida, los juegos, las relaciones sexuales, el dormir, las fiestas, entre otos. Estos placeres no necesariamente son en sí mismos algo malo, pero el ocuparse de ellos desatendiendo las cosas importantes afectará el desempeño, y por ende, los resultados.
En la Biblia y en la historia de la humanidad, hay una gran cantidad de enseñanzas que podemos aplicar a nuestro presente para sobrellevar cualquier situación que estemos pasando. Sin temor a equivocarme, lo que sea que estés pasando ahora mismo, alguien más ya lo vivió, aunque sea en un contexto diferente. Así que no eres la persona más sufrida del mundo, ni la única a la que le pasan cierta clase de cosas. No pases las crisis como una tortura personal, sino como una oportunidad de descubrir, por medio de la experiencia de otros, cómo enfrentar esta situación.
Al finalizar el verso, el rey Salomón afirma que Dios es el que restaura las heridas, Dios restaura el corazón roto, el dolor de un sueño que no se cumplió, Dios repara lo que se dañó, la confianza perdida, la inseguridad, el miedo, todo esto lo repara, lo arregla. Una restauración generalmente consiste en volver las cosas a como eran antes, pero Dios restaura de un modo superior a eso. Dios hace que las cosas en verdad sean reparadas, y eso implica que las cosas van a funcionar, aunque no nos parezca que así vaya a ser.
Es posible que por tu pasado no tengas muchas expectativas acerca de tu futuro, pero cuando Dios interviene para restaurar, sin importar tu pasado, el hace que hoy pasen las cosas necesarias para que tu futuro sea increíblemente mejor de lo que puedes imaginarte. La restauración que Dios hace no solo se enmarca en los resultados finales, sino en el proceso mismo de restauración. Y lo que es más sorprendente, aún tu forma de ver tu pasado es restaurada; porque no lo ves como la peor tragedia de tu vida, o algo que quisieras borrar, sino que reconoces lo imposible que era pasar de aquella situación a lo que hoy vives. Dios puede ayudarte a ver el pasado como lo que es, pasado. Dios puede mostrarte la forma de sacarle provecho a tus crisis, a tus historias tristes; ayudando y aconsejando a otros que hoy puedan estar pasando por lo mismo que tú pasaste.
No es que sea agradable saber que a otros les han pasado las mismas tragedias que a nosotros, pero lo reconfortante es saber que sus experiencias nos pueden ayudar. Además de ello, nos alienta el reconocer que Dios puede restaurar cualquier cosa en nosotros, al punto de tornar para nuestro bien cualquier cosas que nos haya lastimado o herido. Valoremos nuestras experiencias y usemos nuestros errores para no repetirlos. Disfrutemos la satisfacción de nuestros aciertos y reconozcamos el esfuerzo de otros.
Si hoy necesitas ayuda para salir de una situación difícil, puedes averiguar cómo otros en tu misma circunstancia salieron de ese problema. También puedes leer la Biblia y buscar un consejo sabio que te lleve a la solución. Además puedes orar y pedirle a Dios que te ayude y que restaure tu vida, tus sentimientos, tu corazón. Las experiencias difíciles nos ayudan a crecer, a madurar. Vivirlas, sobrellevarlas, y superarlas, es más fácil aprendiendo de la experiencia de otros. Hagamos que cada esfuerzo por superar una dificultad valga aún más la pena, aprovechando la experiencia de quienes ya pasaron por ello. A nosotros también nos tocará dejar nuestro legado de experiencias.