1ra Juan 2:7

Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.

¿Te ha pasado alguna vez tener altas expectativas respecto de algo; un evento, un encuentro, una oportunidad, y cuando sucede, te enfrentas a una realidad totalmente diferente? Como cuando ves la publicidad de un producto y al comprarlo es considerablemente diferente. Pasamos la vida experimentando situaciones como estás, donde las expectativas son en la mayoría de las veces elevadas, pero la realidad nos decepciona.

Idealizamos muchas cosas que terminan siendo extremadamente diferentes. De niños deseamos ser grandes porque pensamos que es mejor, que nadie nos pone reglas, que vamos donde queremos, que podemos trabajar y ganar mucho dinero, que la vida es más fácil. Y llegando a adultos nos damos cuenta que la mejor etapa de nuestras vidas ya no volverá.

Tenemos altas expectativas de las personas y poco a poco nos vamos decepcionando. El que espera siempre de los demás resulta herido. Una de las más interesantes habilidades de la mente es la imaginación, y ésta muchas veces nos lleva a tener una expectativa prefijada de todas las cosas. Y no está malo tener imaginación, tener expectativas, pero ¿basadas en qué? ¿Publicidad, películas, libros, historias, o deseos?

De todas las áreas de la vida, aquella en la que más idealizamos es en las relaciones sentimentales, particularmente, el de pareja. Y muy rápidamente en la vida nos damos cuenta lo lejano que es la expectativa de la realidad. Así que meditemos un poco al respecto: ¿quién no sueña con encontrar el amor de su vida?, ¿quién no desea amar y recibir amor de verdad? Las relaciones humanas son complicadas, y si hay una por la que todos o la mayoría pasamos, es ésta.

Soy mujer, y pienso como mujer, no pretendo generalizar en cuanto a todas las mujeres, pero puedo tomar algunas de las historias que conozco. Así que, en este caso, no pretendo ponerme en el lugar del varón.

Tarde que temprano en la vida nos toca enfrentar las relaciones de pareja, de una o de otra manera. Pero antes de que eso pase, sin duda, ya tenemos una idea prefijada, sea buena o sea mala. Todo empieza con el entorno en que nos desarrollamos los primeros años de vida. Mucho de lo que define nuestro comportamiento en la vida adulta, está directamente marcado por los primeros años de vida. Carencias afectivas o exceso de protección, admiración a la figura paterna o rechazo por causa de maltrato, indiferencia y menosprecio, o un equilibrado sentido de seguridad y afecto; estos son modelos que marcan la idealización de la figura masculina en la mente de una niña. Del mismo modo los medios de comunicación hacen su parte. Películas, telenovelas, publicidad, series e historias populares pueden generar una expectativa específica desde los primeros años en la niñez.

El primer rol de la convivencia en pareja que Dios estableció es la compañía y ayuda mutua, de modo que entre las expectativas más comunes es la calidad del tiempo que una pareja experimenta cuando están juntos. Incluso existe una gran diferencia entre el noviazgo y el matrimonio, ya que en el primero, la pareja desea pasar el mayor tiempo posible, pero ya casados la realidad es otra.

El segundo rol en la pareja es el cuido mutuo, un cuido que no sólo consiste en lo físico o lo material, sino también en lo emocional, en el cuido de los sentimientos. Y esto falló desde la primera pareja, cuando enfrentando el llamado de atención de Dios por la desobediencia, lo primero que hicieron fue buscar culpables, en vez de defender, de asumir por la falta del otro. En una sociedad tan individualizada como la de hoy en día, esto es uno de los aspectos de pareja más representativos de la desconsideración que hay; cada quien por su lado, en sus propios asuntos, sin ver el uno por los asuntos del otro. Este individualismo que impulsa la tendencia moderna poco a poco lleva a la destrucción de las familias. ¿Qué caso tiene que invierta tiempo en formar una familia, si eso me quita tiempo, si puedo solo o sola? Si la familia desaparece, desaparece el ser humano, las sociedades, la vida.

El tercer rol en la pareja es la reproducción, la cual no se trata solo de la mera fecundación, de tener hijos, sino de producir cosas juntos, de hacer planes juntos, de trabajar en equipo. Para que esto suceda, se requiere una buena comunicación, es indispensable. En una pareja, el hacer planes juntos debe resultar de la confianza, del deseo de querer involucrar al ser amado en cada aspecto de la vida de ambos, del interés recíproco por el bien del otro, de un esfuerzo genuino por escuchar al otro, y procurar su bien.

