Jeremías 18:4

Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla.

Hay algo muy importante que perdemos de vista cuando enfrentamos situaciones a las que llamamos fracasos, y es la gran oportunidad de volver a empezar. Si ya de hecho a muchas personas les cuesta empezar, con mayor razón cuesta levantarse del suelo cuando uno se encuentra «derrotado». Lo interesante de la vida es que está llena de oportunidades.

Al comenzar el capítulo 18 de Jeremías, encontramos una ilustración que asemeja al hombre con el barro, y al alfarero como a Dios. Se nos presenta una figura en la que vemos a Dios obrando soberanamente sobre nuestras vidas, y muchos podrían creer que se trata de un juego donde los seres humanos somos títeres, pero lejos está el texto sagrado de mostrar eso, sino todo lo contrario. Justamente por la libertad que tenemos para elegir es que muchas veces nos encontramos en apuros, y eso es parte de la vida.

Particularmente el versículo 4 nos presenta el mensaje central de la ilustración, y lo vamos a meditar detenidamente:

Y la vasija de barro que él hacía. Desde Génesis Dios se revela como Creador. Él es el creador de la vida, todo lo que es viene de Él. El mundo, las plantas y los animales fueron creados por Su Palabra, es decir; Dios habló y las cosas fueron hechas. Sin embargo, el ser humano fue Su creación especial. Hecho poco menos que los ángeles, según el salmista, es el único ser de la creación cuyo origen se da de forma diferente. Dios hizo barro y formó al hombre, sopló sobre él y le dio vida. El ser humano fue la primera vasija de barro. Una vasija especial, hecha a imagen y semejanza de Dios. Somos entonces, creación de Dios. Nuestra existencia es parte de un plan de Dios. A Dios no le sorprende nuestro nacimiento, ni el día en que morimos. Él nos hizo.

La vasija se echó a perder en su mano. El texto dice que la vasija se echó a perder, es decir, que en el proceso se distorsionó el diseño, la textura, la consistencia, algo que la descalificara como vasija útil. El texto no dice que el alfarero la dañara, o que la maltratara. Todo lo que hace Dios es perfecto, pero lo que nosotros hacemos no. Al ser nosotros vasijas vivas, que tomamos decisiones, que nos equivocamos, de momento, la vida se nos vuelve un caos, sentimos que todo está echado a perder, que nada sirve. No obstante, la vasija no deja de estar en la mano del Hacedor. Y eso debe ser fuente de esperanza para nosotros, porque a pesar de las circunstancias, por adversas que sean, Dios tiene el control.

Y volvió y la hizo otra vasija. Así como el alfarero que observaba Jeremías, Dios tiene el poder para volver a hacer, pero ya no lo mismo. Él hace otra vasija. El alfarero no intenta hacer lo mismo de nuevo, una y otra vez, de forma obstinada. Sino que hace con el barro otra vasija. Las experiencias duras de la vida muchas veces nos rompen, pero podemos encontrar la belleza de esa rotura. Esas experiencias habrán valido la pena, a pesar del dolor, cuando aprendemos de ellas, y por causa de ellas nos convertimos en personas diferentes y mejores, no en comparación con otros, sino justamente en comparación con nosotros mismos.

No se puede devolver la inocencia robada, el tiempo malgastado, los años de abandono, los huesos rotos, los momentos vergonzosos, la pérdida de un ser querido, las horas en espera, los momentos de angustia, los años en la cárcel, o cualquier otro momento de la vida que nos cause dolor. Pero sí podemos sacarle valor, belleza y esperanza al aprendizaje que estas experiencias dejan, si es que uno lo busca. Muchas personas viven cometiendo los mismos errores una y otra vez, otras detuvieron sus vidas al momento de pasar por estas experiencias, pero las personas sabias aprenden, meditan, cambian.

Dios como buen alfarero, quiere hacer una excelente vasija, pero si el barro está defectuoso, lo tendrá que trabajar un poco más. La escritura afirma que Él no se cansa, que cumple todas sus promesas, así que hará contigo lo que Él ya dijo que hará.

