Génesis 6:8
Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.
Cuando el mundo estaba en caos a causa del pecado, Dios decidió destruirlo con un diluvio, no sin antes encontrar a un hombre que le conociera y le amara: Noé. Las Sagradas Escrituras describen a Noé como un hombre justo, perfecto y que caminó con Dios. En medio de una sociedad decadente, Noé permaneció agradando a Dios de forma intencional. No compartía los mismos malos hábitos que el resto de las personas, y tenía cercanía a Dios de forma voluntaria y permanente.
La sociedad actual no difiere a la de aquel entonces. Hay violencia, caos, pecado por todas partes, depravaciones, injusticia, pareciera que reina la maldad. El mismo Señor Jesús usa este episodio de la historia humana para relatar cómo será al final de los tiempos (Mateo 24:37-39), resaltando la indiferencia de las personas ante la llegada inminente de un fin que no es advertido por las múltiples distracciones y el deseo permanente de pecar.
Noé se destaca en la historia sagrada por haber obedecido a Dios ante una orden que parecía totalmente loca. Además, por ser un contra-corriente, decidiendo seguir a Dios muy a pesar de la opinión pública o de la mayoría. Noé creyó lo que Dios le dijo, y eso le salvó la vida a él y a toda su familia: su esposa, sus tres hijos y las esposas de sus hijos; ocho personas en total. Durante el tiempo que construyó el arca seguramente fue tildado de loco, soportando muchas críticas, sin que esto lo detuviera en su propósito. Dios guardó la vida de Noé y su familia porque había algo especial en él; había gracia. No me refiero a la gracia como favor inmerecido, de lo que ya hemos comentado, sino como un detalle especial y único en la persona, que le hace resaltar.
Quizá hallan muchas maneras de explicar esta palabra gracia, pero yo usaré una historia personal para ilustrar su significado. Cuando era niña no me consideraba muy bonita, especialmente en comparación con mis hermanas mayores, en particular una de ellas que sabía hacer uso de su atractivo para sobresalir. Eso me causaba pena, y solía ser muy tímida en público. Un tío mio notó con el tiempo mi celo por la belleza de mi hermana, y cómo eso me hacía sentir menos, y desde entonces solía decir cada vez que llegaba a visitarnos: ¿dónde está la niña más bonita de esta casa?, y acto seguido se dirigía hacia mí y me abrazaba. Lo cierto es que esto, lejos de animarme, me hacía sentir más avergonzada. Hasta que platicando un día con mi papá, le conté todas estas cosas y de esa conversación lo único que recuerdo que me dijo fue: «no hay fea sin su gracia, ni bonita sin su defecto».
Mi papá trataba de explicarme que debía reconocer mis atributos positivos, mis cualidades, que compensaban mi carencia de belleza en comparación con mi hermana, y que tomara en cuenta que muy a pesar de lo bonita que ella era, tenía defectos que no eran para nada bonitos. Era cosa de niñas en aquel entonces, pero ahora entiendo que todos tenemos virtudes y defectos. Aunque la palabra «gracia» en aquella frase me haría buscar las virtudes que poseía y procurar con ello un equilibrio emocional. Yo sobresalía en temas académicos y era buena con la memoria; aprendía rápido y manejaba temas complejos de economía, historia, política y geografía; algo poco común para mi edad.
Descubrir esa gracia en mi, hizo que potencializara esas virtudes y las desarrollara con esmero. Me concentré en aquello en lo que era buena, en las capacidades que tenía y que me hacían sentir destacada, motivada, estimulada a mejorar en ello cada vez más.
Como notarás en mi historia, pude reconocer una gracia en mi que no habría sido potencializada si no hubiera sentido la necesidad emocional de ser valorada por algo. Y creo que de una u otra manera nos pasa a todos. De niños queremos la atención de nuestros padres, queremos tener amigos, queremos lograr cosas en la vida. Solemos compararnos con otros; incluso, solemos envidiar a otros y querer lo que ellos tienen, descuidando la valiosa tarea de descubrir la gracia que nos fue dada de nacimiento, que viene con nosotros, que es parte de nosotros, y que la debemos desarrollar.