El cuarto rol de la pareja es la subsistencia, y particularmente Dios le dio al hombre el mandato de ser el proveedor, el que sale a labrar la tierra y lleva el alimento al hogar. Pero el trabajo en equipo es fundamental; un hombre llegar a hacer muy bien su papel de proveedor, pero si tiene una esposa que despilfarra, no se verá el resultado del esfuerzo. Algunos dicen que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana, pero yo creo que quien ama soporta los malos tiempos (1 Cor. 13).

Tener falsas expectativas lleva a la frustración, las expectativas extremadamente altas llevan a decepción, las expectativas correctas llevan a la motivación.

¿Tienes expectativas altas que no se han cumplido? Te diré algo, generalmente esperamos mucho de los demás y no nos fijamos en lo que estamos dando nosotros mismos. Cuando las personas se concentran en lo que quieren recibir, descuidan lo que están dando. Las niñas sueñan con un príncipe, pero no siempre se ocupan de convertirse en princesas. Y este principio es válido para damas y caballeros, debemos prepararnos en dar lo mejor, y no tanto en esperar lo mejor. Cuando esperas siempre de los demás puedes decepcionarte, pero si no esperas de nadie, estarás sorprendido cada vez que recibas un trato especial, amable, considerado.

¿Tienes expectativas falsas respecto de tu pareja? Me explico, cuando encerramos a las personas en estereotipos, descuidamos el significativo detalle de que cada persona es única. Generalmente cuando somos heridos en el pasado, desarrolamos un sistema de defensa que altera nuestras expectativas, y en muchos casos esto es extremo; o nos vamos totalmente del lado positivo, creyendo que será diferente, aún a ciegas, o convencidos de que será igual o peor, rechazamos nuevas oportunidades. Ante esto se necesita balance, pero sobre todas las cosas, primeramente sanar.

Ninguna persona está lista para una nueva relación cuando no ha sanado de la anterior. No es sano que busques en una pareja la reparación de tus sentimientos y emociones. Porque tarde o temprano estar heridas no sanadas terminan siendo el centro de tu atención y no la relación en sí misma. Las personas que buscan que alguien los sane, que alguien los haga felices, en realidad quieren negar la responsabilidad que tienen de sanar primero. Cuando pongo como expectativa que alguien debe sanar mi corazón, tarde o temprano llegará el fracaso en la relación. Yo sólo conozco de Uno que puede sanar los corazones, y los venda cuando están quebrados (Lc. 4:18).

Otra falsa expectativa es que la persona que será tu pareja es tu media naranja. Dios no hizo medias personas. No es verdad que tienes que encontrar a la otra persona, que sólo se trate de una persona en la vida. ¿Y si esa persona muere, si se va a otro país, si se casa con otra persona? Muchos han destruido matrimonios bajo ese concepto, pensando que llegaron tarde a la vida de su media naranja, pero que, dado que vivimos la generación de las oportunidades, sólo tiene que divorciarse, y ya! Error. Dios nos nos hizo a medias, nos hizo completos, y nos hizo capacitados para las relaciones. No existen dos almas gemelas, existen almas que deciden amarse. Porque el amor no es azar, es decisión.

También mucho se ve en la corriente de este mundo que la persona ideal debe provocar cierta química, una especie de magia, chispas, esas cosas que hacen que el latido del corazón se acelere, que se sientan como mariposas en el estómago. Y quisiera saber si tú, que lees estas líneas, no te las has creído también. Pero no es así. Dios nos diseñó sensitivos. ¿Acaso te has enamorado de todos esos actores o actrices que salen en las películas, que te parecen irresistibles, que sientes que podrías enamorarte de ellos? Recuerda que están actuando. Sentimos esas cosas porque somos seres sensoriales, sensitivos, tenemos emociones y sentimientos. Que alguien sea especial conmigo, y tenga detalles, no necesariamente significa que debe ser mi pareja. Y pero aún si está casado, o si yo estoy casada.

La magia no muere con el matrimonio, ni con el tiempo, la química la perdemos por la rutina, por el compromiso, porque olvidamos los detalles.

