Job 8:7
Y aunque tu principio haya sido pequeño,
Tu postrer estado será muy grande.
Hay circunstancias que no están bajo nuestro control en absoluto, no elegimos dónde y cuándo nacer, no elegimos el color de nuestra piel, ni muchas de las cosas que nos pasan. Pero es natural al ser humano la búsqueda de una condición cada vez mejor, y esto sí es nuestra elección. De esto se excluyen obviamente las personas conformistas y perezosas.
Siempre estamos buscando algo, y eso implica un movimiento en nuestras dinámicas de vida. Puede ser empezar a estudiar una carrera, mudarse, aprender un idioma, recorrer una ciudad, o cualquier otra cosa que aumente nuestro conocimiento y nos acerque hacia un objetivo. Lo cierto es que parte importante de la vida es ese inquieto buscar que nos motiva a hacer cambios, recreando constantemente nuestro entorno, hábitos e incluso, nuestros círculos de amistad.
El verso en Job 8:7 dice así «Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande» y explica que las circunstancias iniciales no son un estado permanente en la vida de las personas. Alcanzar la grandeza es posible aún creciendo en la más extrema pobreza. Del mismo modo, uno podría perderlo todo, muy a pesar de haber nacido en la familia más adinerada de una comunidad. Esto evidencia que la vida no es un punto fijo, y tampoco una línea recta. La vida es una experiencia única en cada momento. No hay minuto que se pueda repetir.
Aunque es igualmente cierto que se puede llegar a ser muy pequeño después de haber alcanzado grandeza, la intensión del escritor de este verso es específicamente para resaltar lo opuesto a lo dicho anteriormente. Este verso lleva una intensión de motivar al desanimado, al abatido, al que sufre carencias, soledades, limitaciones. El escritor de este verso procura hacer ver al piadoso Job que no permanecerá para siempre en la condición de humillación en la que se encontraba. Habían razones específicas por las cuales este hombre llamado Bildad, le dice a Job estas palabras, y estas razones las encontramos en los versos anteriores, el cinco y el seis.
Uno puede nacer el medio de pobreza y no conocer abundancia en toda su vida. También es posible nacer en abundancia y llegar a conocer la pobreza. Pero para alcanzar la grandeza, la cual va más allá de las cosas materiales, es necesario realizar cuatro acciones, según el consejo de la Palabra de Dios.
Primero: hay que buscar a Dios de mañana, eso significa apartar un tiempo de oración al comenzar el día. Buscar a Dios de mañana es acercamos a Dios pensando en agradarle a Él, en honrarle y agradecerle que tenemos todo un nuevo día para disfrutar de las bendiciones que nos da. De mañana no hay cansancio, no hay prisa, el estrés del día aún no nos ha robado la tranquilidad. Buscar a Dios de mañana también representa buscarle en primer lugar, darle las primicias de nuestro tiempo. Además indica la acción de buscarle temprano en la mañana de nuestras vidas, en el tiempo de la juventud, o al menos tan pronto como sea posible.
Segundo: hay que rogarle al Todopoderoso, es decir, pedirle con súplicas por las cosas que deseamos alcanzar. No somos dignos de todas las bendiciones que tenemos, no hay quien haga solamente lo bueno, al punto de merecer una vida perfecta, por eso debemos reconocer que las bendiciones de Dios son más como un acto de misericordia de su parte que una retribución por nuestra vida ejemplar. Esta porción del verso también destaca una de las cualidades más extraordinarias de Dios: Él lo puede todo, para Él no hay nada imposible. Al pedirle al que todo lo puede, con humildad, con fe, con la consciencia clara de que esto que pedimos no es algo egoísta, sino necesario, importante y que será de provecho para muchos, podemos esperar confiadamente, reconociendo que Él es Dios, es soberano, y a veces responde con un Sí y a veces responde con un No. Los no de Dios no significa que Él no pueda, tan sólo que lo que pedimos no es conforme a Su voluntad.
Tercero: hay que ser limpios, y esto no se refiere al aseo personal solamente, sino a la limpieza de nuestras mentes, a la pureza de nuestros corazones, de nuestros pensamientos. Ser limpios es ser libres de impurezas, como la envidia, la hipocresía, el odio, el rencor. Las personas limpias son inocentes de todo mal, es decir, no hacen mal a nadie. Las personas limpias no tienen malas intensiones, ni fingen ser buenos. Para ser limpios, del modo en que Dios nos pide, debemos pedir perdón a Dios y a las personas contra quienes cometimos alguna falta, y procurar no repetir esas faltas en adelante.
Cuarto: hay que ser rectos. La rectitud es la firmeza del carácter del ser humano. Las personas rectas son respetuosas, dicen siempre la verdad, no se entrometen en asuntos ajenos, son justos. Los rectos defienden la causa de los débiles. Las personas rectas son comprometidas con la verdad y la justicia, hacen buenas obras. El creyente recto permanece firme en el camino del Señor, en obediencia a lo que la Palabra de Dios dice que debe hacer. Aunque los rectos, por ser personas, también se equivocan, su carácter de rectitud los lleva a reconciliarse y vivir en paz con todos en la medida en que esto sea posible.
Estas cuatro acciones son los requisitos para que una persona alcance la grandeza, aún habiendo empezado de forma insignificante. El comienzo de un gran árbol es una semilla, el comienzo de un ser humano es la unión de dos pequeñas células, un libro se empieza escribiendo las palabras una por una. La vida alrededor nuestro nos da evidencias de que la grandeza puede alcanzarse aún empezando como pequeños.
La grandeza puede entenderse en muchos sentidos, ser grande es tener más tamaño físico. A los padres les asusta ver cómo sus hijos siendo bebés intentan caminar, pero cuando llegan a cierta edad, los padres ya no se preocupan más, porque son grandes. La grandeza también es una condición de más comodidad; para quienes crecieron en medio de limitaciones y pobreza, llegar a tener una casa cómoda, una despensa llena, mucha provisión, causará satisfacción y sentimiento de plenitud. Pero el significado de grandeza que más me llama la atención, y al cuál aspiro, es la grandeza por ser una persona destacada, cuyos méritos le hagan digno de ser considerado ejemplar, un modelo a seguir, una persona ilustre, que trabaja por una causa, que procura el bien para otros.
Puede que nadie me conozca, que sea para muchos tan insignificante que ni valga la pena leer estos devocionales, pero aspiro a hacer un bien por medio de ellos, que mis palabras alienten, motiven, animen, ayuden. Que estos consejos le sirvan a muchas personas. La grandeza que resulta de hacer bien a otros es superior a la grandeza que resulta del poder y las riquezas, porque estás últimas terminan cuando no hay recursos, pero el bien que uno hace perdura más allá de las riquezas.
¿Y tú? ¿Cómo quieres terminar? ¿Cómo quieres que se te conozca? Anhelar una condición mejor a la actual es sano, es bueno, es necesario. Pero usar los recursos que tienes para hacer bien a otros que lo necesitan es nobleza, es servicio, es grandeza.
Te insto a que no te conformes. Sin importar tu condición actual, avanza por más. Y tanto en el proceso, como cuando alcances mejores condiciones de vida, recuerda hacer buenas obras. Vive de la forma en que quieres ser conocido. Medita en ello y actúa conforme a tu decisión.