Salmos 147:3
El sana a los quebrantados de corazón,
Y venda sus heridas.
Las ciencias médicas están siempre en constante evolución. Mucho tiempo atrás no existía el conocimiento que ahora se tiene sobre muchas enfermedades y sobre la medicina, y todo esto cambia rápidamente. La forma de tratar enfermedades hace algunas décadas atrás en muchos lugares todavía era usando infusiones y bebidas preparadas con algunas plantas que tenían fama de poseer propiedades curativas. Hoy por hoy se puede considerar que la detección de enfermedades, su cuidado y tratamientos han evolucionando a tal medida que se puede prolongar la vida de un paciente, mejorando su salud, o al menos contrarestando algunos síntomas dolorosos. Pero con todos los avances de la medicina, aún no se pueden sanar corazones.
Ciertamente existe la especialidad de cardiología, y muchas otras especialidades derivadas. Se pueden hacer trasplantes de corazón, se pueden añadir herramientas diseñadas para mantener el ritmo cardíaco en caso de deficiencia, se pueden liberar arterias saturadas, todo esto bajo muchos riesgos, incluido el de la muerte. Pero la ciencia no puede reparar corazones rotos, es decir, heridos, dolientes, corazones que sufren por la muerte de un ser querido, quebrantados por situaciones inesperadas y desoladoras.
Una pierna rota se puede enyesar, pero ¿cómo se venda un corazón herido? Las personas pueden llegar a experimentar sensación de dolor físico en el corazón, causado por la tristeza al enfrentar tragedias y desilusiones, pero no hay analgésico que alivie esta clase de dolor.
Podría pensarse que la psicología puede recetar la medicina del corazón, pero más acertadamente es considerar esta rama de la medicina como especialistas en atender enfermedades de la mente, no del corazón. Se puede cambiar un riñón malo por uno bueno, pero ¿quién puede sacar un corazón malo, vanidoso, egoísta, y poner uno bueno en su lugar?
Afortunadamente sí existe alguien que puede sanar corazones rotos, heridos y quebrantados, alguien que puede vendar, restaurar, reparar. Es Dios, especialista en corazones. Y por supuesto que lo es. ¡Quién más facultado para reparar un corazón que aquel que lo hizo!
Cuando compras un aparato electrónico nuevo, siempre incluye un manual con las instrucciones adecuadas que te permitan saber cómo usarlo. El manual te indica cómo puedes identificar fallas, y eventualmente, cuando ocurran, qué es lo que debes hacer. Te detalla el voltaje en el cual opera adecuadamente y todas las precauciones que debes tomar en cuenta siempre que lo uses. Pero la gran mayoría de nosotros menospreciamos ese panfleto y nos saltamos la lectura detallada de su contenido, pasando a ver el dispositivo electrónico y encendiéndolo. ¿Puedes imaginar cuántas personas han echado a perder equipos electrónicos nuevos desde la primera vez que lo usaron, tan sólo porque no leyeron el manual?
Dios nos diseñó a nosotros, con todas las características que tenemos, incluyendo las más complejas. Y nos dejó Su Palabra por medio de las Sagradas Escrituras, para que supiéramos cómo vivir, cómo enfrentar situaciones difíciles. Pero muchos deciden no usar el manual, no consultar al Hacedor de todas las cosas, y dañan seriamente el corazón. Algunos daños pueden llegar a ser irreversibles, sobre todo si aún detectando el problema, nos rehusamos a buscar a quien en verdad lo puede solucionar.
Dios es especialista en corazones que sufren, el Salmo 147:3 dice de Él que «sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas». No existe ciencia, especialidad o facultad humana que haga lo que Dios puede hacer. Con todo, puedes tener de las personas útiles consejos para vivir mejor, pero Dios va más allá de las palabras, Él tiene el poder de hacer nuevas todas las cosas. Ezequiel 11:19 declara que Dios puede transformar el corazón completamente, pero al igual que para recibir atención del odontólogo hay que ir a la clínica de dentistas, así mismo para que Dios repare nuestros corazones debemos buscarlo.
Todas las enfermedades sentimentales y espirituales pueden ser reparadas por Dios. Si estás pasando por un estado emocional que mantiene triste y herido a tu corazón, te aconsejo que hagas la prueba, acércate a Dios, dale tu corazón (Proverbios 23:26), deja que Él haga los cambios que tu corazón necesita.
El corazón es el centro de todo, por eso Dios nos aconseja en Su Palabra que lo sepamos cuidar. Proverbios 4:23 detalla que del corazón mana la vida, es decir, del corazón brotan los deseos de vivir. Por eso debemos estar atentos al estado del corazón, evitando que se contamine con sentimientos malos, y alimentándolo con amor.
Las técnicas para entrenar a las personas a adoptar buenos hábitos puede cambiar el comportamiento del individuo, pero no el sentimiento del corazón. Dios, por medio de Su Palabra, nos dice cómo ser sanos del corazón. Primero nos invita a perdonar a todo aquel que nos hace daño. La mayoría de los sentimientos malos que hay en el corazón, son producto del resentimiento y del dolor ocasionado por alguien que nos causó algún daño. Segundo, nos enseña a qué se debe cada una de nuestras dolencias y heridas: si es por envidia, rencor, orgullo, miedo, etcétera; y después nos enseña cómo superar estas cosas que afectan al corazón. Tercero, nos da los métodos para fortalecer el corazón, a fin de evitar reincidencias. Cuarto, nos muestra Su voluntad, que es buena, agradable y perfecta, para que vivamos invirtiendo nuestro tiempo de la forma correcta.
El plan de Dios para sanar corazones varía de persona a persona, porque nos hizo únicos, y por ende, nuestras vidas, aunque puedan parecerse, son todas distintas. A Dios no le interesa atendernos rápido para sacarse la tarea de turno, como a muchos médicos hoy en día. Se toma el tiempo necesario con cada paciente, y permanece con cada uno durante el proceso de restauración.
Tu corazón no va a sanar porque te vayas de vacaciones, con un cambio de imagen, con postres, ni ningún antojo pasajero. El único que puede en verdad sanar corazones es Dios. Te animo a descubrirlo. No hay ser humano en la tierra que no necesite sanar una herida del corazón. Los que no tienen un corazón lastimado es porque ya Dios los sanó.