Mateo 16:15
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Todos los cristianos luchamos contra el gigante del orgullo, para poder alcanzar el carácter de Cristo en humildad y mansedumbre. Sin embargo, es importante conocer y valorar la forma en que las demás personas nos ven, especialmente las más cercanas. En el versículo de este devocional, el Señor Jesús le pregunta a Sus discípulos: «¿quién decís que soy yo?». Él quiere saber de qué forma se refieren Sus discípulos en relación a Él, qué nombre utilizan para referirse a Él cuando no está, cuando comparten entre ellos alguna opinión o comentario. Lejos de pretender alimentar Su ego, el Señor Jesús indaga acerca de cómo lo ven Sus propios discípulos, Él quiere saber quién es Él para los que andan con Él. Y creo que tú y yo debemos estar interesados en saber cómo nos ve la gente, y cómo nos ven la familia y los amigos. Pero también debemos tener muy claro nuestro concepto acerca de Jesús.
Hay personas para quienes nosotros somos insignificantes. No representamos nada en sus vidas. Somos anónimos, inexistentes, no nos ven. No somos parte de sus círculos sociales, y por ende les dará igual que estemos o no en cualquier lugar. No estamos en sus listas de amigos de Facebook, no usamos los mismos medios de transporte, no vamos a los mismos lugares, y si nos ven, no recordarán que alguna vez nos cruzamos en determinado lugar. No nos recuerdan. Para estas personas no somos nadie, a menos que vean algo diferente y especial en nosotros.
Jesús era un ser humando caminando por las calles, plazas y caminos de aquellas ciudades, y como muchos otros, predicaba, anunciando mensajes de parte de Dios, pero Él tenía algo especial, algo que lo hacía distinguirse entre tantos; Él tenía unción. La gente podía notar que Él era diferente, porque ninguno otro hacía las señales y prodigios que Jesús hacía. Debemos reconocer por tanto, que fuimos llamados a cambiar al mundo, no a ser parte de él. La gente debe ver algo diferente en nosotros. Si no lo ven, quizás, y sólo quizás, es que no somos diferentes. Aún cuando lo negara, la gente podía ver en Pedro que era diferente, se parecía a Jesús en su modo de hablar; el mismo cambio debe haber en nosotros, en nuestro modo de hablar, de caminar, de pensar, y hasta de vestir.
Cuando la gente veía pasar a Jesús, o cuando le escuchaban hablar, se hacían una idea de quién era Él. Muchos pensaban que era un profeta como Elías, como Juan el Bautista, como Jeremías. Los profetas eran mensajeros de Dios, enviados a declarar una palabra específica de parte de Dios para Su pueblo. Pero Jesús es más que un profeta, es el Hijo de Dios. Es indispensable que las personas sean vistas como lo que son, para poder cumplir el propósito para el que son enviados. Moisés fue enviado como libertados en tiempos de esclavitud, guió a más de medio millón de personas, quienes no lo habrían seguido si no hubieran aceptado su liderazgo. Siendo aún muy joven, Salomón comenzó su reinado, pero su sabiduría fue obvia, y por ello la nación se sujetó a él.
Jesús le pregunta a Sus discípulos acerca de cómo lo ven ellos a Él. Imagina que en privado algunos de ellos comentaran que Jesús era un ridículo, un hombre débil, un hombre sin visión, ¿acaso le habrían seguido dejándolo todo? ¿Acaso hubieran cambiado sus vidas para seguir a alguien que pareciera no saber para dónde va? Pienso que no. La personalidad de Jesús seguramente era increíble, extraordinaria. Imagina una sesión privada con el Señor, recibiendo Sus enseñanzas directamente, o mejor aún, hablando de tú a tú acerca de cualquier cosa de la vida, un acontecimiento, una anécdota personal. Los discípulos ya a estas alturas habían tenido experiencias personales con Jesús que les definió a cada uno el concepto de quién era Jesús para ellos.
Si Jesús les hubiera hablado con duda acerca de Su llamado, no lo habrían seguido. Si hubieran visto que Él hablaba una cosa y hacía otra, lo hubieran abandonado. Si hubieran menospreciado Su autoridad, no le hubieran obedecido. Pero en todas las cosas que Jesús les habló, les dio ejemplo con Su propia vida. Eso hizo que estos hombres y mujeres que se relacionaron con Él transformaran el mundo, recibiendo y ejecutando la Gran Comisión. Fue tal el impacto de esa relación que mantuvieron por casi tres años y medio de ministerio, de comunión, de convivencia, que hasta el día de hoy el esfuerzo de esos hombres y mujeres santos sigue dando frutos. Con el tiempo muchas teorías surgen para influenciar las sociedades, pero así como nacen, mueren, pasan. Sin embargo, la influencia de Jesús en la vida de aquellas personas a Su alrededor, sigue vigente y viva, activa, ha perdurado por siglos.
