Mateo 5:37
Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.
Hablar es una de las acciones más comunes del ser humano. Hablamos para comunicarnos, para pedir, para contar historias, para recitar poemas. Hablamos de todo; del clima, de política, de religión, del pasado. Pero muchas veces lo que decimos puede meternos en serios problemas. Darnos la libertad de hablar sin medir las consecuencias tiene el potencial de arrastrarnos a un sin fin de problemas. En Proverbios 10:19 el escritor dice que en las muchas palabras también se cometen muchas faltas. Por eso, es necesario que meditemos cómo estamos hablando.
Las palabras son poderosas. Con ellas se puede dar ánimo, motivar, enamorar, enseñar, defender, inspirar, reconciliar; pero también se puede destruir, acusar, desmotivar, rechazar, fomentar el odio, separar. Decir las palabras correctas en el momento oportuno puede evitar guerras, divorcios, conflictos. Pero aún decir las palabras correctas en el momento inoportuno ocasiona problemas. Por otro lado nunca es oportuno usar las palabras incorrectas.
El verso para meditar el día de hoy invita a ser comprometidos en hablar siempre la verdad, lo correcto. Enseña que debemos ser de una sola palabra. Que cuando diga sí es porque en verdad mantendré ese sí por ser algo correcto y verdadero. Que cuando diga no es porque la respuesta es no. Hablar con muchos rodeos sin dar una respuesta clara es estar llenos de oscuridad, de maldad, de inseguridad, de incertidumbre. Las respuestas que no son claras tienen su origen en el mal, en una inconsistencia. Por ende, sus resultados serán malos.
Hablar SÍ es hablar con firmeza, con seguridad, con la verdad. Cuando alguien pide algo de nosotros: que vayamos a algún lado, que hagamos algo, que prestemos algo, y respondemos que sí, sabiendo que no lo haremos, estamos fallando a este principio. El consejo en este verso no es que a todo digamos sí, sino que seamos congruentes con lo que decimos. Que si decimos que sí, hagamos y actuemos conforme a ese sí. En realidad no tenemos que decir a todo sí. Incluso cuando hemos dicho que sí, si al final no podemos cumplir, podemos hablar indicando las razones verdaderas por las que, estando dispuestos a cumplir con lo hablado, no podremos cumplir.
Hablar NO también requiere firmeza, seguridad y verdad. Hay personas que tienen problemas con decir no. Quieren quedar bien con todo mundo, y aún sabiendo que no podrán cumplir, se comprometen. Debemos aprender a decir no sin rodeos o excusas. Dar un no por respuesta debe ser precedido por una consciente meditación de los resultados. Un no como respuesta puede herir, especialmente cuando nos están pidiendo algo. Pero debemos asumir con responsabilidad en resultado de nuestras respuestas y acciones.
Ser consecuentes con lo que decimos y hacemos nos convierte en personas verdaderas, creíbles. Conocemos a personas a las que llamamos falaces, porque hablan cosas que no son ciertas, presumen de cosas que nunca han hecho. Esta clase de personas en realidad caen mal. No se puede confiar en ellas.
Sin embargo, también es necesario identificar aquellas cosas que decimos de las cuales nos tenemos que retractar. Puede que nos equivoquemos al hablar de algo, que repitamos lo que en algún momento oímos, sin haberlo confirmado, o que en un momento de ira, hablemos sin haber medido las palabras. Para eso existe el pedir perdón. Ahora bien, no se trata de decir lo que querramos y estar pidiendo perdón a cada rato, sino de aprender de los errores y hablar adecuadamente.
Las respuestas a medias no son respuestas. A veces por no decir si o no, implementamos un talvez, o un quizás, sabiendo que la respuesta es no. Actuar así nos resta credibilidad.
La ausencia de respuestas también es incorrecto. En ocasiones será necesario meditar un tiempo antes de responder, pero perfectamente podemos hablar informando que nos tomaremos determinado tiempo antes de dar una respuesta definitiva, y llegado el tiempo, responder, o mejor aún, antes.
Tampoco estamos obligados a responder si no tenemos las respuestas. Usemos adecuadamente la respuesta «no se». El excesivo e inapropiado uso de esta respuesta proyectará una imagen negativa de nosotros, indicará que somos ignorantes, mediocres, faltos de capacidades mentales. Además, usar esta respuesta sólo para evitar problemas disminuye nuestro potencial de ayudar a resolverlos.
Nuestras respuestas nos pueden meter en problemas, pero también nos pueden sacar de ellos, o evitarlos. De ahí la necesidad de responder sabiamente. El sabio piensa lo que va a decir, pero el necio dice todo lo que piensa. Debe haber una profunda determinación personal de hablar correctamente, con la verdad. Esto requiere firmeza y ejercitarlo desarrolla carácter en nosotros.
1ra Corintios 15:33 dice que las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres. Entonces de buena gana debemos evitar tener malas conversaciones. Pueden ser malas conversaciones entremeternos en chismes, hablar airadamente, decir mentiras, ofender, hablar obscenidades, hablar hipócritamente, hacer juicio de la conducta de otros, mofarnos de un defecto de otros, etc.. Hablar sin medir las consecuencias evidencia que no le damos importancia nosotros mismos a lo que decimos, por tanto no esperemos que los otros lo consideren importante. Sin embargo, cuando hablamos queremos ser escuchados y que se le de importancia a lo que decimos, por tanto, para nosotros debe ser importante, y debemos pensar bien antes de hablar. No podría ser importante para nosotros ofender a alguien, decir una mentira, calumniar a otros, burlarnos de alguien; por el simple hecho de que son cosas que no nos gustaría que dijeran de nosotros. El Señor Jesucristo enseña que debemos tratar a otros de la manera en que nosotros queremos ser tratados.
Usa bien tus palabras. Aprovecha esta capacidad que tienes para decir siempre la verdad, para decir palabras agradables, para enseñar a otros, para corregir. Usa la palabra con responsabilidad, de modo que seas consciente de lo que dices y mantengas tu palabra.
No mientas. Mentir es como construir un castillo de naipes, al soplar el viento se cae y no queda nada. No importa que los demás mientan, evita rodearte de personas mentirosas. No copies su ejemplo. Tú di siempre la verdad, porque la verdad no cambia nunca. La verdad se puede defender, la verdad se puede comprobar.
Honra tu palabra, si no lo haces tú, nadie lo hará, y lo que es peor, nadie confiará en ti. Puede que hayan ocasiones en las que debas retractarte, pero sabrás que será por razones justificadas. Por lo demás, cumple tus promesas. Cuando hay un abismo entre lo que decimos y lo que hacemos, la gente lo nota, y eso nos convierte en personas falsas, así que debemos ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Los hijos, por ejemplo, hacen lo que ven hacer a sus padres, no tanto lo que los padres les dicen.
A partir de hoy medita con más detenimiento tus palabras, lo que hablas. Haz ciertos cambios que hagan acercar más tus palabras de tus acciones. Evita hablar más de la cuenta. Dale a tus palabras la intensión y el tono adecuado. Descubrirás que las personas a tu alrededor cambian de actitud para contigo por la forma en la que hablas. Puedo decirte esto porque ha sido muy útil para mí y puedo constatar que lo que digo y la forma en la que hablo pueden cambiarlo todo; para bien o para mal. Esforcémonos pues, en hablar el bien con todos, y disfrutemos de sus beneficios.