Proverbios 27:5

Mejor es reprensión manifiesta
Que amor oculto.

Nacimos para amar porque hay amor en nosotros sin importar lo que nos haya ocurrido en el pasado o nos esté ocurriendo en el presente. El amor es como una fuente que debe fluir con libertad, porque de otro modo se estanca. Aprendemos a amar por instinto, de forma muy espontánea, sencillamente por que Dios, quien nos hizo, puso amor en nosotros.

El amor debe ser nuestro estilo de vida, en todas sus formas y facetas. Amor a la vida, a la familia, al estudio, al trabajo, a los amigos, a la naturaleza, a lo que hacemos. Cuando ponemos amor en lo que hacemos, resulta increíblemente mejor. De lo contrario, el resultado es simple, sin gracia, común, o hasta desagradable.

El proverbio de hoy compara dos condiciones totalmente opuestas: exteriorizar una reprensión y ocultar el amor. A los ojos del proverbista, es mejor manifestar el regaño, el reproche, la amonestación, que guardar en secreto el amor, el afecto, el cariño. La intensión del proverbista no es motivarnos a andar regañando a todo mundo, decir todo lo que no nos gusta ofendiendo con censura las acciones o palabras de otros; mas bien, pretende hacer consciencia de la ineficacia de amar sin demostrarlo, sin declararlo.

No demostrar el afecto hacia otras personas genera un estancamiento emocional. Por naturaleza podemos amar, y al no hacerlo, estamos reteniendo aquello que se supone debemos hacer. Es como poner un tapón a una perforación de petróleo, cuya retención en cualquier momento puede causar un caos, un conflicto, una explosión. Similar es también, a hacer diques o barreras en un río de corrientes impetuosas.

El mandamiento más importante para el cristiano es amar a Dios (Marcos 12:30), seguido de amar al prójimo como a sí mismo. Es interesante que estos dos mandamientos evidencia en realidad el propósito de hacer que el ser humano desarrolle su potencial afectivo, tanto para con Dios como para consigo mismo y con los demás. No se trata de rebuscar en algún lugar secreto la fórmula mágica para poder cumplir este mandamiento, sino de practicar con libertad las facultades afectivas que fueron puestas en nosotros desde el momento en que Dios nos creó.

No es que Dios tenga amos, Dios es amor. Y como nuestro creador, heredó en nosotros esta virtud. El amor es más fuerte que el odio, es la virtud más poderosa del ser humano. Lo que el amor puede hacer es mucho más grande que lo que puede hacer el odio. Por eso, ciertamente es un peligro, es un desperdicio y es una gran pérdida ocultar el amor, o guardarlo en secreto.

Como dice 1ra. Corintios 13 acerca del amor: «el amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.»

Conociendo estas características del amor entendemos que el amor es acción y no una simple idea; no es un concepto, es un estilo de vida. No se trata de pensar que amamos, sino en actuar para demostrar ese amor.

Dios pudo haber destruido al ser humano por completo, sin embargo, nos amó. Dice uno de los versículos más conocidos que de tal manera amó Dios al mundo que dio a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él cree no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16). Sabemos que Dios es justicia, pero también es amor. Aunque Él es justo y recompensará a cada uno según sus obras, también manifiesta Su amor, y no sólo por medio de Cristo, sino además con todas las bendiciones que nos da. Dios no oculta Su amor hacia nosotros, lo manifiesta con cada nuevo día, con cada nueva oportunidad, con Su misericordia, en fin, de muchas formas.

El amor es el potencial más grande del ser humano. Conocemos de muchas historias conmovedoras acerca de madres y padres que hicieron cosas extraordinarias por amor a sus hijos, personas que realizaron actos de valentía inesperados por amor a alguien, personas que dedican muchos de sus recursos para beneficiar a otros que no tienen recursos, demostrando con ello amor al prójimo.

No limites tu capacidad de amar. Aquellos que se detienen de amar por miedo a ser lastimados están desperdiciando su más grande potencial. Amar le da sentido a la vida, nos vuelve creativos, nos inspira. Si alguien decide no amarte, ámale igualmente respetando su decisión; invierte tu amor con sabiduría y con libertad. Pero tú decide amar de verdad y demostrar ese amor. El que siembra amor cosecha amor.

Por increíble que parezca, el hecho de corregir a otros es una forma de manifestar amor. Hebreos 12:6 explica que Dios corrige a quien ama como el padre al hijo a quien quiere. Si un padre ama a su hijo, le corregirá cuando cometa un error, para que sea una buena persona; con ello le demuestra amor. El padre que no ama a su hijo, dejará que haga lo que quiera sin corregirlo, causándole un gran mal porque no le está enseñando a hacer lo bueno. Tomando en cuenta esto, ciertamente es mejor manifestar la reprensión que ocultar el amor, pero no debe ser así.

Imagina que tu pareja esté todo el tiempo corrigiendo tus actitudes, resaltando tus errores, censurando tus palabras y reprochando tus acciones; y no se tome tiempo para darte palabras de ánimo, ser detallista, declarar su admiración, respeto o afecto hacia ti, dedicarte tiempo juntos para conversar amenamente y compartir. Sin duda, preferirás que ambas cosas ocurran a sólo tener los regaños y las reprensiones. Esto es equilibrio. Amar no es ignorar las faltas del ser amado, es corregir estas faltas con firmeza y a la vez con cariño.

Si en algún momento piensas que nadie te ama, medita y reflexiona si has amado tú primero. Si crees que el amor que recibes no es suficiente, analiza si lo has dado todo sin limitación. Principalmente reconoce el amor de Dios en tu vida, nadie te ha amado ni te amará como Él. Su amor es tan grande que aún con nuestros errores e imperfecciones, Él nos da nuevas oportunidades cada día para acercarnos a Él, por medio del Señor Jesucristo, único camino al Padre.

Amar es vivir de verdad, vivir para dar, la única forma de ser verdaderamente felices.