Idealizamos también que el verdadero amor no enfrenta problemas, que todo es como una luna de miel permanente, pero la vida también viene acompañada de crisis, y el matrimonio las hay de todo tipo. No te creas que la pareja ideal es perfecta, sobre todo porque uno mismo no lo es. Pero amar es saber sortear la relación en medio de las imperfecciones. Si nos pasamos la vida buscando a la pareja perfecta, llegaremos totalmente desilusionados al final, sin haber disfrutado una relación real, imperfecta como debe ser. No es mejor persona aquella que parece perfecta, sino aquella que aprende a tolerar, y hasta amar las imperfecciones.

Otra imagen del mundo en relación a la pareja es que si no «funciona», lo mejor que puedes hacer es buscar a otra persona. Y especifico; no me refiero a que debes tolerar toda clase de abusos y violencia porque sí o sí debes permanecer con la misma persona el resto de tu vida. Creo que claramente nos habla el Señor de que Dios no admite el adulterio en el matrimonio, y que la relación de pareja también debe ser en el vínculo del respeto, del cuido y afecto mutuo. Muchas mujeres sufren violencia en el hogar, y por estereotipos como éste de que la mujer debe aguantar, terminan muertas. No digo tampoco que la salida para una mujer que sufre violencia es buscar otra pareja. Creo que las parejas deben conocerse mejor antes de casarse, ya que patrones de conducta violentos e impulsivos pueden ser identificados a tiempo en la etapa del noviazgo, especialmente si le pedimos dirección a Dios en este asunto.

Y qué decir de la promiscuidad en la relación de pareja, que es libertinaje sexual; parejas que se permiten de todo, porque el centro de su atención es la satisfacción y el placer. Si esto fuera el centro de todo, estaríamos reduciendo la existencia humana a lo sensorial y emocional, pero ¿qué del espíritu? En el matrimonio el hombre y la mujer dejan de ser dos, para ser uno, es decir un espíritu en unidad. El adulterio y la fornicación es una atadura muy profunda que pone lazo espiritual a la persona que lo practica (1 Cor. 6:18). Desatender este detalle no sólo nos expone a una vida miserable en el matrimonio, sino a una condenación eterna (1 Cor. 6:9).

Abordemos uno más, la tendencia a no formar pareja, a vivir en relaciones libres, sin compromiso, o no establecer ningún compromiso, ninguna relación. ¿Por qué? Porque es complicado, porque es tedioso, porque no necesito que alguien me complique la vida, porque soy un alma libre, porque no nací para el matrimonio, porque es más seguro ya que así no sufro, no asumo ninguna responsabilidad con alguien más. Este pensamiento es primeramente egoísta, luego totalmente fuera de la voluntad de Dios. Salvo que tengas capacidad de abstinencia, todo temor o rechazo a la vida conyugal viene de una falsa enseñanza, o un conflicto en tu etapa de desarrollo, de un concepto equivocado, lo cual debes resolver primero.

Tu felicidad no está en manos de otra persona, pero cuando dos personas se aman, es decir, deciden amarse, la felicidad de ambas es el resultado de la intencionalidad de ese amor. Estamos tan resueltos a amar a la pareja que traducimos ese amor en acciones, en pensamientos, en emociones. Así como Cristo amó a la Iglesia y se dio a sí mismo por ella (Ef. 5:25).

Si quieres, puedes compartirme tus expectativas y tu experiencia con la realidad. Yo creo que Dios nos diseñó para la sana convivencia en el vínculo del amor. Los matrimonios hoy en día están en peligro de extensión, y con ello, corren riesgo las familias, los hogares, basados en el modelo de Dios. Una de las principales causas es porque tenemos falsas expectativas acerca de lo que es el amor. No dejes que el mundo te engañe, porque el mundo pasa, y sus deseos. Mejor deja que Dios te muestre Su diseño para tu vida, si alguien sabe cómo te hizo y toda la capacidad que te dio para amar, es Él, quien te amó perfectamente y te formó único, única, especial. Y así como tú eres valioso, valiosa, para Dios, así lo es quien ahora es tu pareja. No intentes herir a esa persona, porque Dios te pedirá cuenta de ello, mejor decide amarla todos los días de tu vida.

No te hagas falsas expectativas, mejor ama intencionalmente, incondicionalmente, así como Dios te ama. Ama todos los días. Ama de verdad. Que el amor sea tu realidad, y que lo disfrutes cada día. ¡Bendiciones!