Romanos 8:25

Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.

En algún momento de tu vida te ha tocado esperar algo: un evento, una palabra, un resultado, una reacción; lo que sea, y seguramente habrás permanecido a la expectativa, queriendo saber anticipadamente como va a terminar todo. Esperar es parte de la vida; esperamos para nacer, esperamos para crecer, esperamos para terminar los estudios, esperamos que pasen cosas. Todo el tiempo nos toca esperar, y es algo que le pasa a todas las personas. Lo que hace la diferencia es la actitud de cada uno entre tanto que esperamos.

A una mujer embarazada le toca esperar hasta que la criatura está idóneamente formada dentro de su vientre. Antes de nacer, la madre se imagina el rostro del hijo, y quisiera que el tiempo fuera menos también para acortar las incomodidades provocadas por el embarazo. El ser humano requiere un proceso de gestación de nueve meses, en los cuales la criatura desarrolla todos sus órganos y la consistencia de cada parte de su cuerpo para soportar el ambiente que le rodeará fuera del vientre. Adelantarse a ese tiempo causará dificultades que pueden poner en riesgo la salud y la vida del bebé.

Imagina la siguiente historia: Samanta era una niña de cuatro años, muy curiosa e impaciente. Un día su mamá llevó flores muy bellas que colocó en un florero. Samanta le preguntó a su mamá de dónde había sacado esas flores tan bonitas, a lo que ella respondió: son de las flores que tenemos en el jardín, hoy abrieron los capullos de estas flores, pero hay otros capullos que abrirán mañana. Samanta corrió al jardín a buscar mas flores, pero tal como le dijo su mamá, sólo habían capullos. Cuando su mamá llegó al jardín donde Samanta estaba, encontró todos los capullos echados a perder, abiertos a la fuerza por las traviesas manos de Samanta. Y le preguntó: ¿Qué has hecho Samanta? ¿Por qué dañaste los capullos? Y la niña contestó: Quería ver las flores mamá, no podía esperar hasta mañana.

Así actuamos muchas veces en la vida, como Samanta, adelantando cosas que aún deben esperar, y terminamos haciendo un gran desastre. Todas las cosas tienen su tiempo, como dice Eclesiastés 3. Adelantarnos a ese tiempo o atrasarnos, causará algo defectuoso, y en algunos casos, irreparable.

También hay cosas que no podemos cambiar, que están fuera de nuestro alcance, aún con manos traviesas dispuestas a abrir capullos de flores. Como pasajeros, no podemos cambiar el itinerario de un avión, ya que éstos son planificados por la aerolínea. Por más que insistamos, una vez que ha despegado el avión, no podemos decirle que se regrese, que olvidamos algo en casa y que debemos regresar. Cuando estás en la fila del banco, o del supermercado, por más prisa que tengas, no puedes estarle diciendo al cajero que se apure. Hay muchas cosas que requieren una espera forzosa, como la que hace un esposo en la sala de espera del hospital, entre tanto que le dan noticias del estado de salud de su esposa recién accidentada. O la espera dolorosa de un padre que debe sacar a un hijo de la morgue cuando haya completado todos los requisitos exigidos.

Se espera por el resultado de un examen médico, por las calificaciones de las clases, por la próxima temporada de Campeonato de tu deporte favorito. Se espera por la respuesta de la joven que te gusta a quien le declaraste tu amor, y te dijo que la dejaras pensar. Se espera en el restaurante para comer caliente la pizza que ordenaste. Esperas a que tu amiga salga de clases para irte junto con ella. Esperas a que tu esposa se aliste para salir juntos.

De seguro que si nos preguntaran qué cambiaríamos de la vida que nos toca vivir, a muchos se les ocurriría quitar todas las esperas que nos toca soportar. Pero esperar no es del todo mal, es sólo un asunto de actitud. Esperar es necesario, y en muchos casos, indispensable. De otro modo las cosas puede que no sean muy satisfactorias. Sólo imagina que sacas la comida del horno antes de que termine de cocerse; de seguro te tocará volver a meterla al horno, porque de otro modo no podrás comerla.

