Mateo 8:13
Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora.
Un centurión romano buscó a Jesús para pedirle que sanara a su criado que estaba paralítico. El escritor del evangelio según San Mateo lo narra en el capítulo 8, versículos del 5 al 13. Jesús tenía toda la disposición de ir a la casa del centurión, pero éste no se halló digno de recibirle en su casa, por lo que le pidió a Jesús que diera la orden de sanidad para aquel criado, y con eso bastaría para que fuese sano. Esta confesión de fe maravilló a Jesús, quien dijo de aquel centurión: «ni aun en Israel he hallado tanta fe».
Aquel centurión salió de su casa en busca de Jesús, luego de haber oído hablar de las sanidades increíbles y sobrenaturales que Jesús hacía. Estaba completamente convencido de que por medio de Jesús su criado sanaría. Teniendo recursos, no insistió en la medicina convencional, seguramente habiéndolo intentado, sin ver ninguna mejoría. Algo poco común en esta historia es que aquel hombre de guerra, soldado romano, ahora centurión, es decir, a cargo de cien soldados, estuviera tan interesado en encontrar una cura para la enfermedad de su criado. Seguramente le apreciaba mucho. Hay personas que desarrollan un aprecio genuino hacia sus colaboradores inmediatos, que aún estando en condición de superioridad, demuestran su afecto con esmero, especialmente atendiendo las necesidades de ellos.
Ciertamente la generosidad, el humanismo, el amor, y muchas otras virtudes ya son parte del ser humano. El no ser cristianos no significa necesariamente carecer de virtudes, solamente que no se tienen otros valores como el temor a Dios, la obediencia a Su Palabra, y la esperanza de la vida eterna. Ese centurión no era judío, pero con sólo oír hablar de Jesús, creyó que Él podía sanar a su criado.
Al finalizar el dialogo entre el centurión y Jesús, quedó registrada una declaración pequeña, pero poderosa, un principio que rige la vida de todo ser humano: «como creíste, te sea hecho». Esta afirmación expresada por el Señor Jesús revela una verdad que se aplica a cualquier área de la vida, puesto que hay fuerza en lo que creemos, así sea cierto o no. Es decir, muchas veces creemos cosas que no son ciertas, pero la fuerza de creerlas, las hace ciertas para nosotros. Si pedimos algo, pero estamos convencidos de que no lo vamos a recibir, al final, no lo recibimos, porque no estamos dispuestos a creer lo contrario. Esto de creer es tan fuerte, que puede ser usado tanto para lo bueno como para lo malo. Generalmente actuamos según creemos, sea de forma positiva o negativa.
Una creencia equivocada puede arruinar nuestra vida sin que nos demos cuenta al principio, por eso es necesario evaluar las cosas en las que creemos, y tener la sensibilidad de reconocer si estamos creyendo de forma obsesiva en algo equivocado. La mayoría de los complejos son producto de creer en debilidades o incapacidades, pero la vida nos da la oportunidad de ver que lo que para unos es una debilidad, otros la convierten en fortaleza. Pasar toda la infancia creyendo que eres feo, o inútil, o débil, hará que llegues a una vida adulta colmada de inseguridades. Pero estas inseguridades se pueden vencer a partir de descubrir en qué eres fuerte, y que puedes renovarte a ti mismo, cambiando la forma en que ves las cosas, y creyendo en ti, en que puedes cambiar, en que puedes ser mejor, en que puedes rediseñarte.
Escuché una frase que me parece inspiradora; el futuro se puede predecir cuando se planifica. Es decir, yo puedo adelantar que mi futuro es próspero, porque estoy planeando emprendimientos con el fin de alcanzar esa prosperidad. Yo puedo predecir que mi futuro es de mucha satisfacción porque procuro hacer las cosas con excelencia y entablar relaciones honestas, equilibradas y duraderas. Es mejor vivir con los ojos puestos en el futuro, que vivir de recuerdos. Pero los pensamientos limitantes no enfocan adecuadamente hacia el futuro, sino que son un ancla hacia el pasado.
Si crees que eres una persona desagradable, así es, puesto que tus pensamientos te harán actuar de forma desagradable. Cuando notes que la caes mal a la gente, pensarás que es normal. Sin embargo, cuando reconoces que tu comportamiento hacia los demás es incorrecto, te darás cuenta que eres tú quien causa esa condición de desagrado, y que con algunos cambios en tu comportamiento, lograrás transformar esa imagen que proyectas. Notarás que si cambias tu manera de pensar acerca de ti mismo, cambiará tu actitud. No se trata de mentirte a ti mismo, o de ser hipócrita.