La nueva vasija la hizo el alfarero según le pareció mejor hacerla. Pudo desechar el barro, pero prefirió intentar de nuevo, y no sólo insistir, sino usar su capacidad para hacer una vasija que fuera útil. Buscó hacer lo mejor. Jeremías observa y ve a un alfarero tratando de sacar lo mejor que puede con un barro que tenía algún defecto y que se había echado a perder. Pone de su esfuerzo y su creatividad para hacer algo mejor, y hacerlo lo mejor posible. ¡Así es Dios! Él puede sacar lo mejor hasta de la peor experiencia. De todo el desprecio, abandono, esclavitud, cárcel y olvido de José, Dios saca al gran administrador de Egipto. A pesar del adulterio, abuso de autoridad, deshonra y castigo, Dios presenta a David como un hombre conforme a Su corazón, y de todas las esposas que tenía, toma la descendencia de la línea de Betzabé para cumplir la promesa del Mesías. Pablo pasó de perseguidor de la Iglesia a apóstol. ¿Cuál sería nuestra historia?

Si los grandes hombres y mujeres de los que habla la Biblia se hubieran quedado quietos, deprimidos, derrotados, sintiéndose miserables por las experiencias tan dolorosas que tuvieron que pasar, no habrían llegado a ser lo que fueron. Moisés se levantó del destierro para guiar al pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto a la tierra prometida. Job sobrellevó su luto, su bancarrota, su miseria y su enfermedad, glorificando a Dios, para a la postre recibir aún mayor bendición. Ester corrió riesgos para salvar la vida de su pueblo, aún cuando el decreto de muerte ya estaba firmado. El pueblo de Dios se levanta de las cenizas después del destierro en Babilonia.

La Biblia no se encarga de justificar lo malo que hicieron aquellos de quienes habla, sino de mostrar que a pesar de sus imperfecciones, el Alfarero Divino no los desecha, sino que hace siempre algo mejor. Pero aquellos que no se acercan al Alfarero no pueden recibir esa transformación.

En la temporada de fin de año muchas personas se deprimen, pensando que no lograron una meta, o lamentando las cosas que salieron mal. Hay una alternativa a la depresión y es la determinación de cambiar. Entre tanto que la depresión me hunde en el pensamiento negativo y pesimista, la determinación al cambio me impulsa a levantar la cabeza, a seguir hacia adelante.

Mi intención no es minimizar el dolor, ni mucho menos justificar la causa, pero sí enfatizar que no podemos hacer del dolor una estación eterna que nos paralice la vida. Hay dolor en el parto, pero el parto es vida. No detengas tu vida en la estación del dolor; siéntate a tomar una taza de café con él, aprende de él, y luego sigue adelante.

Puede que la mejor parte de tu vida esté a la vuelta de una experiencia dolorosa. No lo sé. Lo que sí sé es que Dios, el Gran Alfarero, es experto en hacer obras de arte de las formas más controversiales e inesperadas. Sé que Él no nos ha soltado de su mano. Sé que donde estás Él está, porque Él está en todas partes. Y sé que si le abres tu corazón y dejas que te moldee con Sus manos, Él hará lo mejor contigo.

Si has buscado ayuda de muchas maneras y no la has encontrado ¿le darías una oportunidad a Dios, Tu Hacedor? ¡Vamos, no te detengas! La vida es hoy, la vida es ahora. Dios tiene un buen plan para ti. Te invito a que vuelvas a empezar, pero esta vez en las manos del Alfarero.


Si necesitas una guía de oración, oremos juntos: Padre, reconozco que te necesito para superar esta situación en mi vida. Recibo hoy de tu gracia sobre mi vida para dejar atrás el pasado y empezar otra vez, pero contigo. Renuncio a toda depresión y acepto tu voluntad para mi vida. Decido HOY cambiar, y pido que tu Espíritu Santo me guíe en este proceso. En el nombre de Jesús. ¡Amén!