Efesios 2:10

Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Fuimos creados por Dios para hacer buenas obras, es decir, para realizar buenas acciones, para hacer lo que es bueno. No fuimos creados para lo malo, ni para lo que no sirve. La Biblia, desde su primer libro, nos enseña que Dios nos creó a Su imagen y semejanza, y que Dios planificó un propósito para todos y cada uno, un llamado. El verso en Efesios 2:10 dice que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.

Fuimos creados por Dios. La ciencia afirma que la existencia humana es producto de un azar del destino, y lo que hoy somos es el resultado de la evolución de las especies. Pero la Biblia afirma que Dios creó al primer hombre y a la primera mujer, y los creó a imagen y semejanza de Dios. Es sorprendente que podemos ver a Dios cuando vemos a otras personas, o cuando nos vemos en un espejo. Dios nos creó a Su imagen y semejanza. Creo que entender esto nos ayuda a amar a otros, porque todos somos imagen de Dios. La existencia de cada ser humano ha sido planificada por Dios, y así no hayas estado en los planes de tus padres biológicos, tu existencia la planificó el Creador de todas las cosas: Dios.

Debido a la desobediencia, el primer hombre y la primera mujer fueron separados de Dios. El pecado separa al ser humano de su Creador. A pesar de ese primer error, Dios también preparó un plan de salvación, en el cual participó Su Hijo, para que por la redención obtenida en el sacrificio de Cristo, el ser humano pudiera volver a tener comunión con Dios. Por tanto, al acercarnos a Cristo, y recibirlo como nuestro Señor y Salvador, tenemos una nueva oportunidad. Y por medio del bautismo somos nueva criatura (2da. Corintios 5:17), esta vez no según Adán, sino según Jesucristo. Por eso el verso dice «creados en Cristo Jesús», porque en la reconciliación con Dios por medio de Cristo, obtenemos una nueva naturaleza en el nuevo nacimiento, que es el bautismo (Romanos 6:4), naciendo no como la primera vez, del vientre de nuestras madres, sino por la Palabra (Santiago 1:18), es decir, al recibir el mensaje de salvación que se nos ha predicado.

Esta nueva naturaleza tiene como propósito que vivamos haciendo buenas obras. En el mundo se nos enseña que valemos por lo que tenemos, pero en el reino de los cielos valemos la Sangre de Cristo, que fue derramada por nuestros pecados. En el mundo, si das te quedas a pedir prestado, pero en el reino de los cielos, dando es como se recibe (Lucas 6:38). El mundo juzga tu apariencia, Dios mira tu corazón (1ra. Samuel 16:7). La gente del mundo trata como los demás los tratan, el creyente trata a los demás como quiere ser tratado. Dejar al mundo y seguir a Cristo es dejar de practicar las cosas que nos atan al mundo para hacer las cosas que a Cristo le interesan. Él vino a sanar, a predicar las nuevas de salvación y vida eterna, a liberar, a hacer la voluntad del Padre (Lucas 4:18-19). En nuestra nueva naturaleza entendemos que no existimo para complacer nuestros deseos y caprichos, sino para ensanchar el reino de los cielos, por medio de la madurez espiritual y de predicar el evangelio de salvación.

Existimos para hacer buenas obras, y esto no se trata solamente de que todo lo que hagamos sea bueno; porque podríamos estar haciendo todo bien, pero sólo a nosotros mismos, o a los nuestro, y eso cualquiera lo hace, ¿qué de diferente haríamos nosotros en relación a los demás? Pero cuando hacemos buenas obras especialmente a aquellas personas que sabemos que no podrán hacer lo mismo con nosotros, devolviéndonos el favor, o que no son nada de nosotros, entonces en verdad andamos en buenas obras. El que anda en buenas obras no busca su propio beneficio ni su comodidad. Hacer buenas obras muchas veces significará hacer sacrificios por otros, pero es el llamado que tenemos de parte de Dios, porque Él dispuso anticipadamente a nuestra existencia en la tierra que anduviéramos en buenas obras.

Tú y yo vivimos para hacer buenas obras, entender esto no es nada complicado. Esto se aplica a toda persona, de cualquier edad, con o sin recursos de cualquier índole, con títulos o sin ellos. Las buenas obras pueden ser el propósito que motive a un anciano a seguir viviendo, encontrando un lugar en el que es útil y puede servir a otros, ya que muchos ancianos viven solos, abandonados por sus hijos que dispusieron su tiempo a vivir sus vidas, y por eso no tienen tiempo para visitar a sus padres. Una persona que ocupa su tiempo libre haciendo voluntariado para obras benéficas desarrolla conciencia social y no desperdicia su tiempo en ociosidades que lo lleven a malos hábitos. Ayudar a personas con discapacidades es una forma de mostrar amor por ellas. Cuando hacemos buenas obras también sembramos lo que vamos a cosechar en nuestras vidas.

Dios planificó que anduviéramos en buenas obras. Ninguno de nosotros ha cumplido esto si en un momento resulta que contamos nuestra última buena obra refiriéndonos a algo que hicimos el mes pasado, o el año pasado, o cuando eramos niños. Si es el caso, y tu lista de buenas obras termina con fecha del año pasado, entonces no andas en buenas obras.

Te insto a practicar este llamado, el cual lo tenemos todos. Permanece en el ejercicio de buenas obras, tomando cada oportunidad que se te presente para hacer lo bueno. Y si ninguna oportunidad apareciera, búscala, de seguro la encontrarás. Andemos en buenas obras. Que sean nuestras obras las que hablen por nosotros y digan quienes somos en verdad.

Yo doy gracias a Dios por todas las personas que han hecho buenas obras conmigo: me ayudaron con dinero, con consejos, con palabras de ánimo, me visitaron, me defendieron, me prestaron, me levantaron, me guiaron, me corrigieron. Pero la obra más maravillosa de la que he sido beneficiada, ha sido la obra redentora del Señor Jesucristo. A Él le estoy eternamente agradecida, y jamás le podré pagar lo que hizo por mí. Por eso, lo mejor que puedo hacer es, en obediencia a Su Palabra y conforme a Sus enseñanzas, andar por esta vida haciendo buenas obras.