Mateo 18:3
…y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
Las Sagradas Escrituras revelan que para entrar al reino de los cielos es necesario que nos hagamos como niños, así lo registra Mateo 18:3 como una enseñanza del Señor Jesucristo. Si no nos hacemos como niños no podremos entrar al reino de los cielos. Pero es imposible revertir el tiempo en nosotros y volver a los primeros años de vida, cuando apenas hablábamos, cuando nuestra estatura quizás ni alcanzaba a la de una mesa. Lo bueno es que hacernos como niños no significa revertir el tiempo y volver a ser niños como en un principio, sino actuar como niños en algunos aspectos.
Ciertamente Dios espera que maduremos espiritualmente, así que ser como niños no es ser inmaduros, no es ser irresponsables o descuidados. Debemos vivir cada etapa de nuestra vida adecuadamente, procurando vivir las experiencias que corresponden. Ser como niños no significa seguir viviendo en la casa de los padres y sin trabajar cuando ya sea hora de tener familia propia y ver por un hogar aparte. Cada cosa tiene su tiempo, como dice el rey Salomón en Eclesiastés 3. La madurez espiritual es indispensable para asumir con responsabilidad el ministerio para el cuál Dios nos creó. Los niños con facilidad se dejan llevar por las emociones; hoy quieren ser héroes, mañana querrán viajar y conocer el mundo, y después desearán ser artistas. Pero como adultos espirituales sabremos que tenemos un compromiso con Dios, el cual debemos cumplir con amor, dedicación y esfuerzo.
¿Entonces qué es ser como niños? Pablo escribe a los corintios y les dice: Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar (1ra Corintios 14:20). Conociendo el apóstol Pablo que no podemos entrar al reino de los cielos si no nos hacemos como niños, escribe y dice que ser como niños es no tener malicia. No hay malicia en el corazón de un niño, no hay maldad.
Un niño cree todo lo que se le dice; no está pensando en que le puedan decir una mentira. Si el papá o la mamá le cuentan una historia, el niño la cree. Si le hacen una promesa, el niño cree y espera que la cumplan. Es con el pasar del tiempo que los niños dejan de creer, porque son decepcionados, especialmente cuando los padres, o las personas más importantes en la vida del niño mienten, o faltan a sus promesas.
Un niño se olvida rápidamente de los pleitos. Si dos niños están jugando juntos y se pelean, puede que por un momento no se hablen, pero al rato se les olvida que estaban peleando, y vuelven a jugar juntos. El niño no guarda rencor, no está todo el tiempo recordando que algún otro niño le hizo algo malo. Está mas interesado en compartir y disfrutar que en vengarse. Lamentablemente mira en los adultos un comportamiento distinto, mira que cuando discuten y se pelean, después se hacen enemigos, y los niños terminan aprendiendo esa forma de ser de los adultos.
El niño vive despreocupado. Sabe que mamá y papá se encargarán de todas sus necesidades. Un niño no está preocupado de cómo va a hacer para comer en la noche, o si habrá suficiente dinero para su par de zapatos que necesita. El niño depende completamente de sus padres, y entiende que ellos le proveerán lo mejor, lo que esté al alcance de ellos.
El niño se siente seguro y protegido con sus padres. Para todo niño, o la mayoría, los padres son sus héroes, tienen superpoderes, son los mejores padres del mundo. Por eso, cuando están en problemas lo primero que hacen es llamar a papá o a mamá. Saben que papá y mamá los han defendido de cualquier peligro; de animales agresivos, de aguantar hambre, los cuidan cuando están enfermos, los llevan en brazos cuando se lastiman.
Un niño se siente amado por sus padres, porque recibe de ellos afecto, comprensión, atención, cuidados, compañía. Desde que nacen, los hijos reciben besos, abrazos, regalo, sonrisas, palabras cariñosas. Los padres en todo tiempo descargan su amor hacia los hijos, habiendo o no ocasiones especiales.
Si todo lo que puedes ver del comportamiento de un niño con su padre lo trasladas al ámbito espiritual, entenderás por qué Jesús dijo que no podemos entrar al reino de los cielos si no nos hacemos como niños. En el reino de los cielos el Padre es Dios, y nosotros somos Sus hijos, pero debemos ser como hijos pequeños, como niños, poniendo toda nuestra confianza en Dios, creyendo a Su Palabra, creyéndole a Él. Dios espera que perdonemos a todo aquel que nos ofende, del mismo modo que los niños perdonan y no se quedan para siempre atrapados en el rencor y el resentimiento. Dios espera que dependamos de Él por completo, es decir, que busquemos Su guía en todas nuestras decisiones, desde las más comunes hasta las más complejas.
Sobre todas las cosas, Dios es amor, y nos ama, y cuando podemos entender Su amor, empezamos a actuar como niños amados por Dios y que amamos a Dios. Así como el niño demuestra amor a todo aquel que le da amor, así nosotros demostramos amor a Dios cuando conocemos cuánto nos ama.
Los niños no tienen prejuicios, sueñan con libertad aún en cosas totalmente inexistentes, hablan con la verdad. Como no son malos, no desean el mal a nadie, ni están esperando recibir lo malo de otras personas. Creo que cuando Jesús enseño acerca de ser como niños para entrar al reino de los cielos, trataba de enseñar que debemos ser buenos como lo éramos cuando niños. Además, que debíamos ver a Dios como Padre, y confiar en Él totalmente.
Si has dejado de ver a Dios como Padre, vuelve a ser como niño. No hay nada más hermoso que mantener con Dios una relación de Padre a hijo, porque Dios es el mejor padre del mundo, el mejor modelo de padre y de paternidad responsable.
Un hombre llamado Nicodemo habló con Jesús una noche y recibió el significado de esta enseñanza acerca de hacernos como niños. Jesús le dijo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5). Jesús le enseñaba acerca del nuevo nacimiento, de arrepentirnos de los pecados y empezar de cero, siendo nuevas criaturas, ya no siguiendo al mundo y sus deseos, sino a Cristo y Su ejemplo. Nacer de nuevo es más que revertir el proceso natural de la vida, es reiniciarlo por completo, incluso con una nueva naturaleza. Se trata de un acto completamente consciente, y al mismo tiempo espiritual.
Nacer del agua es ser bautizado, pero nacer del Espíritu es morir al pecado para vivir para Dios, es ser una persona guiada por el Espíritu Santo. Entonces ser como niños requiere volver a nacer, pero nacer en Cristo. Si hasta ahora te has relacionado con Dios como criatura, como un ser humano que tiene a Dios por su Dios, entonces aún no disfrutas de la identidad de hijo. Juan 1:12-13 dice «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.» Por tanto, puedes disfrutar de una relación con Dios donde Él es tu Padre.
Confía como un niño, cree como un niño, ama como un niño, espera como un niño, perdona como un niño, sonríe como un niño, obedece como un niño, y verás que tu Padre Dios mostrará Su amor por ti permaneciendo contigo todo el tiempo, cuidando de ti y tratándote como Su hijo.