Éxodo 8:9-10
Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que solamente queden en el río. Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: Se hará conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios.
Cuando el pueblo de Israel estaba esclavizado en Egipto, Dios envió al profeta Moisés para que los sacara de ahí y los llevara a la tierra prometida a los padres de esta nación. Debido a la dureza del corazón de Faraón, quien se resistía a dejar ir libres a sus esclavos israelitas, Dios manifestó su poder enviando diez plagas a Egipto. La segunda de esas diez plagas fue una proliferación de ranas en aquella región, de modo que habían ranas por todos lados. Para deshacerse de las ranas, Faraón mandó a llamar a Moisés y a su hermano Aarón y les pidió que oraran para que las ranas fuesen quitadas a cambio de dejar ir libre al pueblo. Cuando Moisés preguntó a Faraón cuándo quería que ellos oraran para que se fueran las ranas, él les contestó «Mañana».
Si tan desagradable le eran las ranas, ¿por qué no pedirles que oraran inmediatamente? Pasar una noche más con las ranas implicaba soportar el ruido de todas ellas y la incomodidad de sus saltos, su molesta presencia y su olor. Que las ranas fueran quitadas inmediatamente significaba dejar ir al pueblo de Israel esa misma noche, pero para prolongar esta salida, Faraón decide esperar un tiempo más.
Aunque realmente pasó este evento en la historia del pueblo de Israel cuando estaban en Egipto, a pesar de que muchos pongan en tela de juicio su veracidad, circunstancias como éstas siguen ocurriendo hasta nuestros días, ya no con ranas, pero sí soportando un tiempo más el fastidio de una plaga, pudiendo dejarla inmediatamente. Me refiero a la permanencia de un sufrimiento innecesariamente, quizás pensando que haciendo así haremos sufrir a alguien más, o le perjudicaremos, cuando los más perjudicados somos nosotros.
Se pasa una noche más con las ranas cuando sabiendo que debemos perdonar a todos, mantenemos odio, rencor y resentimiento contra alguien que nos hizo daño. Esa persona nada sabe de lo que sentimos, y lo más probable es que hasta olvidara que nos ofendió, y nosotros por dentro guardamos odio, detestamos la sola presencia de esa persona, y evitamos hablarle.
Pasamos una noche más con las ranas cuando retenemos a la fuerza a alguien, entendiendo que un día se irá, y entre tanto llenamos el espacio de tiempo con malos momentos que quedarán para la eternidad en la memoria. Pueden ser los hijos, que al crecer alzarán el vuelo; es ilógico pensar que se quedarán con los padres toda la vida. A pesar de esa verdad, muchos padres exasperan a los hijos. Puede ser un novio infiel, sabes que la relación no es buena, que no te ama, pero mantienes vivo ese vínculo. O lo contrario, sabes que no quieres a tu pareja, que no sientes amor por ella, pero decides permanecer junto a ella, quizás por costumbre aunque el ambiente sea hostil, quizás por evitar la crítica, sin valorar que hubiese maltrato, indiferencia, o conflictos. De una u otra forma, es pasar más tiempo con una relación que no va para ningún lado, que sabes que debe terminar, que un día se romperá, que no hay amor, y conservarla por un tiempo más, aunque eso signifique sufrir el tiempo que dure.
Pasamos una noche más con las ranas cuando nos angustiamos por algo que no podemos evitar, reaccionando de forma inapropiada en el trato con los demás. Sabemos que no depende de nosotros el resultado, y que nada de lo que hagamos cambiará la situación, aún así actuamos indebidamente.
La razón de pasar una noche más con las ranas es una mala actitud. Puede ser por dependencia, por venganza, por una estima baja, por orgullo, por soberbia. En otras palabras, no hay forma de justificar quedarse con la ranas un minuto más.
Una verdad más que encontramos en este pasaje es que la salida ante una dificultad como ésta es la oración. Analicemos el contexto: se trata de conservar por capricho una molestia que podría no estar si tan sólo la dejamos ir, si abandonamos la actitud incorrecta. Es difícil admitir que estamos en un error cuando nuestras acciones son motivadas por una actitud incorrecta. Pero cuando nos disponemos a orar, reconocemos que no podemos hablar con Dios manteniendo una actitud incorrecta. Sería insólito acercarnos a Dios para pedirle que nos ayude maquinando una venganza, o para justificar la envidia.
Es indudable que al acercarnos a Dios en oración, el nos revela nuestras malas actitudes a través de Su Espíritu Santo. Postergar una oración hará que mantengamos una mala actitud que nos envolverá con las molestias que traiga consigo.
Identifica si hay plaga de ranas en tu vida, si hay incomodidades, dificultades y tormentos que te desesperan, vecinos hostiles, ambiente de pleitos, vergüenza, necesidades. Evalúa si estás actuando de forma inapropiada, producto de una mala actitud. Si ocurre que estás en esta clase de situación, deshazte de las ranas cambiando de actitud. Desarrolla el buen hábito de hablar con Dios, Él te mostrará si lo que vives es producto de una mala actitud, y te mostrará cómo puedes corregirla.
Si mantienes el hilo de lo que has leído, notarás que no se trata de que va a llegar un día en que serás completamente feliz, sin ninguna clase de dificultad o aflicción. Estas cosas son parte de la vida. De lo que se trata es de acabar con la plaga que se mantiene cuando uno conserva una mala actitud.
Una cosa es pasar por una prueba, lidiar con una tragedia o ser víctima de eventos inesperados o personas mal intencionadas, pero otra es tener la actitud incorrecta en estas circunstancias haciendo las cosas peor. Te invito a meditar en ello. No tienes que esperar hasta mañana.
Hoy es un buen día para dejar de soportar a las ranas. Deja que Dios te hable mientras oras. La oración es un diálogo con Dios, no un monologo. Tu tiempo de oración con Dios permitirá que descubras si has estado actuando incorrectamente. Tan pronto como abandones una mala actitud y la sustituyas por una buena, la plaga de ranas se irá.