Números 11
El capítulo 11 de Números narra un acontecimiento que muestra el poder de Dios, pero también Su justicia, Su forma de hacer disciplina entre Su pueblo. Todo el capítulo son sólo 35 versículos, y si unes la lectura completa más el devocional de hoy, tendrás un entendimiento amplio de lo que pasó y de lo que esta experiencia nos enseña hasta nuestros tiempos.
Cuando el pueblo de Israel iba por el desierto, Dios los cuidaba del sol protegiéndolos con una nube que los seguía, y los abrigaba en la noche con una columna de fuego. Además, como no podían detenerse a cosechar para tener de qué alimentarse entre tanto que peregrinaban, Dios los alimentaba con maná. El maná descendía desde el cielo, después del rocío, y todo el pueblo de Israel salía a recogerlo por la mañana, lo molían en molinos o lo majaban en morteros, y lo cocían en caldera o hacían de él tortas. Todos los días era así, menos en el séptimo día. Si alguno guardaba maná de un día para otro se echaba a perder. Pero en el sexto día Dios enviaba doble porción de maná, el cual no se descomponía al día siguiente, para que guardasen el día del Señor (Éxido 16).
Un día de tantos, en ese trayecto rumbo a la tierra prometida, personas extranjeras empezasor a comentar lo aburrido que les era comer maná en el desayuno, en el almuerzo y en la cena, y se ponían a recordar y comentar sobre las otras comidas que comían antes. Los israelitas, al oír esos comentarios, empezaron a quejarse del maná, empezaron a decirse unos a otros lo deseosos que estaban de volver a comer carne. Incluso decían que añoraban volver a comer pescado, pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos; y decían que era comida que consumían de balde; esto indica que era lo que comían cuando estaban desocupados, o incluso, que no era el plato fuerte, sino quizás un aperitivo. También puede significar la comida que no tiene costo, algo que podían conseguir con facilidad, sin el menor esfuerzo. Pero esto no era del todo cierto; aunque en Egipto habían estas cosas, los israelitas eran esclavos, vivían en condición de miseria, no tenían tiempo libre, y nada les era dado gratis.
El recuerdo de estas cosas nace en gente que no era israelita, extranjeros, personas que no temían a Dios. En ocasiones dejamos que lo externo influya indebidamente en nosotros; los anuncios, las películas y los sistemas de negocios modernos pueden atrapar nuestra atención, desenfocándonos del milagro que está pasando justo ante nuestros ojos. Aquellas personas hablaban de las cosas que recordaban de una manera que los israelitas desearon volver a Egipto con tal de probar un sabor diferente al maná. Pero ese maná era algo especial, no hacían nada para conseguirlo, Dios lo enviaba desde las alturas, sólo tenían que recogerlo y prepararlo para comérselo.
Dios no había planeado darles maná para siempre, porque sabía lo que había prometido. Cuando llegaran a la tierra prometida ya no necesitarían maná. Dios sabía que aquella tierra era rica en recursos, con mucha abundancia. Pero preparó este alimento para ellos, no como un castigo, sino como provisión ligera durante el trayecto hasta llegar a destino. Aquel maná era temporal, pero ellos se quejaron del maná muy rápidamente.
Seguramente después de haber deseado volver a comer carne, salían tristes a recoger el maná. Sólo de imaginar aquellos cientos de miles de personas llorando a la hora de la comida, porque era maná y no carne, se me estremecen los sentidos. Esa cantidad de personas llorando con el maná en el plato, pero deseando comer carne. Pero puedo encontrar un parecido a la forma en que nos comportamos de vez en cuando; renegando de no tener aún algo que anhelamos, o de haber perdido algo que queríamos y que nos costó mucho, en vez de disfrutar lo que tenemos, las bendiciones presentes hasta ese momento. Probablemente no seamos tan diferente a aquellos israelitas, que aún después de ver tantos prodigios y señales de Dios, seguían probocándolo, y no le creían.
