Salmos 138:8
Jehová cumplirá su propósito en mí;
Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre;
No desampares la obra de tus manos.
Hay un momento en la vida de toda persona en que se pregunta acerca de su misión: «¿para qué existo?» Responder esta pregunta es determinar el propósito de nuestra existencia. Todo existe con un propósito. Usted no usaría un cepillo de dientes para barrer su casa, ni usaría el microondas para secarse las manos. Encontrar nuestro propósito ayudará a vivir una vida con sentido, con dirección. Uno puede definir la misión de la vida en función de una causa, de un interés, o de una meta.
Por lo que podemos percibir, la enorme mayoría de personas no saben cuál es su misión; y esto se nota cuando conocemos que viven sus vidas de forma desorientada o sin propósito. Casarse y tener hijos no es un propósito, porque una vez que sucede ya no habría más razón de la existencia. Hacer dinero tampoco puede ser un propósito, porque una vez que se tiene, luego, ¿para qué se usa?
Una misión debe ser interiorizada, debe poder explicarse claramente, y debe dirigir cada acción y decisión que tomamos. Si dijera que mi propósito es erradicar toda la basura del planeta, pero todo desperdicio lo tiro donde sea, mi declaración de misión podrá sonar muy interesante, pero mis acciones no tienen ninguna relación, sino que son el total contrario. Eso significa que aunque es lo que digo, no es mi verdadera misión.
Podemos definir misiones a nivel personal, a nivel de familia, a nivel de grupo, a nivel de empresa. Pero una definición de misión debe ser más que palabras, es la determinación de vivir para alcanzar esa misión. Misión no es lo que quisiéramos hacer, sino lo que deberíamos estar haciendo. La misión logra establecer mi propósito. Conocer mi misión debe permitirme completar la frase: yo vivo para…
Alguien que estudia medicina debe haber considerado si su misión es dedicar el resto de su vida a atender pacientes adecuadamente para diagnosticar su padecimiento y recetarles de forma correcta a fin de aliviar su padecimiento. Si alguien se gradúa como médico, pero no tiene vocación, cada día de trabajo será una carga pesada. El propósito de todos los doctores en medicina debe ser ayudar a las personas con un diagnóstico lo más acertado posible y prescribir la mejor opción o alternativa para la recuperación de esa persona. Se nota cuando una persona vive la medicina con vocación, porque siempre da más de lo que se le pide, no tiene prisa por alcanzar un número de pacientes, sino que a cada uno de ellos los trata de forma especial, haciéndoles sentir que son importantes.
Hay muchas causas por las cuales vivir; puede ser ayudar a personas en necesidad extrema, obtener fondos para personas que padecen alguna enfermedad, atender las necesidades básicas de los que viven en asilos y orfanatos, recaudar víveres para damnificados, rescatar animales en peligro de extensión, combatir la contaminación ambiental, etcétera. Todas esas obras son buenas. Si alguna de ellas es tu misión, te sentirás movido a tomar acciones y decisiones en torno al eje de esta causa, serás sensible a este tema y motivado a ser parte de un grupo que haga algo verdaderamente impactante en relación a esta causa. No hay nada más satisfactorio que vivir con un objetivo, y ver resultados en lo que haces, es decir, ver frutos.
La Biblia define la misión del cristiano en función del Gran Mandamiento (Mateo 22:37-39) y la Gran Comisión (Mateo 28:19-20). Vivimos para amar a Dios, amar al prójimo como a nosotros mismos, convertirnos en discípulos de Cristo, predicar el evangelio y hacer discípulos a otros. Aunque esta es la misión a grandes rasgos, cada uno la puede personalizar en función de su contexto, de su realidad y de su llamado. No podemos hacer todas la cosas, por eso, cada uno tiene un llamado diferente, y la sumatoria de todos los llamados asignados a cada creyente hace posible que todo el Plan de Dios se haga realidad. Todos los cristianos somos parte del mismo equipo, el equipo de Jesús. Pero cada uno tiene un llamado particular por medio del cual se hace posible la misión de los cristianos.
Conocer tu misión no es suficiente para vivir conforme a ella. Es posible que la evites, poniendo otras cosas en prioridad por encima de tu misión. De ser así, no podrás experimentar el grado de satisfacción plena que causa vivir conforme al propósito correcto. Un padre en realidad no puede definir el propósito de un hijo, pero le puede guiar para que el hijo lo descubra.
Ningún propósito válido conforme a la voluntad de Dios da lugar al egoísmo, no se puede definir una misión en función de los beneficios personales, sino el función de los resultados para un bien más allá del individuo. No existimos para nosotros mismos, porque de ser así deberíamos todos aceptar que el egoísmo es bueno, y el egocentrismo sería la estrategia para alcanzar nuestro fin, que en todo caso fuera complacer cualquier antojo que nos hiciera sentir bien. Pero ese no es el caso. La historia nos ha revelado que el egoísmo no es una buena actitud; los egoístas en la historia tomaron decisiones equivocadas, y centraron todas sus fuerzas en complacer sus deseos por encima incluso de la vida de otros. Todo orgullo, envidia y altivez es una expresión de egoísmo. Saúl fue egoísta, quería para él los halagos que hacían a David, no soportó que hubiera uno mejor que él, y eso lo apartó de la gracia de Dios. David fue egoísta al tomar para sí la mujer de otro, y eso trajo como consecuencia una serie de eventos desafortunados en su familia. El hombre rico que murió y fue al lugar de tormento, fue condenado por su egoísmo, pues teniendo justo a la puerta de su casa alguien de quién compadecerse, nunca le dio de comer. Por egoísmo, Ananías y Safira conspiraron para mentir a Pedro y a la Iglesia, diciendo que habían vendido en un precio su propiedad, cuando en realidad lo habían vendido en otro precio mayor.
Tu misión no debe ser el reflejo de un pensamiento egoísta. Tu felicidad, tu familia, tus sueños, tus alegrías, tus hijos, tus éxitos, tus logros, todas estas cosas son bendiciones de Dios, pero no son tu misión. Dios planificó un propósito específico para tu vida, y sólo en Él podrás conocerlo con certeza. Puedes pasar buena parte de tu vida tratando de hallarle sentido a tu existencia, pero sólo quien te hizo puede decirte para qué existes.
El rey David sabía eso, y declaró: «Jehová cumplirá Su propósito en mí»; le fue revelado que no existía para él mismo, sino para Dios, y que por ende, Dios tenía una misión para él, un propósito. David gobernó con justicia al pueblo de Israel, y Dios estuvo con él. Además a David se le atribuyen la mayoría de los salmos que hasta hoy inspiran a muchos, tanto por las verdades que Dios sigue revelando por medio de ellos, como a través de muchas alabanzas que contienen fragmentos de los salmos. Toda la historia de David revela a un hombre mortal, común, débil, pero determinado a honrar, alabar y amar a Dios por sobre todas las cosas.
Los cristianos somos la sal de la tierra, la luz del mundo, fuentes de agua viva, instrumentos de Dios, ministros de la reconciliación entre Dios y los hombres. No existimos para nosotros, sino para hacer la voluntad de Dios. A lo largo de nuestra existencia vivimos cosas que nos competen como a humanos: comemos, dormimos, trabajamos, pero ninguna de estas cosas es nuestra verdadera misión. Dios cumplirá Su propósito en mí y en ti. Tienes dos opciones: o haces las cosas a tu manera hasta que te rindas, o te rindes desde el principio entregándole tu voluntad a Dios.
Para los hijos de Dios sólo hay una forma de vivir, sólo hay una misión: hacer la voluntad de Dios.