Romanos 13:7

Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.

La palabra deuda puede causar un sentimiento de rechazo, quizás por las muchas ocasiones en que deber dinero nos haya causado problemas. Generalmente incurrimos en deudas cuando surgen imprevistos, cuando pasan cosas que alteran el presupuesto, y debemos encontrar alguna forma de cubrir gastos inesperados. Pero a ciencia cierta, aunque hasta la fecha exista alguien que tenga la dicha de no haber tenido que pedir prestado a nadie nada, todos estamos en deuda. Hay deudas que no son de dinero, ni de cosas prestadas, sino mucho más importantes. Hay deudas de honor. Es decir, hay personas a quienes les debemos el honor que se merecen.

El pasaje en Romanos 13:7 insta a pagar a todos lo que sea que les debamos. Empieza mencionando los impuestos, que son un monto adjudicado a los bienes y servicios, cuyo destino son los fondos públicos, y se usan para la administración de una entidad estatal. Además de las deudas de dinero, hay deudas establecidas por las autoridades gubernamentales, que también deben ser pagadas. En algunas circunstancias, las personas procuran evitar el pago de los impuestos, con la intensión de ahorrar dinero. Pero negarse a pagar impuestos, o evitar hacerlo, es faltar al compromiso de una deuda. En este caso esta deuda no es buscada, sino establecida. Sin embargo, que paguemos nuestros impuestos agrada a Dios. El mismo Señor Jesucristo pago sus impuestos (Mateo 17:24-27), no puso ninguna excusa, aún cuando el cobro que se le hizo fue injusto. Al habitar en una comunidad y hacer uso de los servicios que hay en ella, debemos aceptar también los impuestos establecidos, porque de esta forma se mantienen activos estos servicios.

La segunda deuda es el tributo. Hay dos significados para la palabra tributo. El primero viene de la acción que realiza una persona de darle bienes o dinero a una otras, considerada superior en términos sociales, o con dominio del territorio, como una forma de demostrar a esta última sometimiento y obediencia de parte de quien da el tributo. Era una práctica muy común en tiempos antiguos antes de que existieran las estructuras políticas administrativas que hoy conocemos. Las personas que recibían los tributos podías ser tiranos que se aprovechaban de su influencia o emitían amenazas para forzar a las personas de una comunidad a que les dieran tributos; o en el mejor de los casos, gente noble que proporcionaba algún bien o servicio, como seguridad, organización o educación. El segundo significado es la retribución u homenaje que se realiza a una persona destacada que deja algún legado relevante a su generación o que realizó algún acto heroico. Consiste en realizar algún acto conmemorativo que haga reseña de los méritos de esa persona o grupo de personas, por los cuales se les rinde tributo. En este caso el tributo se realiza con celebración, o bien, proporcionando alguna clase de beneficios o regalos al homenajeado.

En algunos casos se realizan homenajes póstumos, es decir, que la persona a la que se le rinde tributo ya falleció. Los tributos pueden ser canciones, monumentos, plazas, dar a una ciudad el nombre de esa persona, arreglos florales, placas conmemorativas, ect.. Pero lo que es importante destacar es que a los homenajeados no se les debe dinero, sino el reconocimiento por su labor, por sus acciones heroicas, por sus sacrificios. Sus acciones han beneficiado a otros de tal forma que se destacan en la comunidad, y por ese aporte que ellos realizan o realizaron, la comunidad se siente en deuda, procurando destacar a través de tributos el bien que fue recibido por parte del homenajeado.

Muchas veces, un tributo no basta para estar a la altura de lo realizado por personas que en verdad se entregaron a la comunidad por una causa noble. Es por eso que ciertas actividades para rendir tributo se vuelven tradición, siendo celebradas año con año. En verdad hay acciones que no se pueden agradecer ni con palabras de agradecimiento, ni con dinero. Es una deuda que recibimos con agradecimiento, pero que no se pueden pagar, y por ello resulta idóneo rendir tributo.

