1ra Corintios 9:24
¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis.
Generalmente en muchas clases de competencias participan muchas personas, todas ellas con la intención de ganar el primer lugar, el cual sólo una persona o equipo se gana; de igual manera en certámenes de belleza o torneos de todo tipo. Pero a diferencia de las competencias y torneos, al reino de los cielos llega todo aquel que corra legítimamente.
Sí tenemos que corres, tenemos que luchar, pero no por un primer lugar, sino por alcanzar el cielo. La vida se vuelve tan compleja a veces, pero es por causa de nuestros afanes, y nos dedicamos a vivir, olvidando que hay una eternidad que alcanzar. Si pensáramos en la eternidad como nuestro destino hay muchas cosas que hacemos que ya no haríamos. Es importante que evaluemos todas nuestras decisiones en función de la eternidad, tanto porque de ella depende los galardones que tendremos, como por cuanto algunas decisiones podrían interrumpir que lleguemos a la eternidad con Cristo.
El apóstol Pablo en reiteradas ocasiones escribe en sus cartas usando ejemplos sencillos para ser entendido en sus enseñanzas. Habla de la vida en el evangelio como un ejercito en el que uno es soldado, como una propiedad agrícola en el que uno es el agricultor, habla de arquitectura en relación a la edificación del cuerpo de Cristo, y también habla de la vida del creyente como una maratón en la que todo cristiano es un atleta. Como deportista, la preparación implica cambiar algunos hábitos que aquellos que no son deportistas hacen comúnmente, por ejemplo, dejar de comer comida alta en grasas. El deportista entrena todos los días, aún cuando no esté cerca de una gran competencia, porque sabe que la constancia en el entrenamiento es clave para el éxito. Todo deportista se abstiene de muchas cosas para perfeccionarse en su especialidad.
Si el propósito de Pablo es ayudarnos a entender nuestra vida en el evangelio, entonces debemos aprender a cambiar hábitos que no corresponden a un cristiano. Hay cosas que antes no nos parecían tan malas, pero que ahora entendemos que no agradan a Dios, por tanto, aún cuando antes las practicábamos, debemos abandonarlas y sustituirlas por cosas que agradan a Dios. Del mismo modo, debemos entender que somos cristianos todos los días, no sólo los domingos o los días que vayamos a la iglesia. Es por eso que la práctica de hábitos cristianos debe llevarse a cabo como un entrenamiento impostergable todos los días; la oración, la lectura de la Biblia, las buenas obras, decir la verdad, honrar a Dios, obedecer Sus mandamientos, entre otros, deben ser cosas de todos los días. Para llegar a ser buenos en eso debemos practicar continuamente.
Así mismo, debemos abstenernos de muchas cosas que pueden afectar nuestro entrenamiento, que pueden hacer más difícil la carrera. Hay cosas que debemos evitar ver, oír, hacer, decir. Hay personas a quienes debemos abstenernos de acercarnos. Hay pensamientos que debemos combatir y tomar el control de nuestros pensamientos y acciones, reconociendo que somos capaces de manejar muy bien nuestras emociones, sentimientos y decisiones.
Llevar a cabo todas estas cosas, y otras que la Palabra de Dios enseña, nos ayudará a correr adecuadamente hasta alcanzar el éxito en esta competencia: llegar a la vida eterna. El apóstol Pablo explica que el premio para los que compiten en otras competencias es perecedero. Por más coronas o trofeos que gane un atleta, ninguno de esos premios los podrá llevar a la vida eterna, tampoco al infierno. Pero una vida santa conforme a la voluntad de Dios nos asegura una corona incorruptible, es decir, eterna, imperecedera, un galardón especial por la eternidad.
Al finalizar del verso en 1ra Corintios 9:24, el apóstol Pablo insta a todos los creyentes a correr de modo que obtengamos todos el premio, el galardón, la corona de la vida eterna. Sin embargo, creo que podemos aplicar esta invitación a cualquier cosa que anhelemos. Es ridículo pensar que entraríamos en una competencia con la intención de no ganar, o que compraríamos un billete de lotería deseado no sacarnos el premio mayor. Pero en muchas ocasiones estamos invirtiendo energías, emociones y esfuerzo de un modo que pareciera que no queremos ganar. Sólo imagina a alguien buscando trabajo deseando no encontrar, es ilógico, pero sucede.
Las palabras del apóstol Pablo no me parecen de más. Creo que son útiles para hoy, que podemos hallar en ellas una profunda inspiración. Debemos de correr con todo nuestro esfuerzo por ganar, sin dejar las cosas a la mitad de la carrera, entregando hasta nuestro último aliento de ganas, de fuerzas, de empeño. Hay que correr para ganar, no basta estar en la competencia solamente, sino esforzarnos por ganar.
Muchas personas deben saber esto: mientras no lo den todo, están desperdiciando sus vidas. Si estás con alguien, pero no te das en esa relación, es como si no la tuvieras. Cuando amas de verdad, lo das todo, te esfuerzas completamente, incluso, más allá de tus fuerzas. Si estás estudiando, hazlo con empeño, no a medias; el mundo no necesita profesionales mediocres, necesita profesionales éticos, capaces y sobresalientes, que inviertan su sabiduría en hacer las cosas lo mejor que puedan.
Si emprendiste en un proyecto y has invertido todo tu capital, todo lo que tenías, o por causa de ello has adquirido deudas, entonces trabaja con empeño, con dedicación, evalúa, define, perfecciona. Si decidiste mudarte, muda también tu mente a tu nuevo presente, y no atrapes tu mente en tu pasado. Entrena legítimamente para alcanzar la meta que te has propuesto, sea cual sea. No hay metas insignificantes, porque toda meta implica superarse a uno mismo; desde aprender un buen hábito hasta ser el mejor en alguna disciplina, la meta podrá alcanzarse en la medida en que corramos con todo el propósito, deseo y esfuerzo para alcanzarla.
Corramos para ganar, vivamos para cumplir los propósitos de Dios para nosotros, seamos conscientes de ello, y entrenemos constantemente para lograrlo. Si estás insatisfecho en algo, no pretendas que otros transformen tu insatisfacción en placer, mejor dedica suficiente esfuerzo para alcanzar lo que te propongas. Pero eso sí, corre para ganar, no para intentar y ver qué pasa. Cuando intentas, en cualquier momento abandonas, pero los que corren para ganar no aceptan el fracaso como opción. Eso es lo bueno del reino de los cielos, puede entrar y ganar todo aquel que corra legítimamente.
No inviertas tu vida y tus fuerzas en algo que no quieres, que no vale la pena. Mejor concentra toda tu energía en alcanzar tus metas. Y recuerda que no hay meta más importante que una eternidad con Dios.