Mateo 9:16-17

Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan juntamente.

Estas palabras fueron dichas por el Señor Jesús a los discípulos de Juan el bautista, cuando éstos le reclamaron el hecho de que sus discípulos no ayunaban, en cambio ellos y los fariseos ayunaban muchas veces. Ante este cuestionamiento, Jesús les contesta con sencillez, indicando que no se puede estar en ayunos entre tanto que hay festejos, es decir, entre tanto que hay una celebración donde se supone que hay alimentos para consumir. Es razonable. Considera que preparas un banquete y llamas a tus invitados, y cuando ellos llegan no comen nada de lo que preparaste porque todos están en ayuno. ¿Acaso no sería completamente inoportuno? Además, tampoco se ayuna cuando se emprende una jornada de trabajo. Los discípulos estaban siempre con el Señor, andaban con Él a todas partes, y hasta cumplían misiones que Jesús les encomendaban.

Los discípulos de Juan el bautista habían sido enseñados de una forma; así como su maestro hacía muchos ayunos y se limitaba de comodidades, ellos seguían su ejemplo. Es el mismo patrón de comportamiento de los maestros anteriores, y de los fariseos, que hacían sacrificios del cuerpo, absteniéndose de alimentos; pero muchos de ellos sólo lo hacían en apariencia, para que vieran que ayunaban, sin que esta acción tuviera algún beneficio espiritual. Aquellos hombres ayunaban de la forma en que se les había enseñado, y para ellos las cosas debían ser así, no conocían otra forma de expresar su búsqueda y consagración a Dios.

Pero Jesús viene con una corriente nueva, con una enseñanza nueva; anteriormente se había tomado la palabra de la ley por su letra (2 Corintios 3:6), pero ahora Jesús muestra el espíritu de la ley, a fin de que todos encuentren vida en ella. Por eso, desde el comienzo de Su ministerio, Jesús enseñó acerca de todas las interpretaciones erróneas que se habían vuelto comunes en aquellos tiempos. Además Jesús acusó públicamente a escribas y fariseos de ser hipócritas, mostrando una espiritualidad y santidad falsa, una apariencia de piedad, pero que por dentro faltaban a todas las leyes establecidas.

Una de las principales enseñanzas del Señor Jesucristo explica que la evidencia de una verdadera vida en santidad son los frutos. Cada uno es conocido por sus frutos (Mateo 12:33); si mis acciones son santas y justas en lo íntimo, los resultados de ellas lo reflejarán.

Todos los ayunos y oraciones que se habían hecho no habían limpiado de tanta hipocresía a los grupos religiosos de autoridad en aquellos tiempos. Jesús en cambio, trabaja con un equipo que hace las cosas de forma distinta. Ellos no son tan diplomáticos, no usan tanto protocolo, no evitan las casas de los pobres, ni las casas de los que tienen fama de pecadores, ellos no hacen los rituales acostumbrados; pero todos ellos dan evidencia del poder de Dios, sanan enfermos, echan fuera demonios, declaran con poder las buenas nuevas de salvación.

En ningún momento Jesús anula la eficacia del ayuno, sino que la presenta como un método de fortalecimiento espiritual indispensable, útil cuando lleguen los días en que Él ya no esté con Sus discípulos. Además, se interesa en mostrar que ante un cambio inminente, que es la nueva estrategia de trabajo que Él desarrolla con Sus discípulos para el ensanchamiento del reino de los cielos, el uso de las prácticas viejas no dará resultado. Ni lo nuevo sirve para algo que está anticuado, ni lo viejo sirve para algo novedoso. Consideremos un ejemplo actual: no se puede ver una película de VHS en una laptop, ni se puede escuchar música mp3 en un toca-discos.

A las personas más adultas les resultó difícil en su tiempo adaptarse al uso de las computadoras, cuando éstas eran lo nuevo de la época; sin embargo, en la actualidad, es difícil imaginar algún proceso, desde los industriales y más complejos hasta los más comunes, que no requieran el uso de al menos una computadora. Del mismo modo, las corrientes nuevas difícilmente adoptan ideologías y prácticas del pasado. Las personas hoy en día casi no se mandan cartas escritas a mano, algo que era muy común antes, sino que usan el correo electrónico, o bien, redactan sus cartas usando computadoras.

El Señor Jesucristo presenta dos ejemplos complementarios, aunque ambos traen una idea independiente, juntos muestran una idea mucho más grande. Hablar de remiendo con tela nueva en vestido viejo es enfatizar la incompatibilidad entre las cosas viejas y las nuevas. Un pedazo de tela nueva no sólo tiene una contextura más fuerte, sino que el color es más intenso. La tela vieja del vestido se encuentra gastada y estirada, por tanto, hacer un remiendo con tela nueva será echar a perder todo el vestido. Con el ejemplo del vino nuevo en odre viejo, hace lo mismo, pero a la inversa, esta vez se trata de algo nuevo que usa un recipiente diseñado especialmente para contenerlo, pero que ya está usado y es viejo. El vino al fermentar dentro del odre causaba que éste fuera perdiendo resistencia, por lo que ya después de mucho uso, se corría el riesgo de que se rompiera. Considero que ambos ejemplos son complementarios porque el vestido representa lo de afuera, lo externo, como el odre, y el vino representa lo de adentro.