El tercer tipo de deuda que menciona el apóstol Pablo en el pasaje es respeto. En realidad, para una sana convivencia, debemos respetarnos los unos a los otros. El respeto debe ser una práctica natural, espontánea, constante, genuina. El respeto lleva consigo cuidado de las cosas que son de los demás, obediencia a la autoridad, comunicación verbal adecuada, sin agresión de ninguna clase, tolerancia a las ideas y opiniones de otros, en fin, aceptar que todos somos diferentes y que en medio de esa diversidad, podemos vivir juntos y trabajar en equipo para un bien común.

Sin embargo, hay personas que se destacan por su personalidad y por su influencia en nuestras vidas, que están en una posición de autoridad o que se han ganado el equivalente a eso, por lo que representan en nuestras vidas. Debemos rescatar el valor del respeto, que en nuestros días está en peligro de extinción. Son y deben ser personas respetadas y respetables todas las personas que ejercen un papel formador en nuestras vidas: primeramente los padres, luego los maestros, también las autoridades religiosas, y otras personas que influyen en nuestra vida en la formación de nuestro carácter.

El respeto produce una condición de sujeción hacia alguien por ser considerada digna de ello. Se manifiesta en un trato amable, de consideración, con preferencia y obediencia. Sería muy bueno que hicieras una lista de las personas a las que consideras que les debes respeto; a los padres, a los maestros, a esas personas que aparecieron en tu vida cuya influencia definió tu personalidad, a los abuelos, a los pastores, a las autoridades en general. Haz una autoevaluación y determina si estás en deuda con las personas que debiendo recibir respeto de parte tuya, contradictoriamente han sido menospreciados, avergonzados, ignorados, o hasta desprestigiados.

La cuarta forma de deuda es honra. La honra es la forma de recompensar lo que es digno de honor, y en este caso hablamos de un aspecto muy subjetivo, porque no todos tenemos el mismo concepto de lo que es honor o algo digno de honra. Es posible que incluso algunas personas piensen que no conocen siquiera a una persona que sea honorable. Lo que es incuestionables es que el honor lleva consigo cualidades que se conjugan para ser dignas de méritos. Por ejemplo, en una escuela son muchos los niños que sacan buenas notas, pero solo los que alcanzan las notas más altas aparecen en el cuadro de honor. Todos los días los bomberos arriesgan sus vidas por salvar a otros, pero solo los que hacen acciones inesperadas que resultan en el rescate de otras personas, reciben medallas de honor. Dar honor es honrar, es hacer evidente el respeto y la admiración que se tiene por la persona digna de honor.

Hay que honrar a los padres, esto es tan importante que incluso aparece en la lista de los 10 mandamientos, y de estos, es el único que tiene una recompensa específica. En la Biblia está escrito que hay que honrar a los padres para que nos vaya bien y seamos de larga vida en la tierra. Dar honor a los padres es obedecerlos, atenderlos, bendecirlos, ayudarlos, cuidarlos. El honor que los padres merecen es también darles la importancia que tienen. Es estimarlos consideradamente y de forma constante.

También es necesario que honremos a Dios. Dios merece ser el que reciba primeramente toda la honra, es decir, todas nuestras acciones y pensamientos deben estar sujetos a la completa voluntad de dar honra a Dios.

El que honra cuida, valora, respeta. La honra y el respeto, aunque se pueden materializar en cosas, generalmente se evidencian en acciones. El dinero, aunque es bueno para todo, no alcanza a pagar lo que muchas personas han hecho por nosotros, y mucho menos lo que Dios hace cada día por nosotros. Por tanto, el mejor uso que podemos dar de lo que tenemos es pagar nuestras deudas, pero las deudas más importantes son impagables, sólo las podemos agradecer con una vida que demuestra ese agradecimiento desde la forma más básica como las palabras, hasta las acciones más sublimes, de entrega, de creatividad.

Te invito a reflexionar sobre las deudas que tienes, aquellas que no puedes pagar con dinero, aquellas que para apenas agradecer es necesario que pongas más de ti mismo. Medita también de qué forma puedes empezar a agradecer, reconociendo que jamás podrás pagar lo que han hecho por tí. Paga lo que debas; al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que respeto, respeto; al que honra, honra.