Lo que creemos que la gente piensa de nosotros es, más que todo, lo que nosotros mismos pensamos de nosotros. Es como una retro-proyección. Nos vemos a nosotros mismos a través de lo que creemos que los otros piensan. Pero ¿quién nos asegura que es así? ¿Quién nos asegura que las personas nos ven como nosotros creemos que nos ven? Es más bien, el resultado de lo que nosotros creemos. Por eso, Jesús declaró este principio: como creemos, nos es hecho.
Si alguien cree que una taza de café es mala, por más que se le diga lo contrario, así será para ella; pero yo creo que una taza de café es buena, y así es para mí. Proverbios 10:24 dice que «lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean». Cuando una persona es despiadada, vengativa, perversa, todo el tiempo duda de cualquier persona, hasta de su sombra; piensa que todos son tan malos como el o ella. En esta situación, se considera a sí mismo en peligro permanente. Y tarde o temprano, las cosas que teme le ocurrirán. Pero los que hacen el bien, los justos, no andan preocupados, pensado que algo malo les puede pasar en cualquier momento, no están vigilantes a causa de algún enemigo que quiera vengarse. Acá se cumple el principio de la siembra y la cosecha, aún en el pensamiento. Si hago cosas malas, cosecharé maldad tarde o temprano, y tendré razones de sobra para creer que lo malo puede acontecerme. Pero si hago el bien, se que cosecharé de sus frutos, y estaré tranquila.
Esto no significa que a los buenos no les pasan cosas malas, o que a los que hacen maldad no les pasan cosas buenas. Sólo enfatizo que la mente enfoca con marcada potencia aquello en lo que creemos.
En Mateo 9:27-31, se cuenta lo que pasó con dos ciegos que se acercaron a Jesús pidiendo ser sanados. Jesús les preguntó a ellos si creían que Él podía sanarlos. Ellos respondieron afirmativamente. Al momento Jesús los tocó; pero hizo una declaración similar a la que le dijo al centurión: «conforme a vuestra fe os sea hecho». Si aquellos hombres no hubieran creído que Jesús los sanaría, aún con el toque de Jesús, ellos habrían permanecido ciegos. La Biblia enseña que cuando pedimos algo a Dios, debemos creer que lo recibiremos, sin dudar, porque «el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra» (Santiago 1:6). Jesús dijo en Marcos 11:24: «Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.» La clave de la respuesta a toda oración es creer. Pero a esta clave le hace falta un elemento que encontramos en 1ra Juan 5:14: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.»
A veces la respuesta de Dios es «No». Jesús oró para ser librado de todo aquel martirio que iba a padecer, pero oró poniendo por encima de Su propio deseo la voluntad de Dios. Juan resalta ese aspecto que debe ser incluido en lo que creemos, pedir conforme a la voluntad de Dios. Obviamente Dios no aprobará ninguna petición que implique la transgresión de Sus mandamientos, así que no debemos pedir los bienes de otra persona, o permiso para mentir, robar o matar. Hay mucha gente con capacidad para creer en las cosas que Dios puede hacer, y reciben milagros, sin que ello los convierta en cristianos. Hay muchas personas prósperas, que creen en sí mismas, y en lo que hacen, incluso sin tomar en cuenta a Dios. Y si nosotros los cristianos, que tenemos un Dios tan poderoso, no creemos lo que Él puede hacer, e incluso, no creemos en que podemos cambiar y ser cada vez mejores personas, viviremos sin alcanzar nada de lo que pedimos.
La relación con Dios no debe basarse en intereses materiales, pero Dios quiere mostrar Su poder en nosotros Sus hijos, para que los que aún no creen, crean en Él. Dios no tiene ningún problema con la prosperidad del ser humano, sólo pide, o mejor dicho, exige, que se le reconozca como Dios, que se le adore como Él merece (Deuteronomio 10).
Escribe las cosas que crees, y escribe también lo que pides a Dios. Repítelas en tus oraciones, modifícalas si crees que contradicen a las Sagradas Escrituras. Insiste con perseverancia en pedir aquello que quieres, y pide sabiduría para que tus deseos sean conforme a la voluntad de Dios. En Su momento, Dios actuará, porque Dios siempre escucha. Lo que creas te sucederá. Así que empieza a modificar tus creencias para que cambie tu vida; porque «como creíste, te será hecho».