1ra Corintios 11:1

Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.

Debido a que estamos rodeados de personas, solemos imitar algunas cosas del comportamiento de ellas. En realidad, así fue como aprendimos todo lo básico acerca de las cosas que hacemos, como caminar, hablar, bailar; todo, incluso mentir. Generalmente imitamos a otros en su manera de vestir, en la forma en que se comportan, en sus gestos, en sus palabras; y lo que demuestra es las preferencias que tomamos sobre otros.

Las personas que más influencian nuestra vida son aquellas a las que queremos imitar. Para empezar, lo que hacen los padres también lo hacen los hijos. Así empezamos nuestra vida, imitando a otros, y esto no tiene nada de malo. No significa carecer de originalidad, porque de igual manera todos somos únicos, pero es una elección que hacemos todo el tiempo, en relación a quién queremos imitar.

Esta imitación que hacemos de otros es lo que los sociólogos y psicólogos llaman «modelo a seguir». Los niños pueden ver como héroes a sus padres y actuar como ellos, resaltando que hay cosas que los padres hacen que a los hijos les parecen increíbles, como rescatarlos cada vez que están en peligro. Otros niños escogen imitar a un super-héroe ficticio, tomado de alguna serie de televisión o de una película. Algunos niños imitarán a sus maestros o a sus parientes más cercanos. Según sus preferencias, podrían tomar como modelo a seguir a algún deportista de renombre, artista, cantante, filósofo o empresario. Esto además pondrá en evidencia la profesión de su preferencia y revelará sus motivaciones e intereses.

Es tan fuerte el poder de la inducción que ejerce el imitar a otros, que muchas veces repetimos patrones de comportamiento sin darnos cuenta, totalmente inconscientes; como por ejemplo, conducta violenta, infidelidad, mentira, aislamiento, simpatía, inseguridades, deseo por las aventuras peligrosas, etcétera. Algunos programas de televisión resultan ser fuertemente inductivos. Aunque los ejemplos anteriores son en relación al comportamiento de los niños, los adultos no estamos exentos de ello. En muchos casos, las personas repiten comportamientos tanto buenos como malos. Hacer buenas obras, ayudar a personas necesitadas, tratar bien a los animales, puede resultar ser una elección producto de haber visto a otros haciendo así. Igualmente, fumar, gritar, maltratar, ofender, son conductas que se suelen repetir de otros, aceptadas como normales y practicadas como resultado de una imitación de ese comportamiento.

¿Has considerado a quién imitas tú ahora? ¿Cuáles son tus patrones de comportamiento? ¿De quiénes aprendiste a hacer lo que haces y que te hace sentir bien? ¿A quiénes admiras? Cuando analizas sobre estos aspectos puedes identificar a las personas que han influenciado en gran manera tu vida; pueden ser tus padres, tus amigos, algún jefe, un maestro, un vecino, un artista, etcétera.

Si estás satisfecho con tu conducta y crees que eres en promedio una buena persona, seguramente sentirás tranquilidad, tendrás una visión de ti mismo que causa estabilidad emocional y paz interior. De lo contrario, sería necesario que revises tu lista de ejemplos a seguir, que has estado imitando todo este tiempo, y los sustituyas por aquellos que consideres más adecuados o mejores. Haber estado actuando de una forma equivocada, o inapropiada, no significa que no puedas cambiar de actitud; sólo determina a quién quieres imitar. Así fue como aprendimos desde un comienzo, y no tiene que ser diferente ahora que somos grandes. El principio es el mismo.

Además, imitar es una elección. Es muy difícil encontrar a alguien que no esté imitando a otros, quizás no sea una imitación perfecta, pero sí es la influencia que esta persona ejerce sobre la conducta y las preferencias de otros. Generalmente los que no imitan a nadie no hacen nada, no tienen motivaciones, no realizan acción alguna, viven porque existen, pero no viven a plenitud. Pero el tener un modelo a seguir provoca acción, cambios, aprendizaje. Y así no lo queramos, nosotros mismos podemos ser el modelo a seguir de otros, cuando vean en nosotros una característica especial que deseen imitar. Es posible que ahora mismo tú estés siendo el modelo a seguir para alguien más.

El apóstol Pablo escribe a los miembros de una congregación invitándolos a que ellos imiten su conducta, su fe, su comportamiento; y él les recomienda eso porque escogió imitar al Señor Jesucristo, y consideró que es el mejor modelo a seguir. Así que como Pablo imitó a Jesús, así los creyentes pueden imitar a Pablo. Este verso en 1ra Corintios 11:1 revela que somos libres de escoger a quién imitamos, y revela que las personas que nos imitan, en realidad imitan a aquel a quien nosotros imitemos.

Puedes escoger a quién imitas, pero te recomiendo lo mismo que el apóstol Pablo, imita a Jesús. Imita su humildad, su mansedumbre, su paciencia, su amor, su entrega, su bondad, su disposición a hacer la voluntad del Padre. Imita sus enseñanzas.

Hablar de imitar no es hacer una copia barata de algo que se considere bueno. Por contradictorio que parezca, se trata de hacer una copia genuina de lo mejor que hay otros. Es copia por cuanto le vemos primero en otros, pero es genuina por cuanto lo hacemos nosotros con nuestras propias características, en nuestro contexto, en nuestra vida.

Toma los mejores ejemplos que la vida te presente; pueden ser de tu presente, de tu pasado o de la historia, pero escoge a los mejores. Imita a los grandes, no a los mediocres. Imita lo bueno y no lo malo. Y en el mejor de los casos, imita a Jesús.