Romanos 12:3
Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
¿Qué piensas acerca de ti mismo? Es importante que tengas un concepto de ti mismo, que puedas saber quién eres, cómo eres, que te conozcas mejor que nadie, o al menos, lo más que puedas. Ciertamente debido a lo estrecha de la relación en el matrimonio, las parejas terminan conociéndose bastante, a tal punto que pueden predecir las respuestas, gustos y reacciones del otro, o saber cómo se sienten con solo mirarse. Pero más importante que alguien como tu esposo o esposa te conozca, es que tú te conozcas profunda y verdaderamente.
El capítulo 12 de la carta del apóstol Pablo a los romanos enumera una lista de deberes que como cristianos debemos cumplir, y sorprendentemente el conocernos a nosotros mismos está ahí, en esa lista. Dice textualmente: «Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno».
Pareciera que en aquellos días habían muchos pavos reales por ahí, presumiendo de dones y talentos extraordinarios, a quienes se le subía el ego a la cabeza y se jactaban de ser superiores a los demás. Cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia. Lo cierto es que cada cristiano debe tener un concepto de sí mismo, definido dentro del marco de la cordura, basado en la fe que Dios puso a cada uno.
El apóstol Pablo introduce este aspecto con todo un preámbulo, y creo que recurre a esta antesala para presentar este deber, anticipando que muchos menospreciarían este deber. Él dice «por la gracia que me es dada»; creo que trata de decirnos: «he recibido esto de parte de Dios», e incluso, más fuerte aún: «yo que en otro tiempo tenía un concepto errado de mí mismo, y que he podido entender por medio de Cristo que fue necesario replantearme la definición que tenía para crear una nueva, conforme a los propósitos de Dios en mi vida». Me atrevo a suponer esto porque el mismo apóstol Pablo se estimó a sí mismo el más insignificante de todos los siervos de Dios, no sin antes enumerar todas las cosas de las que antes se jactaba.
Si había uno entre todos los apóstoles de entonces que tuviera de qué jactarse, ese era Pablo (Filipenses 3:5). Pero cuando entendió que ese concepto que tenía de sí mismo no servía para nada a los propósitos de Dios, se sacó el vestido de pavo real y se puso un vestido de humildad, renunció a toda gloria humana para recibir vestiduras de salvación y gloria divina y eterna. Una de las enseñanzas recurrentes del apóstol Pablo es la renovación de la mente. Reiteradas veces recalca la necesidad de que cambiemos nuestra manera de pensar para ir acercándonos a la verdadera identidad en Cristo. Y eso incluye el concepto que tenemos de nosotros mismos.
Pablo recibe gracia para ser apóstol, y el apóstol es aquel que es enviado para edificar, para construir, para formar, para guiar. Según el llamamiento que recibe el apóstol Pablo, escribe esta carta a todos los cristianos de Roma y les enumera los requisitos que cada uno de ellos debe cumplir. Esto es doctrina. Dios nos ama, sin importar cómo somos, pero quiere que cambiemos para ser como Su Hijo Jesucristo, para parecernos a Él. Es por eso que el concepto que tenemos de nosotros debe pasar por valoración periódicamente, y hacer los ajustes necesarios para cumplir con este objetivo.
Nadie puede decirte quién eres tú: aún si lo supieran, si tú no lo crees, por más que te lo digan, tú no lo recibirás como verdad para tu vida, porque no lo aceptas. Es necesario que entendamos que la definición que nosotros tengamos de nosotros no puede partir de lo que los otros piensan acerca de nosotros. Nuestro concepto es lo que nosotros pensamos acerca de nosotros mismos, es lo que nosotros creemos que somos. Puede que te conozcas muy bien, o puede que sólo te dejes llevar por lo que dicen los demás. ¿Cuál es tu caso?
Responder con frases como: «yo soy una buena persona porque no le hago mal a nadie», «yo no tengo grandes aspiraciones porque soy humilde», «yo soy una persona sencilla que me conformo con lo que Dios quiera darme», «yo soy un siervo inútil porque apenas y hago algo bueno para la obra del Señor», o «yo soy insignificante porque aquí el único que importa es Dios»; parecen muy ungidas, y declaraciones altamente llenas de aceptación. Pero si detrás de eso se esconde el orgullo, el miedo, la envidia, la pereza, la falta de compromiso, o la falta de temor a Dios, frases como estas o son excusas para no involucrarse en la obra del Señor, o son mera hipocresía.
