Éxodo 4:8
Si aconteciere que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera.
Vivimos en constante comunicación, a tal punto que es insólito imaginarse la vida sin el nivel tecnológico hasta ahora alcanzado. Nadie querría quedarse sin su teléfono, o que desaparezca el internet. Es tan indispensable la comunicación, que el ser humano ha logrado desarrollar mecanismos de comunicación universales, superando con ello las barreras de la distancia y el idioma. Se usan convenciones o normas estándares reconocidas de forma generalizada para comunicar algo. Y así como las personas quieren comunicarse unas con otras, también Dios quiere comunicarse con nosotros.
La comunicación va más allá de las palabras. De hecho, en muchos casos, las palabras más bien afectan la comunicación. Comunicarnos es transmitir información, y puede hacerse de forma directa o indirecta. Solemos hacer gestos con el rostro para transmitir información acerca de nuestro estado de ánimo o una emoción momentánea. Realizamos movimientos con las manos o con todo el cuerpo para dar a conocer algo a otras personas. Estas cosas y muchas otras son señales, son formas de comunicarnos, que con el uso las vamos entendiendo y enseñando a otros, hasta que todos la entienden sin mayor explicación.
También hay señales gráficas que sirven para dar información, motivar a una acción, o prevenir de una situación. Las señales de tránsito, por ejemplo, son conocidas internacionalmente para regular el tráfico; la obediencia a las leyes establecidas en esas señales, o la consideración oportuna de la información que transmiten, ayudará a conducir de forma segura y evitar accidentes. La luz verde del semáforo indica que el vehículo puede continuar la marcha, la luz amarilla indica que está próximo a hacer un cambio a rojo, por tanto, debe detener la marcha si considera que no podrá pasar oportunamente, y la luz roja obliga al conductor a detenerse hasta esperar su luz verde.
Hay señales por todos lados, rótulos luminosos, marcas en el pavimento, señales de tránsito. Todas ellas transmiten algo que nosotros podemos entender. Eso quiere decir que las señales hablan, tienen voz, dicen algo. El tablero del vehículo puede decirte que debes bajar cambios, que el motor se está calentando, o que te estás quedando sin combustible. El cuerpo también da señales de cambios internos, como la resequedad en la piel producto de problemas en el hígado, o los cambios físicos que se experimentan en la pubertad.
Entonces las señales son parte de la vida cotidiana. Saber entender y usar las señales hará más efectiva la comunicación entre las personas, algo muy necesario en estos tiempos. Saber entender las señales de Dios hará que vivamos una vida exitosa en lo que a Su perfecta voluntad se refiere.
Dios tamién da señales para transmitir información a las personas. Desde la creación estableció señales para las estaciones, los tiempos, el día y la noche. Puso una señal en Caín para que no lo mataran (Génesis 4:15). Determinó la existencia del arcoiris para que recordemos que Dios no destruirá nuevamente toda la creación por medio de inundación, como lo hizo con aquel diluvio (Génesis 9:13). La cruz es una señal de amor infinito. La destrucción de Sodoma y Gomorra es una señal del castigo a los paganos, así como la redención de Nínive es una señal del perdón de Dios cuando hay arrepentimiento genuino.
Aún en nuestros días Dios sigue hablando por señales, sólo que para reconocer estas señales debemos abrir los ojos y oídos espirituales. Una mente cerrada a la existencia de Dios negará toda manifestación de Él si no se puede comprobar científicamente, pero la ciencia sólo puede demostrar los hechos naturales, no los sobrenaturales, y Dios es sobrenatural. El creador de todas las cosas no puede ser medido por Su creación.
Las señales de Dios son claras, no dan lugar a confusión, siempre y cuando haya en nosotros un deseo verdadero y comprometido en obedecerle, porque de otro modo pondríamos excusas para no seguir y obedecer el llamado que las señales confirman y ratifican. Ante una zarza ardiendo que no se consumía, Moisés fue llamado a liberar a Israel que estaba esclavo en Egipto, pero puso por excusa ser tartamudo, y el temor de no ser escuchado ni siquiera por su propio pueblo. El profeta Isaías confesó que tenía labios inmundos, y se consideró indigno de contemplar las señales delante de él (Isaías 6:5). El profeta Jeremías creyó que por ser muy joven no podría ejercer su llamado con autoridad (Jeremías 1:6). Eso quiere decir que muchos, aún viendo las señales, son tentados a resistirse al llamado, a poner excusas para no actuar conforme a la información que estas señales transmiten. ¿Cuál sería tu excusa ante la señal que Dios te da acerca de las misiones que Él quiere que tú cumplas?
Dios puede mandarte muchas señales. Cuando no hagas caso por la primera, te enviará la segunda. Si no atiendes a la segunda, te enviará la tercera. Y así sucesivamente, hasta que entiendas que Él no renuncia a ti. Tú puedes darte el lujo de renunciar a Dios, pero eso puede costarte la vida eterna y condenarte para siempre en un lugar de castigo, que nunca fue pensado para ti, pero que es el destino de todos los desobedientes. Pero atendiendo con diligencia las señales, aseguras una vida abundante, entendiendo que abundancia va más allá de las cosas materiales. Se puede tener todo lo material y carecer de paz, entonces eso ya no es vida. Dios llenará tu vida más allá de tus expectativas, si atiendes con diligencia Sus señales.
Aunque Dios puede hablarte con voz audible si lo desea, no te limites a esperar que eso pase, porque puede que decida no hacerlo.
Dios puede mostrarse a tu vida como sonido de trompeta, como nube, como llama de fuego. Y también lo puede hacer como un viento suave y apacible (1ra Reyes 19:11-13). Nuestra mente no puede limitar a Dios. Por eso, no pretendas establecer tú la forma en que Dios te habla. Mejor pídele que te enseñe a discernir Sus señales.
Puedes experimentar todo el poder de Dios en tu vida cuando crees en Él, cuando le crees a Él, y cuando atiendes a Sus señales. Todas las señales de Dios hablan, te hablan, te dicen algo. Es hora de aprender a entender las señales para que nuestras vidas sean un reflejo de la perfecta voluntad de Dios. Si aún no lo has intentado, ¿qué puedes perder? Escuchar la voz de las señales te ayudará a entender y a actuar adecuadamente viviendo una vida que agrada a Dios.
Pido a Dios que nuestros ojos espirituales sean abiertos para ver las señales que Dios nos envía, pido que nuestros oídos espirituales se abran para escuchar la voz de las señales de Dios. Puede que hayan otras señales necesarias y urgentes, pero ninguna de ellas es más importante que las señales de Dios.