Una de las debilidades del ser humano es su memoria. Tenemos una memoria muy frágil. Vivimos el momento, pero con el pasar de tiempo los detalles se hacen cada vez más borrosos. Muchas veces influenciados por agentes externos, recordamos cosas del pasado de forma equivocada. Probablemente recordemos grandes hazañas ejecutadas en la juventud, ignorando detalles como los sacrificios que se hicieron para alcanzar aquella proeza. Muchas personas recuerdan solamente los castigos de los padres, pero borran con facilidad que aquellos padres muchas veces dejaron de comer para alimentar a los hijos, y que cuando se enfermaban los niños, los padres estuvieron velándolos, cuidando que la fiebre no subiera o limpiándoles el vómito. Es incorrecto tener memoria sólo para las cosas malas, o sólo para las cosas buenas. Puede que alguno recuerde ahora su juventud, cómo se embriagaba y pasaba bailando toda la noche, era el centro de atención y la persona más popular. Pero debe recordar también los estragos de aquella borrachera, la banca rota, las traiciones y los escándalos, los pleitos y los malos entendidos, el desperdicio y la cantidad de insultos proferidos y recibidos.
Una memoria mal enfocada puede hacernos creer que antes sin Cristo las cosas eran mejores, porque teníamos más amigos, porque nos iba mejor, o porque no teníamos que cumplir tantas reglas, pero estos son solo espejismos en el laberinto de la memoria, porque en Cristo somos nuevas criaturas, las cosas viejas pasaron y todas vienen a ser nuevas. Entonces tenemos nuevos y verdaderos amigos, ya no vivimos bajo el estándar del mundo, sino bajo el estándar de la fe, y la obediencia a Dios es la única libertad que cuenta.
Como resultado de aquel llanto de los israelitas, de aquel deseo intenso de comer carne, al punto de desear volver a Egipto, provocaron la ira de Dios, y Dios les envió codornices de modo que tenía para comer carne de codornices hasta por un mes. Dios les mostró Su poder, pero no conmovido por el llanto, sino con ira, notando que el corazón de aquellas personas estaba aún enamorado de Egipto. Dios les envió tantas codornices que ellos quedaron sorprendidos, pero esta sorprendente expresión del poder de Dios fue para castigo, porque muchos de ellos murieron por una plaga que llegó con las codornices.
Este hecho me hace pensar que muchas veces pedimos las cosas que realmente no necesitamos, menospreciando lo que tenemos, y eso causa el enojo de Dios. Algunos trabajos son más una maldición que una bendición, porque no son la voluntad de Dios. Algunas cosas que hacemos producen más discordia, gasto y disgusto que satisfacción, porque no son correctas; si has hecho algo buscando diversión y las cosas te van saliendo mal, cuidado que en realidad es menospreciar el maná para comer codornices. Generalmente las congregaciones tienen su agenda de cultos, que en la mayoría de los casos no son todos los días, pero dejar de ir a la casa del Señor para ir a un lugar de entretenimiento es como pedir codornices y hacer a un lado el maná. Notarás que es así cuando veas que gastaste más de lo debido, fue la causa de mucho disgusto, y lejos de volver a casa satisfecho te lamentas de haber ido.
¡Oh, cuántas veces queremos codornices y despreciamos el maná! Cuando se está en un proceso, no es prudente acelerar las cosas y hacer que estén antes de tiempo. El desierto era el camino hacia la tierra donde fluye leche y miel, tierra de abundancia. Desesperarse por las añadiduras es un grave error que pone en peligro la vida eterna.
Examina si te estás quejando mucho por cosas que no son tan importante; considera si estás pensando que eras más feliz antes de entregarle tu vida a Cristo, o si te estás dejando llevar por las corrientes de los mundanos. Recuerda que te fue dado el verdadero pan del cielo, a Jesucristo, en tu peregrinación por esta vida. Las quejas no conmueven a Dios, más bien provocan Su ira. Ten cuidado que al recibir algo que estás pidiendo, sea más un castigo que una bendición. Mejor reflexiona ahora, y deja de poner la mirada sobre las cosas del pasado, concentrando tu enfoque en Cristo y en la voluntad de Dios.
Dios tiene planes perfectos para ti, no se adelanta ni se atrasa. Sabe muy bien lo que anhelas, y llega siempre a tiempo. Por favor, no llores por lo que tienes, deseando lo que no tienes. Disfruta lo que tienes y espera en Dios.