Mateo 23:27-28

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.

La hipocresía es un mal que afecta seriamente el carácter y la credibilidad de las personas que la practican. Consiste en aparentar exteriormente algo que no es verdadero. Las personas hipócritas fingen agrado hacia otros, cuando por dentro lo que sientes es desprecio; hablan mal a espaldas de aquellos a quienes de frente les dicen halagos; presumen de habilidades que no tienen; juzgan y critican a otros siendo ellos peores en su actuar. Los hipócritas son una cosa en público, y otra en privado; generalmente ocultan sus verdaderos sentimientos y opiniones.

El Señor Jesucristo se dirigió hacia dos grupos de personas en la alta esfera del poder religioso de los judíos en Su tiempo: los fariseos y los escribas; diciéndoles públicamente que eran hipócritas. Los fariseos eran el partido religioso de mayor influencia entre los judío en tiempos de Jesús, y los escribas eran quienes transcribían los escritos sagrados, debiendo estudiarlos con frecuencia, dominando en gran manera su contenido. Ambos grupos estaban representados por las personas más ilustres de la región, y eran ilustres por su conocimiento de la ley y su dominio sobre cualquier tema relacionado a las sagradas escrituras, existentes en aquel entonces en pergaminos.

Puede que nosotros muchas veces comentemos con otros la opinión negativa que tengamos acerca de algunas personas, pero Jesús se atrevió a decir que los escribas y fariseos eran hipócritas; lo dijo en público y delante de ellos. Jesús no fue hipócrita, lo que tenía que decir lo dijo. Jesús dijo de ellos que eran «semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia», y especificó que ellos «por fuera, a la verdad, se muestran justos a los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía e iniquidad». (Mateo 23:27-28).

Esta comparación que Jesús hace nos revela que las personas hipócritas tienen en su interior muchas cosas muertas, sin vida, cosas inmundas, desagradables, descompuestas; aunque por fuera parezcan personas buenas, felices, inteligentes y de buenas intensiones.

En los cementerios hay toda clase de sepulcros; desde los más sencillos hasta los más ostentoso. Estos últimos siempre sobresalen; por su tamaño, por su belleza, por su esmero en cada detalle. Pero con todo y eso, por dentro lo que tienen es un cuerpo muerto, un cadáver. Por dentro nada tiene de más un sepulcro lujoso en comparación con una tumba sencilla y abandonada. En ninguno hay vida, ni esperanza, ni felicidad.

Considero que al usar este símil, el Señor Jesús enfatiza la igualdad de las personas. No se puede esperar más de ninguna persona cuando muere. Además, la muerte hace que el odio, la envidia y los prejuicios queden en ridículo; ya no sirven de nada, ya no son útiles, ya no pueden hacer daño. En esa igualdad de condiciones, la hipocresía no tiene lugar. Cuando somos conscientes de lo igualmente valiosos que todos somos, entendemos que ser hipócritas es una inversión de recursos emocionales innecesarios, porque al morir, no nos llevaremos nada de lo que presumimos, ni tendremos más opiniones de nada de lo que ahora pensamos./p>

Con estas palabras de Jesús, saco dos conclusiones:

Primero: ser hipócrita es como ser un cadáver dentro de un sepulcro hermoso. Sólo por fuera es bello, pero por dentro nada sirve. Así un hipócrita generalmente oculta su falta de belleza interior, su falta de amor, de respeto, de estima, fingiendo exteriormente lo que no es. Algunos usan esta frase: dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Segundo: las personas hipócritas son aquellas que, siendo iguales que todos, se colocan ellos mismos en una condición de superioridad para destacarse por encima de otros. Al menos es algo que creen en su mente.

Con estas dos conclusiones podemos llegar a plantearnos dos acciones para evitar que la hipocresía sea parte de nuestras vida: primero, identificar si hay en el corazón pensamientos inapropiados que distorsionen la visión personal y la que tenemos de las demás personas, para luego renunciar a esos pensamientos; y segundo: desarrollar una estima sana, tanto de forma personal como hacia las demás personas.

Si me aprecio tal como soy, no tengo que fingir lo que no soy para que otros me aprecien y acepten. Y si aprecio a los demás, no diré de ellos nada malo, sino que les trataré de la forma en que quiera que me traten.

Jesús dice que los hipócritas no entran en el reino de los cielos, y lo que es peor, tampoco dejan que otros entren (Mateo 23:13). Además les indicó a sus discípulos de no imitar el modo de ser de los fariseos, es decir, que no fueran hipócritas como ellos (Marcos 8:14-21).

Uno puede acostumbrarse a ser hipócrita, especialmente rodeado de hipócritas; pero la voluntad de Dios es que dejemos de lado la hipocresía y seamos personas de una sola cara. Es decir, gente de verdad, que no finge ante otros, que no habla mal de otros. Personas que hablen oportunamente sin temor, haciendo públicos los atropellos e injusticias de los que se supone velan por la seguridad y el bienestar de otros, pero sin caer en el escándalo y el exhibicionismo.

Dominar las sagradas escrituras, o tener alguna habilidad especial que nos distinga en un grupo, jamás debe ser ocasión de menospreciar a los demás, ni de manipularlos. Al contrario, quien tiene habilidades especiales o influencia en grupos de poder, debe usarlas para el bien de los menos afortunados, de los pobres, de los necesitados.

La hipocresía divide a las personas, hace grupos, separa. Pero delante de Dios todos somos iguales, todos valemos para Él la sangre de Su Hijo Jesucristo. Por todos Cristo murió en una cruz. El hecho de que muchos no acepten a Jesús como su salvador y señor no da libertad a los que sí lo hacen de menospreciar a los primeros y humillarlos, o de ser falsos con ellos.

La hipocresía es parte de la vieja naturaleza, la cual debe morir al emprender nuestro camino en el evangelio. Si reconoces que en ocasiones eres hipócrita, te insto a que en oración le pidas ayuda al Espíritu Santo para que de ahora en adelante rechaces todo intento de ser hipócrita una vez más. No intentes justificarte, la hipocresía es muerte espiritual, porque es andar en mentira. A Dios nadie lo puede engañar; puede que nosotros mismos nos justifiquemos, pero si somos hipócritas estamos dándole lugar a la mentira, la falsedad y la maldad. Por ende, estaríamos condenándonos a nosotros mismos.

Se puede vivir sin hipocresía, siendo de una sola cara, defendiendo solamente la verdad, obedeciendo a Dios en el mandamiento de amar al prójimo. Seamos gente verdadera, es decir, sin falsedad, sin engaño. Seamos humildes. Vivamos en integridad, desechando toda forma de hipocresía. Así como nuestro rostro sólo tiene una cara, del mismo modo nuestras palabras, pensamientos y acciones sean una sola, la verdadera, la real.