Juan 15:1-6

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto.
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer.
El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.

La vida es como una planta; nace de una semilla, crece y da frutos. Hay plantas que dan muchos frutos, otras dan pocos frutos, y otras, no dan ningún fruto. Las condiciones son un factor que influyen directamente sobre la cantidad y calidad de los frutos en una planta. Ciertamente los frutos son la parte más deseable de una planta. Que la planta de lo que se supone que debe dar es la expectativa común. En el caso de las plantas de cultivo, el agricultor procura sacar el mayor rendimiento de cada planta. Del mismo modo, debe ser un propósito para cada uno de nosotros que le saquemos el mayor rendimiento a nuestras vidas.

El Señor Jesucristo abordó esta metáfora de la planta de una forma muy interesante. Juan 15 dice en sus primeros seis versículos de la siguiente manera:
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden.»

El pasaje habla un poco acerca del mantenimiento que recibe un viñedo, que es un cultivo de uvas. El Maestro enseña que Él es la vid, es decir, el tronco principal de la planta; la que tiene la raíz, la que sujeta cada rama, la que lleva la sabia hasta cada hoja. La vid sostiene y alimenta. Dios es el labrador, el que se encarga del mantenimiento, del cuido, de regar, de cuidar. Los creyentes somos los pámpanos de la vid, es decir, las ramas. La enseñanza consiste en comparar los pámpanos que dan frutos de los que no dan frutos, y las recompensas en relación a la cantidad de frutos.

Aquellos pámpanos que dan frutos son limpiados por el labrador, es decir, se le cortan algunas hojas y sarmientos innecesarios, que brotan por debajo de los frutos, para que los nutrientes sean recibidos por el fruto a fin de que sea grande, bueno, delicioso, y no se desperdicie en otras cosas de menos importancia. Cuando el labrador hace esta limpieza, logra hacer que el pámpano sea en sí mismo más fuerte, evitando que el crecimiento de las uvas someta la rama y la quiebre. Pero los pámpanos que no dan frutos, o que tienen imperfecciones, son cortados, para que la planta invierta toda su energía en los pámpanos que sí dan frutos.

Ciertamente la analogía que hizo el Señor Jesucristo fue para enseñar lo indispensable que es vivir en obediencia a la Palabra de Dios y ser discípulos de Jesucristo. Pero podemos aplicar esta misma analogía de forma individual a fin de entender mejor nuestro ciclo de vida.

Quiero llevar la reflexión hacia el aspecto de los muchos pámpanos que puede tener una vid, así como las muchas áreas en las que invertimos nuestra existencia: la familia, el trabajo, la diversión, los estudios, las aventuras, las amistades, los negocios, etc.. Uno puede ser un buen labrador o un mal labrador, esto se nota con los frutos. Dar frutos es producir aquello que se supone debe producir. El trabajo produce ingresos económicos, el estudio produce conocimiento, la diversión produce recreación, las amistades producen conexión social, y así, muchas otras cosas que hacemos con el fin de recibir algo.

Los pámpanos de nuestra vida podrían no estar dando muchos frutos, puede que el pámpano se rompa por exceso de uvas, puede que la fragilidad del pámpano produzca un fruto pequeño e insípido. Si consideramos que cada una de las áreas en las que invertimos tiempo, dinero y emociones, no están dando suficientes frutos, entonces es hora de podar.

Podar es recortar una parte de la planta con el objetivo de que el rendimiento de la misma sea mejor, aunque en jardinería también se hace poda para efectos estéticos, logrando una mejor apariencia de la planta.

Para que la vid de nuestras vidas se invierta en pámpanos más productivos, es necesario cortar los pámpanos que estén defectuosos, los que no tengan frutos. Aplicar esta instrucción es dejar de invertir tiempo en cosas que definitivamente no son productivas ni útiles. Haciendo un análisis de lo que haces con cada segundo de tu tiempo, podrías llegar a sorprenderte lo mucho que podrías estar invirtiendo en cosas que no sirven. Procura entonces limpiar tu vida de estas cosas. Inicialmente, sin intensión de exhaustividad, haz una lista de las cosas que haces durante todo el día, y evalúa el grado de productividad de cada una de esas cosas. Una vez identificadas las actividades sin frutos, decide no seguir invirtiendo tiempo en ello.

Podrían haber pámpanos sin frutos o con defectos: ver algunos programas de televisión, navegar en ciertas páginas en internet, el uso de las redes sociales, amistades tóxicas, incursionar en dilemas eternos con personas testarudas, asistir a un curso técnico preparatorio que no necesitas sólo para matar el tiempo, entablar conversaciones con personas chismosas, entre otras. Hay malos hábitos que debemos dejar de tolerar, invertir tiempo en ellos nos sale caro, porque reduce la productividad de lo que sí vale la pena. Parte importante de la poda es cortar las ramas innecesarias. Es lo que debemos hacer nosotros también si es que queremos vivir mejor, a plenitud, con propósito y dando frutos.

Limpiar los pámpanos es el proceso de depuración de nuestro entorno y nuestros pensamientos. El desorden, el ruido y condiciones inseguras, en algunas circunstancias, pueden representar obstáculos que reducen la eficacia de lo que hacemos. Puede llegar a ser como dar clases de canto a niños mudos, usar una pana pequeña para llenar con agua una piscina, comprar algo que puedes conseguir gratis.

La limpieza de los pámpanos tiene como fin conectar la energía y la sabia de la vid solo en lo que vale la pena. Del mismo modo, nuestras vidas que son tan breves deben ser invertidas de la mejor manera posible.

Examina seriamente tu vida, especialmente en las áreas que más insatisfacción te produzcan. Toma nota de las acciones en torno a esta área y evalúa los frutos que estés dando. Si deseas vivir más acertadamente invirtiendo tu tiempo y tus recursos en lo que realmente amas o anhelas, debes dejar de hacer algunas cosas desde hoy. Sólo así tendrás tiempo para lo que realmente es importante para ti.

La vida es para vivir de verdad, con propósito. Por eso, considera si le apuntas a ganar, depositando tu vida como pámpano en la única vid verdadera: Cristo. Por lo demás, haz lo mejor que puedas, invierte mejor tu tiempo.