Eclesiastés 7:29
He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones.
Cuando Dios hizo al ser humano, lo hizo bueno, lo hizo a Su imagen y semejanza. Puso en el corazón del hombre todo lo bueno: cualidades, virtudes, anhelos, propósitos. Fuimos diseñados para la victoria, para el poder, para la vida abundante de paz. Podemos notar esto en los niños pequeños. Usted puede ver que son tiernos, que no hacen mal a nadie, que sonríen, que persisten hasta lograr lo que anhelan. Los niños pequeños creen lo que se les dice. Son sinceros, si algo no les gusta lo dicen y punto. Si el padre los corrige, puede que llores, pero inmediatamente lo abrazan buscando su consuelo. Si se pelean con un hermanito o con otro niño, al rato están jugando juntos.
Usted no ve maldad en un bebé, pero tenga la certeza que esta criatura hará todo lo que vea hacer a su alrededor y lo llamará normal, por cuanto todos lo hacen. Si esa normalidad es la mentira, la hipocresía y la envidia, el niño pensará que así debe actuar también. Pero si la normalidad son las muestras de afecto, la amabilidad, la ayuda mutua y el respeto, será eso lo que el niño repita y aprenda. He visto a muchos padres avergonzados cuando sus hijos pequeños dicen palabras groseras ante la presencia de invitados; pero los niños no las inventan, en algún lado las oyen y sólo las repiten. Si el televisor está educando a los hijos, podrá sorprenderse de lo que aprenden sin su supervisión, pero la educación de los hijos no es responsabilidad de los programas de televisión, sino de los padres.
En vedad todo individuo tiene la capacidad de hacer lo bueno desde que nace hasta que muere, pero generalmente cometemos algunas malas acciones, quizás por ignorancia, quizás por repetirlas de otros. Eso no resta que a fin de cuenta somos los administradores de nuestras acciones.
Si un niño crece en un ambiente hostil, rodeado de violencia, entrenado para hacer delitos, mentir, agredir; seguramente su concepto de bondad se reduzca a hacer algunos favores a las personas de su grupo, sin que por ello de lugar a que lo ridiculicen o se aprovechen de él. Pero en el correr de la vida, conociendo que hay personas diferentes, que tienen un estilo de vida basado en el buen trato a los otros, reconocerá que también puede vivir de esa manera. ¿Conoces alguna historia similar? ¿Personas que después de vivir haciendo el mal, descubren que pueden cambiar y vivir para hacer el bien? Yo he conocido a muchos jóvenes que salieron de la delincuencia después de tener un encuentro con el Señor Jesucristo, y cambiaron las piedras y las armas por Biblias; pasaron de robar y matar a dar vida por medio de la Palabra de Dios.
Los seres humanos fuimos hechos buenos por Dios; como dice el rey Salomón en Eclesiastés 7:29, donde afirma que pudo reconocer ciertamente que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones. Si notas que primero habla del hombre, y luego dice «ellos», es que se refiere a todos los seres humanos, hombres y mujeres, a todos nos hizo Dios, y nos hizo rectos, es decir, diseñados para vivir una vida en rectitud, en equilibro, en paz. Pero insatisfechos o curiosos, terminamos buscando lo que no se nos perdió. Como decimos popularmente, le estamos buscando la quinta para al gato, cuando bien sabemos que sólo tiene cuatro.
La vida de paz diseñada por Dios para el ser humano es interpretada por muchos como una vida aburrida. El cristiano «no bebe licor, no fuma, no baila pegado». Pero no se trata de lo que el cristiano no hace, sino de lo que hace. Si vivir en la perfecta voluntad de Dios se tratara de no hacer las cosas malas, muchos que no hacen nada cumplirían los requisitos; sin embargo no es así. Santiago 4:17 dice que el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado. Entonces no se trata solamente de no hacer lo malo, sino de hacer lo que es bueno, lo cual podemos hacer, por cuanto Dios nos hizo para ello.
Creo que podemos hacer el tiempo para las buenas obras a las que estamos capacitados. No son generalmente cosas extraordinarias, sino comunes; desde ayudar a un anciano a cruzar la calle, hasta rescatar a una persona en peligro. No hay nada de aburrido en hacer cosas buenas. Se siente adrenalina cuando preparamos una fiesta sorpresa, la misma adrenalina que sentimos cuando estamos organizando algo especial para alguien que lo necesita. No tiene nada de aburrido servir a otros. Se requiere de fuerza física y disposición para dejar la comodidad de lado y salir a visitar a un enfermo, de ser posible, llevando víveres y cosas útiles. Practicar las cosas buenas se vuelve un estilo de vida. Cuando nos disponemos logramos notar que las oportunidades están por todos lados.
