Jeremías 29:11
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Dios piensa en ti. Dios no sólo tiene planes para tu vida, sino que se acuerda de ti, te piensa. Cuando piensas en alguien, generalmente ese pensamiento está estrechamente ligado al concepto que tienes de esa persona. Es muy difícil despegar el concepto que tenemos de alguien cuando lo recordamos. Del mismo modo cuando Dios piensa en nosotros, Sus pensamientos acerca de nosotros están completamente relacionados al concepto que Él tiene, a la forma en la que Él nos ve.
Dios tiene pensamientos de paz para con nosotros. Él no se hace un conflicto, ni hay confusión cuando piensa en nosotros. Comúnmente aplicamos este verso a las cosas futuras que Dios ha planificado para nosotros, pero para que esas cosas futuras acontezcan, se requiere que en el presente algo esté pasando, que hace que Dios considere ese futuro para nosotros. Tratando de decirlo de otra manera; el concepto que hoy Dios tiene de nosotros es lo que define la bendición que Él prepara y se anticipa a declarar, que es una bendición de paz, y no de mal.
Paz en el sentido bíblico no es la falta de guerra. Hay una batalla espiritual permanente en las regiones celestes. La paz de Dios supera nuestro entendimiento (Filipenses 4:7). Paz es más que tranquilidad, es más que un ambiente pacífico, es más que libertad. En una ocasión unos alumnos le preguntaron a su profesor el significado de la paz de Dios. El profesor les dijo que se imaginaran una refrigeradora llena de toda clase de delicias y majares, la refrigeradora completamente llena, y todas esas cosas en buen estado, disponibles para ser disfrutadas. El profesor trataba de explicarles que la paz no es lo que está alrededor de la refrigeradora, sino dentro.
Por nuestro contexto histórico en países cuya cultura, geografía e ideologías están fuertemente marcadas por guerras, tenemos la tendencia a quedarnos con un concepto de paz limitado. Pero la paz es también bienestar. Por eso el profesor usó el ejemplo de la refrigeradora llena de víveres. Cuando alguien llega a una casa y saluda, o se encuentra con alguien en el camino, y le desea paz, le desea más que la tranquilidad, le desea bienestar. Imagínese una ciudad sin guerra, pero con mucha pobreza, a niveles extremos. Tarde o temprano esa ausencia de guerra desaparecerá, y se desatará una crisis social que se manifestará en forma de violencia. No estoy hablando del futuro, le estoy hablando de historias. Muchas guerras en el mundo surgieron como resultado de una crisis social a causa de la escasez, la pobreza, la extrema necesidad.
Cuando tienes a alguien que no tiene nada, luchando por tener algo, luchará con todas sus fuerzas, porque no tiene nada qué perder.
Pero los países más avanzados, cuyas personas tienen recursos, en donde hay oportunidades de trabajo y equilibrio social, se dice que hay paz, no por la ausencia de conflictos, sino por la prosperidad de los ciudadanos. Dios tiene pensamientos de paz para nosotros, y para que Él planifique tranquilidad y bienestar para nuestro futuro, es porque hoy Él tiene un buen concepto de nosotros. Conozcamos un poco acerca de cómo Dios nos ve, y lo que ha revelado en Su Palabra.
Salmos 100:3 dice que nosotros somos pueblo Suyo, somos ovejas de Su prado. Le pertenecemos a Dios. Cuando Dios nos ve, como hemos recibido al Señor Jesús como nuestro Salvador y Señor, como hemos cambiado vestiduras de hombre y mujer viejos, por las vestiduras de santidad, Él ve algo que le pertenece. En el concepto de Dios nosotros somos Suyos, de Su propiedad. Además nos ve con carácter de responsabilidad sobre nosotros. Es decir, así como un pastor de ovejas cuida de ellas y las protege, las alimenta, las defiende, así Dios cuida, protege, alimenta y defiende a Sus hijos. Por eso el rey David declara en el Salmo 23 que el Señor es nuestro pastor. Como le pertenecemos, Dios asume un carácter de padre o de pastor responsable, esto no se despega del concepto que Dios tiene de nosotros. Usted ve el auto de otra persona y no está pendiente de su chequeo mecánico, sus permisos, sus fallas o sus reparaciones, pero atiende el suyo lo mejor que puede. Usted no mira a los hijos de otros con la misma importancia con que mira a los suyos. Dios jamás pasa por alto que le pertenecemos y que Él es nuestro Padre.
Zacarías 2:8 dice que para Dios somos la niña de Su ojos. En este verso hay una declaración de protección divina, por cuanto todo aquel que intenta hacer daño a un hijo de Dios, se mete con Él, y Dios defiende a Sus hijos. La niña de los ojos, o pupila, es el centro del iris del ojo, donde entra la luz. Como una reacción espontánea, cada vez que algo se acerca al ojo, por más rápido que venga, el cerebro interpreta una señal de alarma y ordena al párpado que se cierre. Así es la protección divina. Pero consideremos el concepto. Somos la niña de los ojos de Dios, esto no es en un sentido afeminado, sino que estamos en el centro de la zona más segura donde Él nos resguarda. Generalmente las parejas o padres usan esta expresión para expresar cariño, un amor muy profundo y la disposición voluntaria de proteger a alguien muy especial como es el esposo, la esposa, los hijos. Para Dios tu eres su hijo o su hija, y te protegerá, te guardará como a la niña de Sus ojos.
