Génesis 1:10

Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno.

En el tercer día de la creación, Dios hizo muchas cosas: hizo la tierra, es decir, la parte seca, hizo el mar, y también hizo toda hierba y todo árbol. Y cada vez que Dios veía lo que hacía, lo consideraba bueno. Dios, en su expresión de creador, manifestó una capacidad sobrenatural inigualable.

Cuando parte de la superficie terrestre quedó al descubierto, al juntar las aguas en mares, fueron formadas las montañas, las llanuras, los cerros, las mesetas. Lo que Dios hace tiene la capacidad que Dios le asigna, y Dios dijo a la tierra que produjera hierbas y árboles. Bajo la esencia del divino Creador, lo creado se expresa con libertad, dando lugar a toda la flora existente. Plantas con flores y sin flores, multitud de colores y olores, árboles frutales, diversidad de sabores, ¡cuántas opciones, cuánta belleza!

El ser humano en su proliferación, va acabando poco a poco con ese escenario maravilloso de la naturaleza que Dios creó en un principio. Se le llama progreso a las selvas de cemento, a las granjas industriales, a la naturaleza sintética. La población aumenta, y aumenta la basura que producimos, la contaminación. Aunque hay muchas organizaciones que intentan devolver a la naturaleza el valor que el ser humano le ha quitado, sólo una verdadera transformación hacia el diseño original de Dios hará que el hombre y la mujer valores y atiendan adecuadamente lo que Dios preparó para ellos.

¡Y sí! El planeta fue creado por Dios para la existencia humana, y nosotros nos estamos encargando de destruirlo. Según los científicos ningún otro planeta presenta tales condiciones idóneas para la presencia y sobrevivencia del ser humano, que el planeta tierra. En otras palabras, Dios tenía el plan de crear al ser humano desde el momento en que empezó su labor creadora. No fue una creación al azar, espontánea, circunstancial, sino totalmente intencional. Dios preparó la tierra para el ser humano.

Cuando el pecado entró al mundo, la naturaleza también se corrompió. Lo que era bello y hermoso se volvió codiciable. El sentido de pertenencia llevó al hombre a guerras cruentas por poseer y explotar riquezas, mismas que fueron creados para bien del hombre y no para su mal. Avaricia, envidia, egoísmo y muchas otras expresiones de pecado han llevado a la raza humana a una catástrofe ambiental que ya está causando daños irreversibles y graves consecuencias.

Con el pasar del tiempo, la insensibilidad ha cobrado el deterioro del medio ambiente, de la flora y fauna, del espacio atmosférico, de la salud de todas las especies y seres vivos. ¿Acaso no podremos volver al diseño original? La respuesta es no, lo único que le aguarda a la tierra es destrucción, hasta la restitución total de todas las cosas en un futuro no conocido, cuando Dios cree cielos nuevos y tierra nueva. Entre tanto, es tarea y decisión individual el cuido y estima de la naturaleza que nos rodea.

Es posible que sean muy pocas las personas verdaderamente responsables de la deforestación indiscriminada, de los incendios forestales, de la contaminación de las aguas, del mal manejo de desechos tóxicos y toda clase de acción que afectan el aire, las fuentes naturales de agua, los bosques y las plantaciones; pero sí somos directamente responsables del cuido del espacio que nos rodea. Tanta belleza se debe cuidar. Desde el cuido de lo que aún hay, hasta el buen manejo de los desechos que generamos, son parte de las acciones que sí podemos hacer. No es la responsabilidad de las grandes corporaciones la que limita nuestras pequeñas acciones, y sobre todo, el cómo educamos a la generación en formación acerca de la naturaleza.

Al ser humano se le dio la responsabilidad de administrar la naturaleza. De ello hemos de dar cuenta. Pero ciertamente se nos está pasando factura del mal manejo en las pasadas generaciones, y el deterioro se acelera exponencialmente. El hecho de que Dios creara a la tierra para el hombre no atribuye el derecho de destruirla. Si el hombre acaba con la tierra, adónde vivirá. La tierra es el espacio destinado por Dios para la existencia humana, al menos en esta parte de nuestra eternidad.

Es momento de asumir un compromiso intencional, voluntario y diligente en el papel de administradores que se nos ha otorgado. ¿Eres de las personas que recicla sus desechos y reutiliza materiales que no se desintegran con facilidad? ¿Guardas tu basura en depósitos cuando viajas para no tirarla en la calle, si no hayas un recipiente en el lugar? ¿Valoras los espacios naturales y respetas las áreas verdes de tu comunidad?

Se nos ha dado un planeta tierra lleno de belleza, de ríos, de mares, de bosques, de plantas; tantas cosas bellas que por generaciones han sido fuente de inspiración. Depende de nosotros que lo siga siendo. ¿Qué heredaremos a nuestros hijos y nietos?

Alguien dijo una vez que el primer mejor momento para sembrar un árbol fue hace diez años, y que el segundo mejor momento para hacerlo es hoy.

Te invito a vivir en armonía con el medio ambiente, a cuidar de tu espacio, a hacer la parte que te toca, y enseñar con tu ejemplo. Quizá nadie a tu alrededor lo note, pero Dios sí.

Y si ya lo estás haciendo, y eres parte de algún grupo de personas que cuida de algunas de las áreas sensibles del medio ambiente, te felicito, sigue adelante.

La naturaleza: tierra, mar y vegetación, fue creada por Dios, para ti; toda esa belleza y variedad para tu existencia, sustento e inspiración. Hoy agradece a tu Creador y toma la decisión de cuidar aquello que se te dio. por poco que sea lo que hagas, cuenta, y el beneficio es más que propio. Adoptemos este año una consciencia ambiental, que rinda honor al Creador, y respeto a lo creador.