Génesis 1:14
Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años,
En el cuarto día de la creación, Dios hizo el sol, la luna y las estrellas. Todas estas lumbreras fueron creadas para determinar estaciones, días y años. No sólo fueron creadas, sino que Dios estableció leyes sobre ellas, y un complejo mecanismo que sigue siendo objeto de estudio para el ser humano.
¿Por qué la luna no se cae? ¿Por qué la tierra jira alrededor del sol? ¿Por qué las estrellas están tan lejos? ¿Por qué la luna afecta la marea? ¿Por qué la tierra jira sobre su propio eje? Todo lo que responde a esto obedece al plan de Dios.
En un principio se creía que la tierra era plana, pero en la Biblia no existe evidencia de que Dios dijera que la tierra era plana. Era más el resultado de la creencia del ser humano a partir de su observación. Desde donde estamos, no percibimos el movimiento de la tierra, vemos que el sol es el que se levanta y se pone, cuando en realidad es la tierra la que jira sobre sí misma. A la salida del sol le llamamos alba, y a su puesta, ocaso; entre un momento y el otro le llamamos día, y a lo que falta, le llamamos noche.
Una vuelta completa de la tierra alrededor del sol se mide en años. En años solemos medir también nuestra vida. Y a ella le atribuimos también estaciones. La niñez, a adolescencia, la juventud, la vida adulta, la vejez, y así se cumple un ciclo completo de vida.
Los ciclos y estaciones naturales pueden ser figura de nuestros ciclos y estaciones biológicos y emocionales. Meditar en la creación de Dios me da esperanza. Puedo entender que después de un día viene otro, después de un año viene otro, hay mareas altas, pero también mareas bajas. Hay inviernos, pero después viene el verano. Si el sol, la luna y las estrellas fueron puestos por Dios para marcar estaciones y temporadas, debemos entender también que todo pasa, que el tiempo transcurre sin detenerse, y que después de cada noche hay un nuevo día.
Dios hace nuevas todas las cosas. Este año nuevo no será igual al año pasado, y a ningún año venidero. La vida fue diseñada para avanzar, con un ritmo hacia adelante. Aunque hay ciclos que se repiten, nunca son iguales. El segundo que pasa no se vuelve a repetir. Si así de instantáneo es cada momento, ¿acaso no vale la pena vivir lo mejor que se pueda? Y no me refiero al libertinaje, ni a la irresponsabilidad, sino al acto intencional de vivir de verdad, intensamente.
El regalo de vida que se nos otorga al comenzar cada día debería ser mejor valorado. Un famoso por ahí, decía que la clave de su éxito consistía en hacerse todos los días esta pregunta: ¿si hoy fuera mi último día, haría lo que voy a hacer? Si añadimos esta reflexión a nuestras vidas y la tomáramos en serio, de seguro viviríamos diferente. Tal idealización no consiste en tener una mentalidad fatalista, sino una mentalidad de prioridades.
Eclesiastés 3 afirma que todo tiene su tiempo, pero solemos descuidar esta verdad, que es una ley de la vida, invariable. Descuidamos el tiempo de los hijos por buscar más dinero y darles una mejor calidad de vida, luego ellos crecen y abandonan el nido. Sacrificamos el descanso y la buena alimentación por diversas alternativas, y tarde o temprano el cuerpo nos pasa factura. Diría que tenemos miedo a ser felices, sin darnos cuenta que la felicidad se nos escurre entre los dedos como agua.
Las estaciones de la vida tienen distintos matices: sacudidas, silencios, soledades, risas, heridas, logros, pausas, prisas. En realidad lo que nos marca no es lo que nos pasa, sino cómo lo procesamos. Saber vivir no es carecer de experiencias dolorosas, porque el dolor es parte de la vida desde el nacimiento hasta la muerte; saber vivir es aprender de la vida. Una lección aprendida de la vida es el mayor logro que podemos alcanzar.
Las estaciones fueron marcadas y establecidas por Dios con una lumbrera, con una señal de luz que determina su comienzo y su fin. Yo te animo a buscar la luz de la vida, la lumbrera que marca la estación de tu vida. Con ella recibirás la guía que necesitas.
Como instructivo te invito a preguntarte: ¿qué quiere Dios que yo aprenda en esta estación de mi vida?
Hemos descuidado mucho la capacidad de meditar, pero solemos hacerlo cuando nos va mal. Ante las tragedias y golpes de la vida, muchos solemos preguntarnos: ¿por qué a mi?, pero sería más sabio preguntarnos: ¿para qué? ¿qué propósito hay detrás de todo esto? ¿cuál es la lección en esta experiencia? Y para tener las respuestas correctas necesitamos una fuente de luz, de verdad, que aclare nuestros pensamientos y nos ilumine.
Cerca de ti deben haber estas fuentes de luz: la Palabra de Dios, un amigo sincero, una persona sabia, un consejo oportuno.
Encuentra tu fuente de luz, y disfruta la vida que se te da como regalo cada día, cada noche, cada instante. Has que la vida sea eso, vida, y no solo la espera hasta el momento final. Vive la estación que te toca, pero recuerda que todo pasa, así que: «esto también pasará».