Deuteronomio 30:19

A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;…

Un año más se va, pero la vida sigue, sin importar con cuánta fuerza se desee detener el tiempo o volverlo atrás. De este año que termina nos quedan una buena cantidad de experiencias, de recuerdos. Encuentro oportuno compartir con los lectores una breve meditación acerca del principio más básico de las opciones que tenemos a cada instante en la vida. De las opciones que ya tomamos quizás no hay nada que hacer, pero estamos a las puestas de un año el cual debemos aprovechar muy bien, y eso se logra tomando buenas decisiones.

Así no lo parezca, tenemos muchas más opciones de las que creemos. Cada cosa que vivimos resulta de nuestras elecciones; la forma en que vestimos, las personas a las que les hablamos, los pensamientos que tenemos, todo esto y más son nuestras decisiones. Ellas resultan del proceso de elegir. Todo el tiempo estamos eligiendo. Si me ocurre algo triste tengo la opción de colocarme en el lugar de víctima, de anular la tristeza menospreciando la causa, o reflexionar sobre ello, desahogándome con alguien para después encontrar una solución.

El verso de hoy nos revela una verdad que manifiesta el poder y el amor de Dios. La sabiduría de este versículo puede no ser entendida con claridad, pero aún tratando de explicar no se cubrirían todos los aspectos de esta afirmación. En su infinita soberanía, Dios estableció una relación con el hombre de modo que amar a Dios es solamente resultado de la elección del ser humano. Jamás Dios creó al hombre para que fuese manipulado, y mucho menos una marioneta de Dios. Sino que Dios le dio libertad de elegir amarlo o no amarlo.

No hallando a nadie más oportuno, Dios convocó a los cielos y a la tierra para que fuesen testigos de esta elección de Dios, poner todas nuestras opciones delante de nosotros. Comúnmente llamamos a esta acción libre albedrío. Todo el tiempo somos libres de escoger, es una libertad que Dios mismo nos dio.

Todas las opciones están delante de nosotros: la vida o la muerte, la bendición o la maldición, el bien o el mal.

Nuestras acciones tienen consecuencias, y cada acción que realizamos es siempre resultado de nuestra elección. Ante un embarazo inesperado, es elección de quien está embarazada si continúa con el embarazo o no. Ante un examen final, el estudiante puede escoger entre copiarse y hacer fraude académico o no. Si hay un compromiso, las personas escogen si asisten o si inventan una excusa por no haber ido. Decir la verdad o callarla, e incluso mentir es parte de las opciones que están delate de nosotros cuando somos interrogados.

Cada emoción también es una elección. Dejarnos controlar por la ira en un momento de enojo es una decisión. Abrazar a alguien cuando nos despedimos es una decisión. El amor, el odio, el perdón, el rencor, todas estas son elecciones que podemos tomar o rechazar.

El centro de mandos somos nosotros y la herramienta perfecta para usar bien esta libertad de elegir se llama dominio propio. El dominio propio es un don o virtud del ser humano, dado por Dios, que le permite actuar racionalmente de conformidad a las circunstancias. Cuando ejercemos dominio propio nuestro actuar es siempre el más adecuado. Usar el dominio propio ayuda a mantener el equilibrio en las relaciones, en las emociones y en los pensamientos.

La carencia de dominio propio provoca inestabilidad, las acciones más desmedidas, desorden. Una vida sin control tiende a llegar a todos los extremos, a no medir las palabras, a actuar sin pensar, a usar la libertad como libertinaje, participando de todos los excesos y produciendo un sin fin de problemas y conflictos alrededor.

Si fuéramos más reflexivos, si meditáramos más en todas las opciones que están delante de nosotros e hiciéramos un mejor trabajo en la elección de estas opciones, viviríamos mejor. Conocer este principio me ha ayudado a entender lo siguiente:

  1. Todo lo que vivo hoy es principalmente resultado de las decisiones que tomé en el pasado.
  2. Nadie puede lastimar mis sentimientos, a menos que yo se lo permita.
  3. Todas las circunstancias, aún las malas, me ayudan a bien; creer lo contrario es decidir negarme ese beneficio.
  4. Siempre puedo escoger entre ver el vaso medio lleno o medio vacío.
  5. Cada día que empieza es la oportunidad de tomar mejores decisiones.
  6. Cada día que termina es la oportunidad de aprender de mis aciertos o errores, meditando en ellos.

Muchas personas usan la libertad que tienen para hacer solamente lo que creen que es divertido, evitando responsabilidades. Vivir de esa manera deja consecuencias graves, no hay relaciones solidas, no hay confianza, no hay respeto. Una gran cantidad de personas desconocen este principio divino y viven sujetas a las circunstancias, viviendo el día a día a merced de lo que ocurre, sin planificar el futuro, sin meditar en el pasado. Pero los que conocen este principio se conocen mejor a sí mismos, valoran más a los demás y viven más plenamente.

No te lamentes de las malas decisiones que hayas tomado, sólo aprende de ellas. Enfócate hacia adelante. Entre tanto que vives tienes la oportunidad de tomar mejores decisiones.

Que este año que termina se quede atrás completamente, sin cargar con las maletas de cosas innecesarias, toma del 2016 lo que te sea útil y escoge soltar lo demás. Así empezarás un 2017 con las maletas adecuadas, las más útiles. Y sobre todo, valorando cada elección que es puesta delante de ti.

Al finalizar el verso, Dios hace una invitación: «Escoge la vida». Dios no nos impone lo que vamos a elegir, pero nos recomienda que escojamos siempre lo mejor, la vida, las bendiciones. Y esa elección no solamente nos beneficia a nosotros, sino a nuestra descendencia, a las futuras generaciones. Hereda vida y bendición a tus descendientes. Tus elecciones afectan a las personas a tu alrededor, procura, pues, que esa afectación sea para bien.

Escoge enterrar el pasado de maltrato, cambiar malas actitudes, terminar con relaciones tóxicas, acabar con el resentimiento. Escoge perdonar, amar, reconciliarte, darte una nueva oportunidad, decir la verdad, disfrutar, aprender.

Pido a Dios que nos de sabiduría para tomar siempre las mejores decisiones. ¡Dios te bendiga!