De conformidad a la revelación dada por Dios al apóstol Pablo, es necesario que cada cristiano tenga un concepto adecuado de sí mismo, que aunque en el texto habla de que no debe ser más alto que lo que debe tener, tampoco debe ser más bajo. Tener un concepto bajo de sí mismo puede ser falsa humildad, hipocresía o desconocimiento. La falsa humildad es orgullo, la hipocresía es falsedad, y el desconocimiento es ignorancia. Al final, llegamos a la conclusión que no tener un concepto adecuado de nosotros mismos termina siendo producto de un pecado.
Quizá hasta ahora no hayas tomado tiempo para pensar acerca de esto. Generalmente andamos definiendo a las demás personas: éste es un mentiroso, el otro es un charlatán, en éste ni confíes, aléjate de aquel que un embustero, puedes confiar en estos porque se que son leales, el otro es justo, la otra es respetable, estos son verdaderos amigos. Pasamos tanto tiempo analizando y definiendo a otros, que olvidamos analizarnos y definirnos a nosotros. Puede ser que en lo íntimo reconozcamos alguna debilidad y queramos evitar defraudarnos de nosotros mismos. Pero identificar una debilidad no debe ser nunca una razón para decepcionarnos de nosotros, sino de corregirla, de enmendarla, de hacer de esa debilidad una fortaleza.
Pensar sólo cosas buenas de nosotros puede ser tan peligroso como pensar sólo cosas malas. Ambos son extremos, y los extremos son siempre malos. Proverbios 4:27 dice que no nos vayamos a los extremos, que no nos vayamos a la derecha o a la izquierda, nuestro caminar debe ser recto. Debes encontrar un balance en tu propia definición. Una definición pobre acerca de sí mismo puede reflejar una estima equivocada, es la evidencia de una estima enferma, baja, inapropiada. Las personas que tienen un concepto muy bajo de sí mismos dirán frases como: «yo no sirvo para nada», «cualquiera es mejor que yo», «nada me sale bien», «soy un inútil». Lo más interesante de todo esto es que nada de eso es cierto, y uno lo sabe, pero al creerlo, hace que parezca como si fuera cierto, pero no lo es.
El verso que consideramos tiene la respuesta para poder tener un concepto adecuado acerca de nosotros mismos. Dice el verso al finalizar: conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. Necesitas encontrar tu concepto a la luz de la fe, a la luz de Dios. Sólo podrás conocerte a ti mismo, y descubrir quién eres, cuando puedas verte con los ojos que Dios te ve. Repito y parafraseo la idea de otro: tú no eres lo que los demás dicen que eres, tú no eres lo que crees que eres, tú eres lo que Dios te hizo ser. Para conocer quién eres debes conocer lo que Dios quiere que seas, porque existes exactamente para eso, y mientras tu concepto no sea ese, estarás en el camino equivocado.
Si hay algún mal hábito, una manía, un comportamiento inapropiado, que te haga definirte como una persona mala, rebelde, indigna de la gracia de Dios, si aún mantienes algunos pecados, por pequeños que te parezca que sean, sácalos, cambia tu vida, cambia tu actitud. Que al definirte a ti mismo puedas decir para ti cosas que te llenen de satisfacción, y no de auto-justificación. Puedes hablar de tu concepto como un proceso. Por ejemplo puede que digas: por el momento soy una persona débil a causa de las heridas que me han causado, pero estoy construyendo en mí una persona fuerte por medio del amor y del perdón. Tomo este ejemplo para ilustrarte que odiar a alguien y guardarle rencor por el daño que nos hizo hace de nosotros personas desobedientes a la voluntad de Dios. No hay modo de que tengamos un buen concepto de nosotros mismos si odiamos y tenemos deseos de venganza. Las personas no son débiles, pueden escoger quedarse débiles pero eso no significa que lo sean. La debilidad es un estado temporal producto de un agente debilitante, pero esto se acaba cuando se usa un agente vivificante, que fortalezca.
Hay una gran diferencia entre ser y estar. Las personas pueden estar débiles por un momento, sin que eso signifique que sean débiles. Las personas pueden estar tristes por algo, pero eso no significa que son personas tristes. No te definas en base a tus circunstancias, porque todas las cosas pasan. Pasa el éxito, para la fama, pasan las riquezas, para la juventud, pasa la vergüenza, pasa la gloria, todo pasa. Pero lo que eres a los ojos de Dios no cambia nunca.
Aprovecha tu próxima cita con Dios para pedirle que te ayude a verte a ti mismo, para identificar cualquier actitud que deba ser corregida, cualquier pecado del que debas arrepentirte, cualquier área en la que debas mejorar, a fin de re-definirte cada día como una persona que se va acercando al modelo de Cristo. Piensa de ti con cordura, balanceada y equilibradamente. Encuentra tu propia definición a la luz de los ojos de Dios.