Jeremías 17:9

Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?

¿Quién conoce lo que hay en el corazón? A veces ni uno mismo. Por momentos tenemos confusión, duda, temor e inseguridad. Y queremos encontrar las respuestas dentro de nosotros, pero no las encontramos.

A veces el corazón miente: te dice que creas, sabiendo que son mentiras; te dice que haces lo correcto, sabiendo que eres injusto; te dice que no puedes, sabiendo que al que cree todo le es posible. A veces el corazón engaña y creemos que tenemos todo bajo control, pero de repente todo se desploma como arrastrado por la corriente, y nada queda en pie. Es increíble, pero a veces el corazón juega en contra de nosotros mismos.

Es común que vivamos una constante batalla entre los sentimientos y los pensamientos; es una lucha entre la mente y el corazón, entre las emociones y la razón. Aprender a armonizar entre ambos puede costarnos duras experiencias. Pero se puede, eso es lo bueno.

Dios declara en Su Palabra que el corazón del ser humano es engañoso. No me parece que intente descartar en ningún momento al ser humano por el hecho de tener un corazón engañoso, porque el siguiente versículo declara que es Él quien conoce perfectamente todo corazón, así que aunque nosotros mismos nos engañemos, a Dios nadie lo puede engañar. Tener un corazón engañoso es un lujo que no nos conviene. Aceptar que es así y no hacer nada al respecto es negar la capacidad que tenemos de superar nuestras faltas y corregir nuestros errores. Un corazón engañoso es propio de una persona inmadura, perversa, mala. Pero hemos sido llamados a una nueva vida, llena de verdad.

Entonces si llenamos de verdad nuestra vida, no hay lugar para un corazón engañoso. Por eso es necesario que reconozcamos si hemos alojado mentiras en el corazón, y procedamos a sustituirlas por verdades. La única verdad absoluta que he conocido hasta hoy es Cristo; Él dijo: «yo soy el camino, y la verdad, y la vida…» (Juan 14:6).

Debemos sacar toda mentira del corazón; aquellas mentiras que oímos y creímos, y que hoy combaten contra la verdad. Las personas que crecieron oyendo de sus padres frases como «no sirves para nada», «eres un inútil», «eres un burro», «qué tonto eres», y demás groserías que denotan incapacidad y torpeza, en su mayoría, guardan estos recuerdos que posteriormente les afecta, y reaccionan como si estas expresiones fueran ciertas. La mente es consciente de que son capaces, pero el corazón los engaña repitiendo las frases que oyeron.

Otras mentiras las creamos según el contexto: «la gente vale por lo que tiene», «para ser bonitos hay que ser delgados», «el mejor amigo es el dinero», «las personas no valen la pena», «ya perdone demasiado», y muchas otras mentiras que toleramos internamente, en nuestro subconsciente.

Tenemos una crisis de valores, la mentira se fomenta en todas partes y pareciera que nuestro corazón absorbe todo indiscriminadamente, de modo que corremos el peligro de perder nuestra propia identidad. Aunque siempre ha habido gente que vive de apariencias, nunca había sido tan grande la cantidad, es tan normal mentir, fingir, ser hipócrita, que asusta. En verdad no se sabe si a uno le están mintiendo o no.

Toleramos la mentira y esto tiene un costo. Mentimos cuando decimos frases como: «llego en cinco minutos», sabiendo que nos dilataremos más; «te llamé un millón de veces», cuando apenas marcamos una vez; «lo iba a hacer justo ahorita», cuando ni nos acordábamos. Mentimos en cosas insignificantes como la edad que tenemos, las cosas que hacemos o no hacemos, a veces mentimos para no preocupar a otros, y eso no justifica la mentira. Decir «estoy bien», sólo para no dar explicaciones, cuando en realidad estamos mal, no ayudará en nada, y para colmo, nos añadimos una mentirita más.

Eso de las «mentiras blancas» o «mentiras piadosas» es algo que nosotros aceptamos para justificar una mentira. Suponer que una mentira arreglará un problema es ficción, seguimos engañándonos a nosotros mismos. El que miente es preso de su propia mentira, y no sólo eso, sino que arrastra a todos a su alrededor a que mientan, repitiendo las mismas mentiras.

