Proverbios 6:9

Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño?

La pereza es la disposición intencional a ser negligente, desatender asuntos necesarios, o ser holgazán. El perezoso espera que las cosas necesarias las hagan otros. Generalmente la pereza es una conducta que va ganando terreno poco a poco, es decir, si damos lugar a la pereza en alguna área de la vida, poco a poco invade otras.

El sabio rey Salomón amonesta a los lectores de los proverbios con un llamado de atención a evitar la pereza, y más enfáticamente, a abandonar toda pereza. Ser perezoso es peligroso, porque nos coloca en condición de riesgo, no sólo en términos físicos, sino también en términos espirituales. La pereza no es parte del plan de Dios para nuestras vidas. Cuando practicamos la pereza, desatendemos la voluntad de Dios.

Hay una enorme diferencia entre la pereza y el descanso; el descanso nos prepara para el trabajo y los afanes del día a día, pero la pereza vuelve lentos a la mente y al cuerpo, de modo que mientas más le damos lugar, menos energía tenemos para trabajar. La pereza estanca el pensamiento, en cambio el descanso lo libera. La pereza debilita, el descanso fortalece. Los perezosos esperan que otros tomen sus responsabilidades, los que descansan adecuadamente se preparan para cumplir con sus responsabilidades de la mejor manera posible.

El autor sagrado invita en en los versículos anteriores (v. 6, 7 y 8) a observar el comportamiento de la hormiga. Destaca la inquebrantable voluntad de la hormiga en trabajar constantemente. Gran parte de la sabiduría expresada en los Proverbios y en el libro del Eclesiastés viene de la observación de su escritor. Salomón pudo observar a la hormiga en su persistencia, dedicación y esfuerzo. ¿Quién diría que de un insecto tan pequeño se puede adquirir sabiduría? Salomón encontró digna de mérito la fuerza de voluntad y la intencionalidad de la hormiga, ya que no necesita que alguien le esté diciendo lo que debe hacer, y siempre está trabajando. Las hormigas no se mueren de hambre, porque trabajan todo el tiempo que pueden, para que en los tiempos de lluvia no les falte el alimento.

También Salomón advierte que el perezoso es alcanzado por la necesidad, por la calamidad, por la pobreza (v. 11). La pereza es como un cáncer que poco a poco carcome todo en la vida. Si das lugar a la pereza para estudiar, el cerebro se atrofia, dejas de aprender y te vuelves una persona limitada en temas de conocimiento. Si das lugar a la pereza para el ejercicio físico, el cuerpo se vuelve flojo, sin energía, sin ganas. Muchas personas pasan hasta horas de la madrugada viendo series, redes sociales o videos, y al día siguiente no quieren levantarse de la cama, porque se sienten cansados. Si llegan a levantarse, el resto del día será igualmente lento, cansado.

Si estás enfrentando síntomas de una pereza crónica, libérate tan pronto como puedas. ¡Haz algo! No consientas la pereza de ninguna manera. Y aquí insisto, no es lo mismo pereza que descanso.

Observa nuevamente el pasaje a meditar. Salomón hace dos preguntas. La primera es ¿hasta cuándo has de dormir? La pereza entra cuando las personas duermen más de lo necesario. Hay diversos estudios científicos acerca del descanso y del dormir. Ciertamente todos necesitamos dormir, pero no todos necesitamos las mismas horas de descanso. Factores como la edad, el estado de salud, las condiciones de trabajo o de clima, entre otros, determinan la cantidad idónea de horas de descanso. Pero en general, para establecer un promedio, digamos que se requieren ocho horas para descansar. ¿Estás durmiendo más de ocho horas? Alerta, si duermes más de lo que necesitas, puedes estar alimentando la pereza. Y ésta muy pronto te empezará a causar problemas.

La segunda pregunta que hace el proverbista es ¿cuándo te levantarás de tu sueño? De forma literal, alude nuevamente a la cantidad de horas de descanso, pero en un sentido interpretativo, va más allá del límite del tiempo. Traslada el escenario al plano mental, a la actitud y disposición de la persona que intencionalmente se sitúa en un lugar paralelo a la realidad. El perezoso vive como en un sueño, donde no hay responsabilidades, donde impera la irresponsabilidad, donde no se asumen retos ni se toman en serio los compromisos.

El perezoso vive en la irrealidad. Es un peligro la pereza, porque nos ubica en un universo paralelo donde es irrelevante lo que pasa alrededor. Pero esto es una situación irreal, sólo en el subconsciente del perezoso. En realidad, los efectos de la pereza en cualquier momento se hacen manifiestos. Y éstos pueden ser altamente peligrosos, por eso el escritor indica que los resultados de la pereza son como hombre armado (v. 11).

Si no estudias lo suficiente para un examen, puedes ser reprobado. Si te levantas tarde para ir a una entrevista, puede que ya no te reciban. Si descuidas las horas de las comidas, podrías enfermarte. Si por pereza desatiendes el aseo personal, no sólo causas mala imagen, sino que le haces daño a tu cuerpo. La pereza es de uno de esos pecados que parecen insignificantes, pero que tienen implicaciones profundas.

La pereza hace que no leas la Biblia, que no te levantes temprano a orar, que no vayas a la Iglesia, que no dediques tiempo para servir a Dios.

Al contrario, si sacas la pereza de tu vida, lograrás notar que hay tiempo para todo, que el día es más productivo, que el descanso es más placentero, que hasta tus relaciones con los demás se mejoran. Puede que la mayoría de las personas que no tienen tiempo para alcanzar sus anhelos es porque son perezosos. Podríamos estar ocupados en muchas cosas como escusas para hacer las cosas correctas, por pereza de hacer las cosas que son requeridas.

Hoy te invito a soltar la pereza, a sacudirla de tu vida. Especialmente si hay algo de lo cual dices: «me da pereza sólo de pensar en hacer eso», te insto a que sea lo primero que hagas. Rompe el ciclo. Si estás durmiendo más horas de las necesarias, cambia de patrón de conducta. Haz lo que sea necesario. Dios te previene con Su palabra acerca de la pobreza. Muchos que están pasando calamidades creen que Dios los ha olvidado, cuando solamente están viviendo las consecuencias de su negligencia, los frutos de su pereza.

No dejes que la pereza te domine. Tú decides cómo ocupas tu tiempo. Si la pereza se te ha instalado en la casa, hazle hoy mismo un desalojo. Cambia patrones de comportamiento, usa despertador, cancela servicios por suscripción de cosas que no son útiles. Júntate con gente productiva. Cambia las cosas de lugar. Aprende cosas nuevas.

No dejes que la vida se te escape de las manos, ni des lugar a la pobreza. Decide hoy con toda la fuerza de voluntad que esto requiere de empezar temprano cada día, de ser una persona eficaz y productiva. No esperes que las personas te digan lo que tienes que hacer. Lucha por lo que quieres y esfuérzate cada día por ser la mejor persona que puedas ser, por ser mejor de lo que fuiste ayer.

Abandona toda clase de pereza: física, mental o espiritual. Y empieza a vivir la vida plena y abundante que se te regala a partir de hoy. ¡Bendiciones!