Proverbios 18:24

El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo;
Y amigo hay más unido que un hermano.

¿Qué es amistad? ¿Que requisitos debe cumplir una persona para empezar a ser amiga? ¿Cuáles son las características de un buen amigo? Seguramente tus respuestas a estas preguntas son diferente a las mías.

He conocido dos tipos de personas en relación al tema de la amistad: los que creen en la amistad y los que no.

Generalmente los que no creen en la amistad son personas que no invierten tiempo en otros, egocéntricos que no confían en nadie; pero en otros casos son personas que perdieron la confianza en algún amigo después de una traición. Por otro lado, los que creen en la amistad son personas que invierten tiempo en relaciones de amistad basada en algún grado de confianza.

Hay amistades superficiales, circunstanciales, temporales y permanentes. Todas ellas son útiles y necesarias. ¡Sí, incluso las superficiales!

Las amistades superficiales son esas relaciones que surgen en un momento dado en el que una persona se beneficia de otra. Suelen entrar en contacto justo cuando hay alguna necesidad. Hay intercambio de saludos, una que otra pregunta de índole personal, y principalmente, la ejecución de acciones en provecho de una o ambas partes. No son relaciones comprometidas, ni comprometedoras. Puede tratarse de la persona que despacha en una agencia, el repartidos de facturas, un vecino, un compañero de clases o de trabajo. Son personas que no se conocen tan bien, pero se sabe que están dispuestos a dar algún beneficio.

Las amistades circunstanciales son espontáneas y están frecuentemente relacionadas a eventos inesperados, o actividades en común. Se trata de aquellas personas que están en nuestro entorno según las circunstancias. Las conocimos en la oficina, en el hospital, en la universidad, en el trabajo. Son los padres de los otros niños que estudian con tu hijo. Si haces una fiesta de cumpleaños para tu hijo, pensarás en ellos y te relacionarás con ellos; pero no son las personas a las que vas a llamar cuando estés en problemas. Es esa amiga de la universidad que ahora trabaja en un despacho del gobierno, cuando vayas al edificio pasarás saludándola, pero no es de las personas que vas a llamar el día de su cumpleaños.

Las amistades temporales son aquellas que forman parte de tu crecimiento en cada etapa de tu vida. Los vecinos de tu niñez, cada uno de tus compañeros de escuela y amistades escolares, aquellas personas que te ayudaron y que tú ayudaste con ciertas actividades académicas o laborales. Son las personas que estuvieron contigo en algún momento importante: la persona con quien compartías habitación en el internado de la universidad, el grupo de apoyo que te acompañó después del divorcio, los más allegados cuando viajaste a otra ciudad, aquella persona que conociste en tus vacaciones, los muchachos y muchachas con quienes salías a festejar, aquellos que pasaron contigo sus ratos libres para jugar y divertirse.

Las amistades permanentes son las que duran desde que empiezan hasta siempre. Son aquellas personas que te conocen de años, que la distancia, las circunstancias y los malos entendidos no lograron alejar de ti. Son las personas que mejor te conocen y que, aún cuando no se hayan visto por años, bastará una llamada, un mensaje, una conversación y tendrás de ellos ánimo, buen consejo y ayuda. Las amistades permanentes no son perfectas, son verdaderas. No se mienten, no tienen que fingir agrado. Procuran el bien recíprocamente. Las amistades permanentes no lo son por estar cerca, o por estar siempre, sino por ser verdaderas, por el respeto y la estima que hace brotar los pensamientos, deseos y acciones más nobles en beneficio de aquel amigo o amiga.

Con el surgimiento de las redes sociales, el concepto de amistad se ha distorsionado. Ha pasado a ser un concepto reducido a la acción de compartir entre sí reacciones digitales que evidencien algún tipo de interés. Consiste en mantener una constante interacción con personas que en la mayoría de los casos apenas son conocidos.

Pero la amistad es una relación muy importante para los seres humanos. Es tan importante que el mismo Señor Jesucristo usa la palabra amigos para referirse a sus discípulos con quienes tuvo una relación muy estrecha, pasando tiempo junto con ellos, contándoles cosas íntimas de su relación con el Padre Celestial, viviendo experiencias peligrosas y también sirviéndose mutuamente.

Además en la Biblia conocemos ejemplos de amistades como la de David y Jonathan, o la de Ruth y Nohemí.

El rey Salomón escribió varios proverbios acerca de la amistad; de cómo ganarla y de cómo perderla. Pero en el verso de hoy declara que la amistad puede llegar a ser un vínculo más fuerte que el de la sangre. Ciertamente muchas veces podemos llegar a estimar a alguien como si fuera un hermano o hermana, especialmente si pasamos mucho tiempo con ellos.

Quisiera trasladar el enfoque del tema a un aspecto relacionado con la percepción. Solemos contar a nuestros amigos en función del tiempo que nos dedican, o de los beneficios que de ellos recibimos; pero el verso de hoy aborda la cuestión al revés. El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo, es decir, es uno quien determina los amigos que tiene en función de lo que uno demuestra. Son nuestras acciones, pensamientos y decisiones las que determinan la cantidad de amigos que tenemos. En otras palabras, no es por lo que nosotros recibimos, sino por lo que nosotros damos.

El que es amigo demuestra su amistad. Esto es más importante, o debe ser más importante para nosotros, que contar la cantidad de beneficios que tenemos de parte de nuestros amigos.

Yo podría tener muchos beneficios de parte de personas que son mis amigas, pero si yo no asisto a nadie, ni siquiera con una palabra de aliento, en realidad no soy amiga de nadie. Los amigos son las personas que reciben el amor que nosotros damos. En los términos del Señor Jesucristo, la mayor expresión de amor es dar la vida por los amigos (Juan 15:13).

Debemos valorar, apreciar y recompensar a nuestros amigos, a todos, en la medida de lo posible. Seamos agradecidos con aquellos amigos que estuvieron en momentos difíciles y duros, y sepamos demostrar el afecto que sentimos por aquellas amistades que nos ayudaron a crecer, a madurar; incluso, que nos acompañaron en nuestros errores, y no nos abandonaron aún cuando nos equivocamos.

No preguntes cuántos amigos tienes. Pregunta mejor para cuántas personas tú eres un amigo o amiga.

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Hay amistades que están lejos, procura mantenerte en contacto con ellas. Con tantos avances de la tecnología, esto es posible. Escribir un e-mail te tomará sólo algunos minutos. Pero imprime tu afecto, tu cariño y tu respeto en cada palabra. Y si tienes amistades cerca, se diligente en encontrar un tiempo, no tiene que ser mucho, al menos para conversar mientras toman una taza de café.

Considera esto; es preferible una breve conversación, un abrazo fraterno, una sonrisa afable, el día en que te reúnas con un amigo, que vestirte de negro, llevando flores en la mano, con lágrimas en los ojos, camino al funeral de un amigo.

Demuestra tu amistad todas las veces que puedas, y no cuestiones ni encasilles a tus amigos. Más bien procura dar tu amistad genuinamente. La amistad no se proclama, se demuestra.

Toma unos minutos para dar gracias a Dios por cada una de las personas que han demostrado su amistad de una u otra manera. Pide que Dios te de la oportunidad de demostrar tu amistad. Como dice el Proverbio 27:10; es mejor amigo cercano que pariente lejano.