Muchas personas se lamentan de no haber esperado un poco más: habrían conocido a la persona adecuada de la que se habrían enamorado verdaderamente, habrían obtenido una mejor oportunidad laboral, habrían terminado sus estudios, habrían evitado un accidente. Así que, si esperar es necesario, y hasta indispensable, debemos aprender a esperar de la forma correcta.

El apóstol Pablo dice a los romanos que «si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos». Él habla de que esperar es sólo necesario para aquellas cosas que aún no vemos, las que no tenemos, las que no han pasado. Pero añade que la espera requiere paciencia. Si no hay paciencia, entonces no se espera de verdad. ¿Has oído la frase: el que espera desespera? Esta dirigida a aquellas personas que no saben esperar, que reaccionan impacientemente cuando les toca esperar.

La espera genuina requiere paciencia. Ciertamente a nadie le gusta esperar, pero cuando reconocemos lo importante que será eso que esperamos para nuestras vidas, o lo significativo y relevante que pueda ser, entonces entendemos que la espera vale la pena. Un día esperaba en la parada de buses para abordar uno de ellos que me llevaría a donde necesitaba ir. Los minutos pasaban, y pasaban también otros buses, pero no el que yo necesitaba. Entonces indagué la trayectoria de otro que pasaba muy seguido, y como llegaba cerca de mi destino, lo abordé. Una vez en el bus, pude notar que recién acababa de arribar el bus que esperaba. Para añadir más desesperación, el bus que abordé recorría una trayectoria mucho mas larga. Y cuando bajé en la parada más cerca a mi destino, estaba a varias cuadras de donde debía llegar. No haber esperado un poco más hizo que perdiera mucho tiempo, y mi decisión de cambiar de bus me complicó toda la jornada.

Debemos aprender a esperar, porque esperar es parte inevitable de existir. Los que no esperan se meten en muchos líos y hacen las cosas más difíciles. de seguro que tú podrías contar historias personales de algunas de las veces en que no has sabido esperar, y que al final recapacitaste, reconociendo la importancia de esperar solamente hasta después de que no esperaste. Es una pena que aún habiendo tenido muchas experiencias de desesperación, no aprendamos a esperar, para obtener aquello que realmente anhelamos.

Hay cosas que para alcanzarlas requiere de una acción nuestra, de otro modo jamás las tendremos, porque no caerán como bajadas del cielo ni aparecerán de súbito al sonar los dedos. Pero hay también otras cosas que para que ocurran sólo debes esperar; procura entonces aprender a esperar, y esto requiere paciencia y perseverancia. Debemos mantener la expectativa de alcanzar aquello que anhelamos, el cual esperamos con paciencia, y además con deseos de que ocurra, con ilusión de lo que será después que lo obtengamos, con ánimo, con tranquilidad, con fe.

La fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1). Para esperar adecuadamente se requiere fe. El que espera tiene un objetivo, una meta, un deseo, y sus acciones van acorde a su esperanza. El que espera sabe que algo va a pasar. El que espera persevera.

No podemos evitar la espera, es algo que no podemos cambiar, pero sí podemos escoger la forma en que vamos a esperar. Eso se aprende y se practica. ¿Cómo esperas tú? Puede ser con entusiasmo, con serenidad, con tranquilidad. También puedes actuar con desesperación, impaciencia, exigencia, alteración, y todo esto es lo contrario de esperar.

Dios no se ha olvidado de ti, lo que dijo que haría contigo en verdad lo hará, las promesas que te hizo ciertamente las cumplirá; pero Él se toma Su tiempo y no se deja manipular de chantajes o caprichos de los que no saben esperar. Si todas las promesas de Dios son fieles, entonces espera en Él, porque tienes la certeza de que Él cumplirá. Si tienes esta certeza, entonces ¿para qué desesperarte?

Dios hará florecer tu jardín, no tienes que abrir los capullos con tus manos. Dios te hará llegar a tu destino, no tienes que buscar por ti mismo el camino. Dios te dará la fuerza para enfrentar cosas difíciles, no tienes que sufrirlas en soledad, tu dolor y tu tristeza pasarán. Sólo es cuestión de tiempo, así que aprende a esperar.