Génesis 3:4-5

Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.

Las Sagradas Escrituras no relatan la fecha específica o el tiempo transcurrido desde el día en que fue creado el ser humano y el momento en que comió del fruto que no debía comer. Lo cierto es que pasó con la primera pareja en la tierra, y desde entonces somos pecadores. Pero, ¿cuál fue realmente el primer pecado?

Por generaciones hemos llamado al primer pecado el pecado de la desobediencia. Es sencillo: Dios dio una orden, el ser humano no la cumplió, sino que desobedeció esa orden bajo las intrigas de una serpiente parlanchina, que es figura de Satanás.

¿Y si te dijera que no fue la desobediencia? Convengamos que todo pecado es una transgresión a los mandatos de Dios, pero básicamente es ir en contra del carácter de Dios, el cual nos fue dado al hacernos a Su imagen y a Su semejanza. Desobedecer es no obedecer, no hacer lo que Dios dice que hagamos, o hacer aquello que Dios dice que no hagamos. El panorama aparentemente es sencillo: Adán y Eva comieron de un fruto que Dios les dijo que no comieran.

Sin embargo, hay una fuerza o motivación que induce al ser humano hacia el pecado, la cual no se despierta sino en la tentación. La serpiente seduce a la mujer, primero, descalificando las palabras de Dios, llamándole mentiroso, y luego, prometiendo una sabiduría sin límite que no requiere la participación de Dios. Falsamente, el diablo limita los atributos de Dios al mero conocimiento, y convence a la mujer de que Dios es egoísta y que no quiere compartir ese conocimiento con sus criaturas. Probablemente, antes de esta conversación, Eva no cuestionaría nada acerca de Dios, pero la astucia del maligno la lleva a replantearse una existencia que no requiera a Dios para tener conocimiento.

Queda claro que la serpiente engaña a Eva, prometiendo el conocimiento del bien y del mal sin la intervención de Dios, pero lo cierto es que Dios es más que conocimiento, y todo conocimiento sin Él es engaño.

Me puedo imaginar que el fruto de aquel árbol no tenía nada en particular, salvo que fue puesto en el medio del huerto y usado como manera para probar el verdadero deseo del corazón del ser humano de obedecer a Dios, de escoger a Dios, de creer en Dios. Y desde ese primer momento no pasamos la prueba. Con mucha sagacidad, el diablo implantó en la mente del ser humano la idea de poder vivir independientes de Dios, separados de Él, al margen de Su existencia. Y es como muchos viven hasta hoy.

Ese primer pecado sigue siendo el pecado más común, el pecado de todos. No basta ser bueno para agradar a Dios, sino que deliberadamente debemos escogerle; como en un acto de libertad, intencional y voluntariamente. De una u otra manera, queremos vivir al margen de Dios, sin consultar con Él nuestras decisiones, sin hablar con Él durante el día, sin buscarle. Nos entretenemos con otras fuentes de conocimiento, las cuales son inciertas, dudosas.

Todo conocimiento sin Dios es peligroso, nos aleja de la verdad.

Por causa del pecado entró la muerte en el ser humano, y este es el ritmo de la vida para la existencia humana: nacemos y morimos. Pero no será así por siempre. Y este conocimiento es ignorado por muchos para no tener que enfrentarse a la decisión de acercarse o no a Dios.

Si la vida eterna no es real, los que creemos en la eternidad sólo dejamos de existir al morir. Pero si hay una eternidad, elegir vivir sin Dios nos asegura una lamentable condición de vida para esa eternidad. Este conocimiento no se lo explicó la serpiente a Eva, no lo tuvo al momento de comer de aquel fruto, porque la serpiente le mintió.

Eva pecó, pero Adán también. Él pudo haber tomado otra decisión, pero al igual que su mujer, quiso ser como Dios, quiso el conocimiento sin Dios.

La serpiente mintió, porque desde ese primer mordisco morimos todos, estamos condenados a la muerte por causa del pecado.

La serpiente mintió, porque haber comido del fruto sólo produjo el conocimiento de haber fallado a Dios.

La serpiente mintió, porque no necesitaban comer del fruto para ser como Dios, ya que habían sido hechos a Su imagen y a Su semejanza.

La serpiente mintió, porque ningún conocimiento hay fuera de Dios.

¿Y dejarás que la serpiente te siga mintiendo? No podemos vivir sin Dios, fuera de Él no hay verdad, sólo muerte.

La sentencia sobre el fruto era una prueba, pero también era para guardar la vida. El hombre no muere por culpa de Dios, sino que escoge morir al desobedecerle. Una vida ajena de Dios es una opción siempre disponible, y no importa qué tan bonito lo describa la serpiente, al final termina en muerte eterna, en condenación. Mas una vida cerca de Dios garantiza una eternidad con Él.

Ante la inminente caída del hombre por causa del pecado, Dios ofrece una alternativa, una posibilidad de volver al plano original. Dado que el ser humano no es capaz de salvarse a sí mismo, Dios ofrece a Su Hijo para que en Él sean depositadas todas nuestras culpas, y establece una regla indispensable para ser favorecidos con este acto expiatorio: recibir a Jesús en nuestros corazones. Conscientes de nuestras múltiples faltas tenemos asegurada una condenación eterna y bien merecida, pero por medio de Jesús tenemos esperanza. Juan 1:12 afirma que todos los que le reciben, los que creen en Su Nombre, son hechos hijos de Dios, recuperan una relación como la del diseño original. Y así como voluntariamente, ante la seducción de la serpiente, el ser humano abrazó el pecado; del mismo modo, intencionalmente debe renunciar al pecado para abrazar una nueva relación con Aquel que tomó su lugar en el castigo merecido por sus pecados.

Así nos amó Dios, que habiendo nosotros escogido mal desde el principio, Él se dispuso a salvarnos. Ahora podemos cambiar la historia. El pecado seguirá siendo una opción mientras vivas, pero puedes escoger a Dios, a Su Hijo Jesús, puedes escoger la vida, puedes escoger no pecar, puedes escoger hacer el bien.

La historia del primer pecado, aunque causa tristeza, también causa esperanza. Fue Dios mismo quien hizo para Adán y Eva túnicas de pieles, anticipándose al sacrificio perfecto que haría Su Hijo para salvarnos de la condenación eterna a causa del pecado. Todos somos pecadores, pero todos tenemos acceso a la gracia salvadora de Dios Padre, por medio de Jesucristo. ¿Has tomado esta oportunidad de vida eterna, para volver al diseño original para el cual Dios te formó?

No vivas sin Dios, pues todo sin Él es nada, mas con Él lo tienes todo. En Dios está la vida, la esperanza, el amor, la verdad, la justicia. Acércate a Él confiadamente, porque Él te espera con los brazos abiertos. ¡Bendiciones!