Todo cuerpo, organización o entidad está compuesto por dos partes, por así decirlo: la de afuera y la de adentro. Podemos ver a las personas, de qué forma andan vestidas, sus gestos al hablar, los lugares adonde van. Pero no podemos ver lo de adentro; no podemos ver sus órganos internos: hígado, corazón, estómago, etc., ni podemos ver sus pensamientos, intensiones o deseos. Lo de afuera es el vestido, es el odre, pero lo de adentro es el vino.

Jesús levanta una generación diferente a la de entonces, una generación sin hipocresía, una generación que abandona el legalismo y el protocolo para hacer lo verdaderamente importante; predicar el evangelio del reino de los cielos y hacer la voluntad del Padre. Se trata de un cuerpo renovado, transformado, diferente. Y para que sea diferente, lo debe ser tanto por fuera como por dentro. Años y años de hacer las cosas de la misma manera causarán siempre que se obtengan los mismos resultados.

Pero el concepto va más allá de hacer las cosas diferente. Es más bien una transformación completa, un cambio de mentalidad que lleve a ver las Sagradas Escrituras con una lupa espiritual que pueda encontrar los misterios escritos en esas palabras. Si hasta ahora vivir en constantes ayunos no había mostrado a nadie ninguna eficacia, y más bien eras más los hipócritas que se alejaban de la vida en santidad, entonces era necesario mostrar la ineficacia de tal estrategia y enseñar una completamente diferente.

Los grandes de la época estaban acostumbrados a los recibimientos ostentosos, las menciones de honor y los primeros lugares en los banquetes; Jesús les mostró que la grandeza no está en la apariencia, y que la mayor grandeza es la humildad. Comió con los rechazados, andaba en las calles con la gente y no esperaba los protocolos y trompetas para llegar a las casas donde se le invitaba.

Las personas distinguidas de entonces vestían ropas espléndidas y cumplían todos los rituales establecidos por las autoridades, pero Jesús se vestía como uno más, sin mayor distinción que la unción que en Él había, y aunque cumplía con toda la ley de Dios, estimaba por menos las añadiduras que se le habían hecho a los estatutos de Dios. Los maestros enseñaban en las sinagogas, Jesús también, pero además enseñaba en las calles, en las plazas, en los montes, en el desierto, en la playa. Los religiosos estaban siempre buscando el error de los demás, Jesús encontraba siempre las virtudes de la gente.

El discípulo hace lo que ve hacer a su señor, por tanto, los discípulos de Jesús siguieron Sus enseñanzas, dadas tanto por Sus palabras, como por Su ejemplo. Jesús dio testimonio de una palabra de autoridad respaldada con una vida santa que practicaba verdaderamente la ley de Dios y Su voluntad. En cambio los escribas y fariseos, aunque enseñaban la ley de Dios, no la practicaban, por lo que sus enseñanzas no tenían ninguna autoridad. Por eso Jesús les dijo a Sus discípulos que hicieran como ellos enseñaban, pero no como ellos hacían (Mateo 23:3).

Cada época requiere una estrategia diferente, otros métodos y planes nuevos. Es necesario entonces que identifiquemos si es tiempo de renovarnos, de cambiar. Si por años has tratado de logra algo haciendo siempre lo mismo, y no lo has obtenido, considera la posibilidad de intentarlo una vez más, pero con una estrategia diferente. El cambio siempre es posible. Jesús puede hacer nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21:5), pero si te resistes al cambio manteniendo siempre vestiduras viejas, viejas maneras de pensar, entonces no lograrás experimentar lo nuevo que Dios quiere hacer en tu vida, que es lo que realmente necesitas.

Nota que para lo exterior Jesús usa un objeto reemplazable, el vestido y el odre. No se trata de una mudanza de piel, sino una renovación de nuestra manera de pensar, ya que siempre actuaremos exteriormente basados en la forma en que pensamos. Jesús viene con un vino nuevo, el vino del Espíritu Santo, y a menos que estemos dispuestos a cambiar las vestiduras viejas por nuevas, corremos el riesgo de echar a perder la unción que Dios ha puesto en nosotros. El cambio de vestiduras es una decisión, es una renuncia a las viejas prácticas, a las viejas formas de pensar (Efesios 4:22-24). Es algo que podemos hacer tanto en lo exterior como en lo interior. Así como podemos cambiar de ropas, podemos cambiar de pensamientos. Si antes era común para mí decir groserías, para cambiar mi lenguaje renuncio a las groserías y las sustituyo por palabras agradables, honestas y bien intencionadas. Si antes decía mentiras, ahora digo siempre la verdad, aún cuando ésta me comprometa. Si antes veía lo terrible de los problemas y me quejaba de ellos, ahora veo en ellos oportunidades para crecer y adquirir experiencia.

Jesús ha venido a hacer cambios, no a dejar las cosas de la misma manera. Por ende, aunque nos ama hoy, a pesar de cómo somos, nos demanda un cambio, una decisión comprometida de obediencia. Si no hay tal cosa, entonces en realidad no le seguimos, o le seguimos de largo.

Convierte este tiempo en un tiempo de cambio, toma la oportunidad que Dios te da entre tanto que estás vivo para tener una verdadera transformación. Se nuevo por dentro y por fuera. Jesús con Su amor, demostrado en una cruz, ha venido para que tengas vida abundante, la cual sólo puedes disfrutar si cambias tu manera de pensar, lo cual puedes lograr haciendo lo que Él te enseña por medio de Su Palabra. Haciendo así, entonces vendrá un nuevo tiempo para tu vida. ¿Te animas a vivir algo nuevo en tu relación con Dios? Espero que tu respuesta sea «Sí».