Pero podemos confundir la falta de agradecimiento de las personas como una situación en la que se aprovechan de nosotros. Muchas personas dejan de hacer lo bueno esperando recompensas, esperan aplausos, reconocimiento, esperan un trato especial. Pero se supone que hagamos buenas obras, no porque las hayan hecho con nosotros, o para que nos lo recompensen, sino porque Dios nos hizo para ello, para que anduviéramos en buenas obras (Efesios 2:10). Además, ninguna recompensa es más grande que el galardón de Dios para los que hacen Su voluntad.
Muchas veces me he resentido con personas que no son agradecidas cuando hago buenas obras que les benefician. Espero que por lo menos cambien de actitud, aún cuando ni siquiera digan «gracias». Y cuando eso no pasa me parece que desperdicié esa buena obra. Pero con el tiempo he aprendido que no es para ellos que lo hago, sino para conmigo misma, pues todo el bien que hago es lo que siembro, es mi tesoro, mi cuenta de ahorro en el banco de los cielos.
La rectitud dada por Dios al ser humano no se trata sólo de las buenas cosas que podamos hacer, sino de una vida en integridad. Dios hizo al ser humano para que fuese fiel y no un traidor. Dios hizo al ser humano para que dijese verdades y no mentiras. Dios hizo al ser humano para que amara y no para odiar. Dios hizo al ser humano para que fuese justo y no injusto. Usted puede ver estos atributos del ser humano en personas que no son cristianas sencillamente porque Dios las hizo ser así. El hecho de que no crean en Dios, no significa que Dios no exista, que Dios no haya hecho todas las cosas y a todas las personas. Pero puede conocer también a personas que, llamándose cristianas, se permiten un poco de infidelidad, mienten un poco, odian otro poco, son algo injustos. Se trata de personas que se desvían en busca de sus propias perversiones.
La Palabra de Dios enseña que todos somos pecadores, y por ello estábamos destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23), pero por medio de Cristo tenemos la oportunidad de cambiar, dejando la vida de pecado definitivamente. Es como volver a la verdadera naturaleza que Dios nos dio. Cuando le dimos lugar al pecado, nos quitamos la vestimenta de la naturaleza del carácter de Dios, y quedamos separados de Él, vestidos de una naturaleza de pecado; pero por medio de Cristo, al recibirle como Señor y Salvador, podemos quitarnos las vestiduras del viejo hombre y revestirnos de un hombre nuevo (Efesios 4:22-24), creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. No es que Dios lo crea en ese momento, ya lo había hecho, pero lo habíamos hecho a un lado buscando nuestros propios deseos engañosos.
Un niño no tiene culpa de lo malo que hace cuando lo aprende de otros, pero cuando lo adopta como suyo y lo practica con libertad, en la medida en que crece, estará aceptando la naturaleza de maldad que su entorno le impone. Con todo y eso, hay quienes se resisten a esa imposición, y no adoptan tales actitudes. Lo bueno es que aún cuando la maldad haya sido nuestro estilo de vida por años, cuando viene a nosotros el conocimiento de la verdad, tenemos una oportunidad para cambiar las cosas. En adelante ya no estamos obligados a seguir actuando incorrectamente. Podemos retomar la naturaleza que Dios preparó para nosotros, una naturaleza recta que se nota en las buenas obras que hacemos.
Puede que toda tu vida haya consistido hasta hoy en un error seguido de otro; si lo ves así, no estas obligado a seguir en lo mismo. No te permitas perpetuar la violencia en tu hogar. Si creciste en un hogar de maltrato, no repitas eso con tus hijos. Si fueron infieles contigo, no lo seas con quien ahora está contigo. Si han roto tu corazón, deja que el Señor Jesucristo entre y sane todas tus heridas, para que puedas empezar de nuevo, esta vez por el camino correcto, y haciendo lo recto delante de Dios.
No naciste para ser malo, Dios no te hizo malo, te hizo recto, te hizo bueno, te hizo libre.