Isaías 43:2
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.
El cambio es parte de la vida, desde el momento de la fecundación hasta aún un poco después de la muerte, el cuerpo cambia. Por naturaleza, deberíamos estar acostumbrados al cambio, y aún así los procesos de transición nos afectan. Una mudanza, un cambio de escuela, casarse, divorciarse; todos estos eventos son transiciones con algún grado de dolor. Y en muchas ocasiones nos parece que no lo podemos sobrellevar, que es demasiado. Hoy te quiero recordar que la vida es cambio, y que sí podrás pasar por esto.
Cuando tenía once años, fui con mi familia a un paseo en un río muy frondoso. El lugar era bello. Durante la recreación, chapoteando en el agua, yo con todas mis cuatro hermanas y mi hermano, de un momento a otro, estaban mis cuatro hermanas a punto de ahogarse, todas al mismo tiempo. Habían llegado a un punto en el río donde había un hueco profundo, y ninguno de nosotros sabía nadar. Yo me quedé paralizada en el punto donde estaba. No podía hacer nada para salvarles la vida. Poco a poco, parientes y lugareños las rescataron a todas, y gracias a Dios, del episodio sólo nos quedó el recuerdo.
Hay muchos versículos en la Biblia que me alientan, me animan a seguir adelante, y uno de ellos es este pasaje en Isaías 43:2. Este pasaje me dice que aunque esté en peligros de inundaciones, Dios está conmigo, como estuvo en aquella ocasión cuando casi mueren todas mis hermanas. También me dice que si enfrento peligros de incendios, no sufriré quemaduras. ¿Tienes idea de cuántas cosas te ha librado Dios? Si ni siquiera advertimos algunos peligros, cómo podríamos dar un total exacto de las veces que nos ha guardado.
Lo cierto es que los episodios peligrosos y arriesgados de la vida nos cambian, son momentos que dejan huellas profundas. ¿Has notado lo sensibles que somos después de la muerte de un ser querido? Meditamos y reflexionamos más sobre la vida que llevamos, sobre las relaciones, sobre la muerte. Creo que por eso el escritor sagrado de Eclesiastés advierte que es mejor ir a la casa del luto que a la casa del banquete (Ec. 7:2).
Un embarazo hace cambiar el cuerpo, un accidente transforma, viajar a otro país, entre otras cosas. Y es algo que podemos advertir. Pero hay otras transiciones que ocurren, que son más lentas, más sutiles, casi imperceptibles. Soportar el dolor poco a poco nos cambia. La soledad también puede cambiarnos. Con la edad cambiamos, con el paso del tiempo. Y en cualquier momento de la vida, se nos vienen tormentas, llamas feroces que pueden destruirnos. Y es para esos momentos de la vida que te animo a recordar esto: no estás solo, no estás sola; Dios está contigo. Él no te dejará.
Tu historia no se termina hasta que se termina, y cuando eso pase, empieza un capítulo eterno de vida gloriosa, si es que caminas con Dios. Te advierto que estás cambiando, aunque no lo notes, aunque nadie te lo diga. Y te aseguro que no estás sólo en este proceso, en esta transición.
Yo no soy la misma que hace un año atrás, el mundo giró alrededor del sol en una vuelta completa, y así como el mundo cambia, yo cambio con él. Hay una canción al respecto, muy bonita, por cierto, que alude a que lo único que no cambia es el amor del autor a su pueblo, y el dolor de ellos en una tierra de injusticias. Siendo sólo una composición artística, detalla muchas de las cosas que son parte de la vida, y cómo ellas cambian. Obviamente difiero de su contenido, por ser inexacto, no así la Palabra de Dios, que en Malaquías 3:6 dice: «Porque yo, el SEÑOR, no cambio…». Esto para mi es la verdad, todo cambia, menos Dios.
Por eso puedo creer que me ama, me ama siempre, porque Él no cambia. No hay cosa que haga cambiar a Dios. Él es, desde la eternidad hasta la eternidad. Su deidad no cambia, ni Su justicia, ni Su santidad. Entiendo que no sea óptimo confiar en personas, porque todas cambian, pero podemos confiar 100% en Dios, sin vacilar. Porque Él no cambia. Y aunque Dios no cambia, me entiende perfectamente en cada transición de mi vida.
Estás en transición justo hoy, ahora mismo. Estás cambiando, y aunque no seas intencional en ello, las circunstancias a tu alrededor, que son siempre diferentes, te cambian. He comentado que todo el tiempo tomamos decisiones, y aún no hacerlo es una decisión. Estas decisiones determinan lo que vivimos y cómo vivimos. Somos el resultado de nuestras decisiones. Todo lo que nos pasa, nos cambia.
Deja que Dios te acompañe en tu proceso, deja que te guíe, Él conoce el mejor camino y te quiere guiar. Si te fijas en el versículo, Dios no promete que no vendrán aguas, ríos, fuego. Al contrario, enfatiza, cuando estés en esas circunstancias Él estará contigo. Ahora bien, esto es como dejar que Jesús suba a tu auto mientras conduces, Él irá, pero tú decides si lo sientas atrás mientras te distraes con el paisaje, la música u otro invitado, o si lo pones de copiloto, para que te asista y te indique el mejor camino, y cómo evitar los baches en el trayecto.
Te lo repito, estás cambiando. Pero no te preocupes, Dios está contigo. Esto que estás pasando no te va a destruir, vas a salir adelante, vas a salir de las aguas, del incendio por el que estás pasando. Tengo fe de que será así, porque Dios no miente. Podemos confiar en Él. Así que no tengamos miedo al cambio, sigamos hacia adelante, porque habrán muchas historias que contar todavía de las maravillas que Dios está haciendo hoy en tu vida. ¡Bendiciones!