Jeremías 31:3 dice que Dios te ama desde siempre, por la eternidad; y por ese amor que siente por ti, te ha prolongado Su misericordia. Es imposible que el concepto de Dios hacia nosotros aparte Su amor. Aún cuando somos débiles, Dios nos ve con amor. Cuando nos aparatamos, Él nos llama con lazos de amor. Toda la Biblia es la historia del amor de Dios por la humanidad. Dios no ama el pecado, y no podemos pecar descaradamente sin ofender a Dios y merecer castigo, pero por Su amor tenemos oportunidad de arrepentirnos, y es entonces cuando entra en juego Su misericordia (Ezequiel 18:32).
1ra Pedro 2:9 afirma que nosotros somos para Dios «linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciemos las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable». Somos de entre tantas personas, escogidos por Dios, tomados como especiales para Él de generación en generación. Talvez eres la primera generación de cristianos en tu familia, o la segunda, o la tercera. Pero no se trata de eso. El linaje no viene de tus antepasados, viene de Dios mismo. Como hijos e hijas de Dios, nuestro linaje viene desde antes de la fundación del mundo, no se hereda biológicamente, sí por sangre, pero por la sangre de Cristo, que fue derramada por nosotros para nuestra redención.
Eres de linaje escogido. A ti te escogió Dios para que le conozcas, porque Él siempre te ha conocido, Él sabe muy bien quién eres tu.
Eres real sacerdocio. Real porque es verdadero sacerdocio, y porque es sacerdocio para el Rey de reyes. No fuiste rescatado para servir a otros dioses, ni para ofrecer sacrificios a ídolos; sino para servir al Señor Jesucristo. Eres un instrumento de adoración, santificación, salvación y unción. Los sacerdotes en el Antiguo Testamento se encargaban de realizar las ceremonias sagradas para la purificación del pueblo. Ahora tú y yo, como hijos de Dios, estamos llamados a evangelizar para hacer llegar a toda persona el mensaje de salvación por medio de Cristo, a fin de prepararlos para una relación con su Salvador.
Eres nación santa. Y observa que dice santa y no perfecta. No somos santos porque nos salgan alas de la espalda, sino porque Dios mismo nos santificó para Él por medio de Cristo. Una nación es un territorio habitado por un grupo de personas que aceptan ser regidos con reglas y estructuras organizativas a las que se someten para beneficio de todos. Así, tú como nación, representas a toda tu generación, a todos los tuyos, a cada familia, y a los hijos, nietos, bisnietos y todos los que vengan después; por medio de ti, todos ellos son regidos por la Palabra de Dios, para vivir conforme a Su voluntad, y disfrutando de Sus bendiciones. Dios sabe que enseñarás a tus hijos lo que has aprendido por medio de la Palabra de Dios; lo supo con Abraham, el padre de la fe (Génesis 18:19).
Termino reiterando que somos pueblo de Dios, le pertenecemos, Él nos compró a precio de sangre. Dios ve en nosotros todo lo que haremos para Su propósito. Y nos ha encomendado anunciar las virtudes de Cristo; y que así como nos sacó de las tinieblas y de la condenación a nosotros, lo hará con todo el que reciba el mensaje que ahora llevamos.
Para Dios somos Su familia (Efesios 2:19), somos luz (Mate 5:14), somos lo que le da sabor a la tierra (mateo 5:13), somos Sus herederos (Romanos 8:17), somos Su especial tesoro (Malaquías 3:17). Dios te tiene en alta estima, sabe de qué eres capaz y quiere que vivas una vida bendecida, llena de paz, y no de mal.
Cada vez que te veas al espejo recuerda lo que Dios dice de ti. Que te ama, que le perteneces, que eres la niña de Sus ojos, que eres especial tesoro, que eres linaje escogido, real sacerdocio, nación santa. Tú eres lo que Dios dice que eres; Él es Dios y no se equivoca, y cuando te llamó a que conocieras Su amor, como no le rechazaste, ha planeado bien para tu vida.
Es maravilloso entender el concepto que Dios tiene de nosotros. ¡Cuánto nos ama el Señor!
Dios no ve lo que mira el hombre, Dios ve lo que hay en el corazón (1 Samuel 16:7). Dios ha visto tu corazón, y te conoce mejor que nadie. Para alguien que me conoce tan bien como Él, ante una declaración de quién soy como ésta que hemos meditado hoy, no queda más que aceptar y recibir, creer, esperar y perseverar.