Josué 1:9

Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

¿Te imaginas buscar una ubicación y después de avanzar por una gran distancia te das cuenta que has ido en la dirección equivocada? Es más común de lo que crees. Pero es sumamente peligroso cuando en vez de ser buscando un lugar, se trate de buscar tu lugar en la vida. Por eso, es fundamental que avances, pero en la dirección correcta.

Muchas personas se encuentran siempre activas, parece que están avanzando, porque no se detienen, pero lamentablemente se encuentran caminando en círculos, sin llegar a ningún lado, como un perrito que persigue su cola. El esfuerzo es notorio, pero el resultado no se ve. Subir a una caminadora no te hará llegar a otra ciudad, aunque sí tonificará tus piernas y dará buenos resultados cardiovasculares. Subir a una bicicleta estacionaria no te llevará a ningún lado. Abordar un carrusel en nada te acercará a otro punto geográfico. Todos estos ejemplos pueden parecerte absurdos, pero trato de llevarte a la idea principal. ¿Estás avanzando en la dirección correcta?

En un mismo capítulo, sólo de introducción, Dios le dice a Josué que sea esforzado y valiente cuatro veces. El esfuerzo es la inversión de fuerza y energía que requiere una acción en pro de una meta específica. Detrás de un esfuerzo genuino hay determinación, voluntad, disposición. La valentía es la condición que supone tomar riesgos, asumir un gran reto. Para cosas simples no se requiere ser valiente. Levantarte de tu silla no supone un esfuerzo y valentía en condiciones normales, pero si se tratara de una silla de ruedas a la que estás confinado por parálisis, no sólo se requiere esfuerzo y valentía, sino también fe de creer y esperar por un milagro.

Con esta instrucción tan específica, Josué asumió la dirección de un pueblo que había caminado por 40 años en el desierto, y que estaba a las puertas de la tierra prometida. Debían enfrentar batallas, tomar lo que un día Dios les había prometido a sus padres. ¿Estarían todos dispuestos a obedecer a Josué como habían obedecido a Moisés? Josué no lo sabía, pero Dios le había prometido esto: «Como estuve con Moisés estaré contigo». ¡Vaya afirmación! Con esas palabras, creo que Josué ya no estaría preocupado de la fidelidad del pueblo, ya que si Dios estaba con él, ¿qué cosa podías salir mal?

El esfuerzo y la valentía que Dios le pide a Josué son específicamente para obedecer a la ley, «hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó» (Jos. 1:7). Josué era hombre de guerra, había librado mucha batallas, se destacaba en hazañas militares, en liderazgo, en fidelidad. Sin embargo, se enfrentaría a conquistar una tierra extremadamente pagana, idólatra, violenta, perversa. Se enfrentaría a su propio pueblo y sus debilidades, las que pondrían en peligro el pacto con Dios. Josué necesitaba recordar la dirección de su batalla, la cual no era un enfrentamiento por la tierra prometida, sino una vida de obediencia a Dios. Esa es nuestra batalla de todos los días, y para ganarla se requiere esfuerzo y valentía.

Puedes llegar a tener todo el éxito y la fama que quieras, no tener ninguna necesidad, estar completamente rebosante de salud y de belleza, pero todo tu esfuerzo en la dirección equivocada tarde o temprano hará que tu mundo se derribe, que los enemigos te ganen la batalla por tu vida, por tu felicidad, por tu salvación.

Se nos enseñó a avanzar. Ambos pies apuntan hacia adelante, los ojos, la nariz. La vida espiritual también es para avanzar, para seguir hacia adelante. Ambas convergen en ti, en tu voluntad, la cual debe estar determinada a llegar a algún punto. Entiendo que todos tenemos metas para la vida, hemos planeado lo que queremos: familia, estudios, negocios, viajes, etc. La lista de metas espirituales es igualmente importante. Ser más santos, parecernos más a Jesús, aprender a perdonar, madurar espiritualmente, hacer la voluntad de Dios. No tenemos dos vidas, no caminamos en dos universos paralelos; uno secular y el otro espiritual. Se nos dio una vida, y en ella convergen ambas dimensiones que se funden en una en la medida en que alcanzamos mayor entendimiento y sabiduría.

Avanzar en la dirección correcta de la vida implica llegar a apreciar la meta y caminar hacia ella con una estrategia que dé resultados. De nada serviría continuar sin un objetivo, ¿hacia dónde? Tampoco podrías seguir el camino sin un mapa y un plan. Con el conocimiento de la Palabra de Dios tengo una meta: la vida eterna; y una brújula: La Biblia, la cual también me dice cómo avanzar.

¿Te has percatado si tu vida avanza en la dirección correcta? ¿Sientes que cada día te acercas a la meta deseada? Si no es así, detente y reflexiona. Muchas personas permanecen en la misma dirección, aún cuando se han dado cuenta que van en la dirección equivocada, por un asunto de orgullo, de inmadurez. ¿Valdrá la pena? ¿A quién le tienes que demostrar que no te equivocaste, cuando en verdad sí te equivocaste? El orgullo y la arrogancia nos hacen perder muchas cosas bellas de la vida, como la amistad, el amor, la familia y la paz.

Al final todo el orgullo que podamos tener no nos hizo ni más felices, ni mejores, sino todo lo contrario. Una alternativa al orgullo es la humildad; humildad para pedir perdón, para reconocer el error, para volver a empezar, para regresar. Humildad para abrazar, para soportar, para esperar.

Una ventaja de usar el esfuerzo y la valentía en la obediencia a la Palabra de Dios es la garantía que hay de que Dios estará con nosotros en dondequiera que vayamos, así lo prometió a Josué, y Su Palabra es válida hoy, y es válida para ti y para mi.

Si la seguridad de que Dios estará contigo donde sea que vayas no te da la firmeza y determinación suficiente para volver a empezar las veces que sean necesarias, no sé que pueda ayudarte. A mí me resulta motivador, me parece extraordinario. De tanto en tanto me siento atrapada, estancada, con el sentir de que voy en una dirección equivocada, y cuando me siento así, recuerdo esta palabra, y me detengo a meditar cuán fiel estoy siendo a la Palabra de Dios. Es para ello que se requiere el mayor grado de esfuerzo y valentía.

Deja que la Palabra de Dios llene tu vida. Esfuérzate por leer la Biblia, aunque empieces con poco. Esfuérzate en memorizar algunos pasajes. Sé valiente en reconocer públicamente a Jesucristo como tu Señor y tu Salvador. Se valiente en poner por obras los mandamientos de Dios, y te resumo que todo mandamiento se cumple cuando amas de verdad, porque en el amor se cumple toda la ley. Sé valiente para amar y perdonar, para hacer el bien, para obedecer. Sé valiente para decirle no al pecado, y enfrentarlo en cada momento, cuando sutilmente te seduce y te llama en otra dirección.

¡Hey! Es en serio. Si vas en la dirección equivocada, sé esforzado y valiente a partir de hoy, para dar marcha atrás, para cambiar de rumbo. Y por sobre todas las cosas, no olvides que Dios está ahí, contigo, caminando a tu lado, guiándote. Si le buscas, lo encontrarás, porque está cerca. Te ama, aunque no lo creas. Y está siempre dispuesto a darte una oportunidad. ¿La quieres tomar hoy?

¿Tienes la completa seguridad de que avanzas en la dirección correcta? Sólo con Dios esto es posible. Esfuérzate y sé valiente, porque sólo los esforzados y valientes disfrutan de la tierra prometida. ¡Que la pases bien!