Noé destacaba por ser justo y perfecto, y por caminar con Dios. Lo de justo y perfecto lo podemos considerar como la suma de una serie de atributos y cualidades que son mucho más valiosos que el oro o la plata. La Biblia no dice que Noé fuera rico, pero costeó los materiales para hacer una gran arca que él mismo construyó. Noé resaltaría en medio de su pueblo por ser honesto, íntegro, puntual, perseverante, comprometido, de palabra, fiel, disciplinado, ordenado.
Con todo, el atributo de Noé que más me llama la atención es el tercero; caminaba con Dios. No se trata de ver que Noé andaba por ahí hablando con un espíritu, sino de que Noé estaba siempre en la presencia de Dios, es decir, tomaba en cuenta a Dios en todo, permanecía siempre en la voluntad de Dios, hablaba con Él. Noé halló gracia a los ojos de Dios, es decir, Dios encontró en Noé virtudes maravillosas que le harían darle un trato especial. Como si Dios dijera: Noé, no sé porqué, pero me caes bien, y como me caes bien, te voy a salvar de la destrucción que viene.
Esa gracia no tendría ningún valor si no hubiera representado un beneficio para Noé y su familia. La gracia no se puede ocultar, está en nosotros. Cada quien tiene su gracia, cada quien tiene sus virtudes. ¿Cuál es tu gracia?
¿Eres de las personas que resalta los defectos, o las virtudes? ¿Buscas siempre lo bueno en todo, o lo malo? ¿Te entristeces viendo tus debilidades o te animas reconociendo tus fortalezas? Te animo a descubrir tu gracia, lo bueno de ti, lo que te hace sobresalir. Puede que ello te salve la vida.
José era buen administrador, y eso lo llevó al palacio de Farahón. David era buen cantor y tocaba bien el arpa, y eso lo llevó al palacio del rey Saúl. Daniel y sus amigos eran buenos en toda ciencia, y eso los llevó a ser consejeros del rey Nabucodonosor. Ester era bella, sabia y temerosa de Dios, y eso la llevó a ser reina y a salvar la vida a su pueblo. La gracia que Dios puso en ti hace posible tu propósito de vida. No sólo para disfrutar de bendiciones, sino para beneficio de otros.
¿En qué eres bueno? ¿Qué cosas te salen bien? Descubre y desarrolla tus virtudes. Cultiva buenos hábitos, aprende cosas nuevas, hazte experto en algo, destaca en algo, busca la excelencia.
Sólo para completar la historia, no quiero que te quedes con la idea de que lo único que tenía mi hermana era belleza. Aunque no alcanzaba buenas notas, cosa en la que yo sobresalía, tenía muchas otras virtudes. Era agraciada en el trato con las personas, amable, simpática. Desarrolló habilidades manuales muy estéticas y finas. Siempre manifestó grandes habilidades en su trato con los niños, entre otras cosa. Pero menciono éstas porque son cosas en las que yo no destaco.
Cuando maduramos nos damos cuenta que es un desperdicio compararnos con alguien más. Al final, cada quien debe sobresalir en aquello en lo que tiene gracia. Entonces entendemos que nos necesitamos unos a otros, que la mayor deuda que tenemos es en la de no haberle dado al mundo lo mejor de lo que somos, no darles nuestra gracia, no ser hallados con gracia. Dios no pasó de largo contigo, y puso en ti una gracia especial. Es tarea tuya descubrirla y desarrollarla, y darla al mundo, para su bien y para el tuyo. En la medida en la que todos hacemos así, veremos cómo nuestras relaciones mejoran.
El mundo necesita de ti, de tu gracia, de tus virtudes. Tú eres parte esencial de la vida. Permítenos conocer lo mejor de ti. Descubre tu gracia, y valora la gracia de los demás. Ya que todos tenemos alguna gracia, alguna virtud. Y sobre todo, lo más importante, que halles gracia a los ojos de Dios, es decir, que Dios vea tu gracia y se agrade de ti, porque entonces te bendecirá y te guardará.