Las personas fracasan en su relación con Dios porque tienen conceptos equivocados acerca de Dios. Déjame decirte lo que Dios NO es: Dios no es un amuleto de la buena suerte, que tomas cuando quieres que algo te salga bien, y dejas si no necesitas nada. Dios no es el genio de la lámpara mágica, que saldrá cuando la frotes para que te cumpla tres deseos. Dios no es un tirano castigador, en busca de pecadores a quiénes condenar al infierno por la eternidad. Dios no es un padre irresponsable que deja que Sus hijos hagan lo que quieran sin corregirlos. Dios no es un dios chiquito, que sólo pueda hacer unas pocas cosas no tan relevantes. Dios no es un vendedor de milagros que puedas comprar. Dios no es un ser lejano, distante, incapaz de comprender las debilidades humanas. Dios no te odia. Dios nunca se olvida de ti. Dios nunca te pedirá más de lo que puedas dar o hacer. Dios no te obliga a nada.
Cuando no entendemos el amor de Dios, Su justicia, Su propósito para nuestras vidas y Su perfecta voluntad, es fácil tener un concepto equivocado. Si esperas que Dios haga todo un espectáculo de prodigios y milagros para poder convencerte de que es poderoso, simplemente no lo hará. Cuando Jesús fue llevado ante el rey Herodes, éste le pidió que le hiciera algún milagro. Delante de Herodes estaba un hombre físicamente en mal estado, probablemente débil, ya había sido azotado por los guardias del tempo y por los soldados romanos. Pero Jesús no satisfizo la curiosidad de Herodes. No esperes que lo haga contigo. No tientes a Dios; éste es uno de Sus mandamientos. La incredulidad nos lleva a pedir milagros para convencernos. No pidas milagros para convencerte de quién es Jesús para ti. Pídelos conforme a alguna necesidad en específico, como producto de tu fe en Dios. La curiosidad no produce milagros, es la fe la que produce los milagros.
¿Quién es Jesús para ti? ¿Es un carpintero de Nazaret que cambió el martillo y la madera para predicar lindas filosofías? ¿Es un profeta más enviado a predicar un mensaje de parte de Dios? ¿Es un maestro destacado cuyas enseñanzas aún se estudian y que ha influenciado a muchos eruditos? ¿Es un hombre asombroso con poder sobrenatural, todo un espectáculo? ¿Es un revolucionario que quiso cambiar al mundo sin armas físicas y terminó muerto por los suyos? ¿Es un gran personaje histórico que dio origen a una gran controversia hasta el día de hoy? ¡Vaya! En realidad hay muchos conceptos acerca de Jesús, pero no todos son verdaderos.
Porque la Palabra de Dios lo enseña, y la experiencia de los primeros apóstoles no ha allanado el camino, ahora podemos decir con certeza que Jesús es el unigénito Hijo del Dios verdadero, el que vino por encargo del Padre a mostrarnos el camino verdadero y la forma para entrar al reino de los cielos. Jesús es luz, es camino, verdad y vida, es la puerta, es el buen pastor, es el labrador, es la Palabra. Jesús es amigo, es abogado, es mediador, es sacerdote, es compañero. Es el Cordero inmolado, el León de la tribu de Judá. Jesús es el mesías prometido, el único que puede abrir los sellos, el general del ejército celestial, el Rey de reyes y Señor de señores. Tú y yo hemos experimentado algunas de estas declaraciones acerca de Jesús en nuestras vidas.
El concepto que tengamos acerca de Jesús determinará la forma en que nos relacionamos con Él. ¿Quién es Jesús para ti?
Toma un tiempo al terminar de leer esto, para hablar con Jesús y decirle lo que Él es para ti. Yo oro para que Él nos revele mucho más de lo que hasta ahora hemos podido comprender acerca de quién es Él. Pido a Dios para que tú y yo conozcamos cada vez mejor a Dios, a Su Hijo Jesucristo y al Espíritu Santo.