La mentira es un invento de Satanás (Juan 8:44), quien tiene como propósito robar, matar y destruir, y la usa como estrategia para alcanzar su meta. Engaño a Eva, logrando la desobediencia del ser humano desde el principio; desde entonces sembró en el corazón del ser humano una gran cantidad de mentiras. Aún cuando ya fue descubierto en su estrategia de engaño, muchas veces los corazones prefieren creer las mentiras en vez de abandonarlas para seguir la verdad. El que ama y hace mentira no tiene parte en el reino de los cielos (Apocalipsis 22:15).

Lo contrario de la mentira es la verdad, así como lo contrario de la oscuridad es la luz. Para conocer la verdad debemos ser alumbrados con la luz de la verdad. Juan 3:19 dice que esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. En otras palabras, aunque crecimos en un mundo de mentiras, y nuestro corazón se acostumbró a ellas, podemos salir de la mentira y vivir en la luz de la verdad, pero lamentablemente muchos seres humanos prefieren seguir en la oscuridad, porque sus obras también son engañosas y perversas.

La esclavitud que produce la mentira se puede esparcir en todas las áreas de nuestra vida. Nos volvemos esclavos de toda clase de placeres, esclavos de la superficialidad y el materialismos, esclavos de los elogios y aplausos, esclavos de una sed insaciable de soberbia.

Y aunque esta declaración de la Palabra de Dios acerca del corazón engañoso del ser humano es triste, la buena noticia es que también por medio de la Palabra de Dios tenemos una solución. Juan 8:32 declara lo siguiente: «y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». Si la verdad está encerrada en la persona de Cristo, al conocerle, conocemos la verdad, lo cual se puede por medio de las Sagradas Escrituras. Es sólo por medio de la Palabra de Dios que podemos reconocer todas nuestras fallas, errores y desaciertos, así como también podemos conocer la forma de superarlos.

La ley nos enseña cuáles son las transgresiones que debemos evitar, y los mandamientos nos indican qué es lo que debemos hacer y como vivir. Entonces ya no estamos sujetos a la vida de mentira que se nos impuso por herencia, sino que podemos vivir en la verdad como elección. Y si conocemos la verdad, y la verdad nos hace libres, entonces ya no tendremos un corazón engañoso, mentiroso, con uno mismo y con los demás.

Ya es hora de desechar toda mentira, hablando verdad cada uno con su prójimo (Efesios 4:25).La mentira es una elección, así como la verdad; cada vez que tengo la oportunidad de mentir, al mismo tiempo tengo la oportunidad de decir la verdad. Pero son condiciones que se reemplazan la una a la otra, ya que no puedo escoger mentir y decir la verdad al mismo tiempo.

Escudriña tu corazón, no sea que te encuentres engañándote a ti mismo, aprende a identificar la verdad a la luz de la Palabra de Dios. No se puede llamar bueno a lo malo, ni pretendas justificar un error. Los errores no se justifican, se corrigen. Practica la justicia, busca la paz y acércate a Dios.

Puedes escoger guardar toda clase de mentiras en tu corazón, pero serás esclavo de estas mentiras para siempre. Hay otro camino, otra opción: la verdad, la cual hace libres a los que la poseen, y esta verdad alumbra hasta sacar toda mentira que haya dentro del corazón. ¿Te gustaría vivir de verdad, sin engaño en tu corazón? Dale lugar al Señor Jesucristo en tu vida; Él es la verdad. No hay más.

Lee la Biblia, especialmente los evangelios, y conoce por ti mismo lo que Jesús dice respecto de todas las cosas. Visita frecuentemente una Iglesia y se parte de un grupo de creyentes que exploran las Sagradas Escrituras a fin de conocer la verdad que hay allí. Puedes tener muchas opciones para tratar de descubrir la verdad, pero sólo una funcionará.

Soy tan imperfecta como tú, que lees estas palabras, pero creo lo que te digo; sólo en Jesús hay verdad, porque Él es la verdad. Ahora yo recibo el llamado a ser una persona verdadera, y debo sacar todo engaño que hubiera en mi corazón. Así como se usa una lámpara para encontrar algo que está perdido en la oscuridad, así mismo usa la Palabra de Dios para que sepas toda la verdad y con ella le pongas fin a todo engaño, a toda mentira.