Salmos 15:5

Quien su dinero no dio a usura,
Ni contra el inocente admitió cohecho.
El que hace estas cosas, no resbalará jamás.

La presencia de Dios debe ser el anhelo de todo cristiano; no como un lugar al cual se entra de vez en cuando, especialmente cuando estamos angustiados y abatidos; sino más bien como una habitación permanente donde el alma se recrea en comunión con Dios todo el tiempo. Muy a pesar de nuestras imperfecciones, esto es posible, no porque podamos merecerlo, sino porque es el anhelo de Dios estar en comunión con Sus hijos. El Salmo 25:14 dice que la íntima comunión de Jehová es con los que le temen, quiere decir que hay grados de comunión entre Dios y los seres humanos.

Aunque Dios conoce a todas las personas, no todas lo conocen a Él, para estos Dios es un desconocido. Entre los que le conocen, están lo que lo aborrecen. También entre los que le conocen están los indiferentes, aquellos que su consciencia reconocen que Dios existe, y hasta dicen creerle, pero sus acciones en nada se acercan a la voluntad de Dios. Pero hay un significativo grupo de los que le conocen, que no solo creen en Él, sino que quieren tener una relación cercana, íntima, muy estrecha con Él. De conformidad al versículo en el Salmo 25:14, debe existir en estos últimos temor a Dios.

Cuando hay temor a Dios, podemos cumplir sin mayor sacrificio todos los requisitos ya enumerados y los que consideraremos en esta oportunidad, ahora en el versículo 5 del Salmo 15.

Quien su dinero no dio a usura

La usura es el uso excesivo de las cosas, y en términos más específicos, sacar provecho de algo de forma exagerada. Esta palabra es comúnmente usada en relación a los intereses que se cobrar al prestar dinero, cuando éstos son muy altos, casi difíciles de cumplir. Una persona que aspira a permanecer en la presencia de Dios no debe practicar la usura en ninguna de sus formas ni con ninguno de los bienes que posee. Hacer trampas o fraudes son acciones no permitidas para ningún cristiano, y mucho menos si se desea habitar en la presencia de Dios.

Las acciones de un cristiano no pueden ser planificadas para sacar provecho de otras personas, y generar ganancias inmerecidas y deshonestas. Generalmente las personas que caen en la trampa de la usura son quienes pasan por necesidades extremas, están en apuros, son ignorantes o muy imprudentes. El trato hacia ellos debe ser más hacia el apoyo, el consejo, y en caso de préstamo de dinero, en condiciones justas y razonables.

No sólo el dinero puede ser objeto de usura, también el préstamo de cosas, o incluso, cuando se hacen algunos favores, que luego se cobran de forma desproporcionada. Estas acciones deben ser evitadas en absoluto, porque la practica de las mismas denota un marcado apego o amor a las cosas materiales, y menosprecio a las personas en necesidad. Más bien estamos llamados a ser generosos y ayudar a las personas en necesidad, si está a nuestro alcance, como dice Proverbios 3:28.

Debemos practicar la generosidad y evitar la práctica de cualquier acción injusta o avara. La Biblia enseña que la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Timoteo 6:10) y que no se puede servir a Dios y a las riquezas al mismo tiempo (Mateo 6:24). El que procura habitar en la presencia de Dios tomará este requisito y lo cumplirá, aún debiendo cambiar muchos de los malos hábitos aprendidos en toda una vida, pero que se sustituyen por buenos hábitos de amor al prójimo, con tal de ser privilegiados con la presencia de Dios.

Quien contra el inocente no admitió cohecho

Cohecho es soborno; recibir cohecho es aceptar soborno para actuar en favor de quien da el soborno, por encima de la verdad y la justicia. El soborno es una forma de comprar a las personas para que hagan lo que alguno que tiene recursos para pagar ese soborno quiere que hagan en su favor, o para su beneficio. Bajo ninguna circunstancia el soborno es una acción adecuada para los hijos de Dios. No sólo el ofrecerlo, sino mucho menos el recibirlo.

Aceptar beneficios o regalías para pervertir el derecho de los justos es una falta muy grave ante Dios, principalmente porque quienes más son atacados de esta forma son los que poseen menos bienes, menos riquezas, puesto que no pueden competir con el soborno de la contraparte.

Es posible que se te ocurra que este requisito sólo lo deben cumplir jueces, administradores, gerentes, personas en cargos prominentes que tienen potestad de decidir. Pero en algún momento de nuestras vidas somos parte de un grupo grande o pequeño donde se nos delega autoridad. Siempre que estemos a cargo de personas, sin importar en qué clase de relaciones o acciones, debemos actuar con justicia, sin admitir soborno de ninguna clase. Esto puede ser a nivel familiar, dentro de la Iglesia, en un comité de la comunidad, en el equipo de trabajo, o con un grupo de estudio. Cuando se acepta un soborno pequeño para un caso que parece insignificante, cuando vengan casos relevantes lo consideraremos normal. Pero no podemos negar que Dios reprueba esta acción y la condena.

Dios mira con especial atención a aquellos que son pobres, débiles, menesterosos. Todo el que ayuda a estas personas es bendecido por Dios, y Él lo recompensará (Proverbios 19:17). Pero Su irá se encenderá sobre los que abandonan la causa de los más necesitados.

Nuestras acciones deben ser dirigidas hacia la justicia, especialmente de los pobres, de los débiles, de los necesitados. Una cosa es cometer un error que afecte a un inocente por ignorancia, y otra muy distinta es aceptar beneficios a cambio de favorecer injustamente a quien no se lo merece. Seamos, pues, diligentes en actuar con justicia y evitar toda clase de soborno, toda. No necesitamos regalías de nadie para actuar con justicia en tanto que se nos ha delegado autoridad.

Al finalizar del verso 5, el salmista declara que quien hace todas las cosas que hemos enumerado y analizado, no resbalará jamás; es decir, no caerá, no tropezará, será firme, estable, próspero. Concluye enfatizando que todos los requisitos son indispensables para contar con esta promesa. Una de las cosas que debe cuidar todo cristiano es de no resbalar, de no volver a la vida de antes, de no caer en errores, en falsas doctrinas, en herejías. Vivir la cristiandad sin resbalar es necesario por cuanto el mismo Señor Jesucristo habla de una vida de perseverancia hasta el fin (Mateo 24:13). Acá no hay una agrupación de requisitos; si cumplo el primero y el tercero, o el segundo y el último, o con uno sólo de ellos basta. Es mas bien un «Y» lógico; todos deben cumplirse para que la promesa se cumpla también, en toda su magnitud, tal como lo describe el Salmo 91, el cual consideraremos más a detalle en el próximo devocional.

En la medida en que descubres que cumplir todos estos requisitos trae la realización de las promesas de Dios para tu vida, y que todos ellos se viven en perfecto equilibrio, notarás que puedes cumplirlos, se vuelven parte de tu vida, lejos de ser una carga se vuelven parte de ti. Cumplir estos requisitos hace de ti una mejor persona, y lo que es mejor, te permite habitar permanentemente en la presencia de Dios.