Marcos 4:22
Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de salir a luz.
La primera vez que leí este pasaje de la Biblia pensé en todas las cosas que yo guardaba secretamente y que no quería que nadie supiera. Al principio me horrorizaba la idea, y empezaba a maquinar todas las excusas posibles o justificaciones, a fin «estar preparada» en caso que llegara ese día en que se diera a conocer públicamente las cosas que alguna vez hice en secreto, o los pensamientos que alguna vez tuve. Yo tomo por cierta la Palabra de Dios y creo que un día todas las cosas serán reveladas, sin importar con cuanta fuerza deseemos que no ocurra, o de qué forma intentemos ocultarlo.
Esto quizás no le pase a todo mundo, pues deben existir personas que no tengan nada qué ocultar, solo que hasta la fecha no conozco a ninguna. ¿Y tú, conoces a alguna persona que no tenga nada qué ocultar, o eres una de ellas?
Las cosas que ocultamos generalmente son cosas malas: malos pensamientos, malas acciones, malas decisiones. Ocultamos cosas del pasado, información personal comprometedora, ocultamos muchas veces nuestros sentimientos y eventos vergonzosos o humillantes.
Solemos preservar cosas en secreto para evitar volver a sentir dolor, vergüenza o tristeza por ello, para que no nos discriminen o piensen que somos malos, para que no nos reclamen, ni divulguen los errores que cometimos. Entonces la principal causa por la que guardamos secretos es el temor a algo; a que se nos humille, a que el aprecio de las personas se termine si saben ese secreto, a que nos juzguen, en fin, temor a cualquier cosa que pueda pasar por causa de revelar ese secreto.
Pero no todos los secretos son por cosas malas, como dice Eclesiastés 12:14, «porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala». Hay quienes desean permanecer en el anonimato cuando ayudan a otras personas; quizás evitando que otros se aprovechen de su generosidad. O bien, porque no quieren que sus acciones generosas sean mal interpretadas.
Lo cierto es que la verdad siempre sale a la luz, y tarde o temprano todos los secretos son revelados.
Haber conocido esta verdad me ayudó a determinar que es responsabilidad mía cada una de las cosas que hago en secreto, y que cada una de mis acciones tiene su recompensa, la cual es buena o mala según ellas mismas. No soy justificada por mis intensiones, sino por mis acciones. Entonces no puedo esperar buenas recompensas si mis acciones son malas, y por ende, tampoco seré mal recompensada si mis acciones son buenas; aún cuando éstas se hagan en secreto.
Por ejemplo, en relación a la oración; el Señor Jesucristo enseñó que la oración en secreto es recompensada en público (Mateo 6:6); así que si no hay recompensa pública, puede deberse a la falta de oración. O bien, si lo que hago en secreto no agrada a Dios, Él sabrá recompensar públicamente mis malas obras.
Conocemos en la Biblia el caso del rey David (2da Samuel 11 y 12), cuando debiendo andar en la batalla, se quedó en su palacio, y estando ahí vio, codició y mandó llamar a una mujer casada, con quien sostuvo relaciones íntimas, dejándola embarazada. Después trató de encubrir su adulterio, planificando que al hacer que el marido tomara a su mujer, creyera que el hijo que esperaba era suyo. Cuando su plan no funcionó, prácticamente mandó matar al marido y luego se quedó con su mujer. Todo esto lo hizo David secretamente, pero la recompensa de estas acciones ocultas fue pública: el niño que engendró en adulterio murió luego de siete días de enfermedad, su hija Tamar fue violada por su hijo Amnón, a éste lo mató su otro hijo Absalón, quien tuvo que huir, y luego se reveló contra David, tomando con engaño su reino. Muchas otras cosas vergonzosas ocurrieron por causa de una mala decisión, haciendo lo indebido en secreto.
También un hombre llamado Acán tomó en secreto un botín, habiéndosele prohibido a todos tomar cualquier cosa de la ciudad de Jericó, puesto que la orden era quemarlo todo. Esta desobediencia provocó la ira de Dios, y el ejército de Israel perdió una batalla en la que murieron treinta y seis hombres. Cuando se supo que Acán había tomado del botín, él y toda su familia, junto con sus pertenencias, fueron sacados fuera del campamento y murieron apedreados y quemados por los israelitas, porque su desobediencia causó la muerte de aquellos hombres y la deshora de todo Israel. (Josué 7)
Y así como estos, hay muchos otros casos en la Biblia de cosas malas que se hicieron en secreto, pero que su recompensa fue pública, vergonzosa y lamentable. Sin embargo, también hubieron acciones secretas buenas, cuyos resultados fueron agradables o exitosos; como cuando Abigail salvó a su esposo Nabal de la ira del rey, y cuando enviudó fue tomada por esposa del rey (1ra Samuel 25:1-42), o cuando Rahab escondió a dos espías israelitas en su casa, salvando con ello después su vida y la de toda su familia.
Las cosas que hacemos en secreto serán dadas a conocer no necesariamente sólo hasta el día del juicio de Dios en el trono blanco, donde todos hemos de comparecer. Éstas pueden darse a conocer en cualquier momento, porque esto es una ley divina, no hay nada que la luz no haga manifiesta. Una vez que el sol sale, la oscuridad desaparece, y todas las cosas se pueden ver. Así es también con los secretos, en un momento dado, la luz alumbra y el secreto es revelado.
Cuando nos arrepentimos de todos los pecados que cometimos, y aceptamos el perdón de Dios, el borra todas nuestras transgresiones y nos limpia de toda maldad (1ra Juan 1:9). Es entonces que perdemos el temor, por cuando sabemos que ya hemos sido perdonados, y las cosas que hicimos en secreto que eran malas, ya fueron perdonadas también; aunque las consecuencias permanezcan, hemos sido redimidos de todas nuestras culpas y podemos levantar la cabeza con firmeza, con dignidad, porque a pesar de nuestras fallas, Dios nos dio una nueva oportunidad.
Si todas las cosas serán dadas a conocer, podemos anticiparnos a lo que se sabrá de nosotros de ahora en adelante, cuando aún en lo secreto nuestras acciones sean buenas.