Lucas 11:34
La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas.
El Señor Jesucristo enseñó que la lámpara del cuerpo es el ojo. Lucas 11:34 dice: «La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es bueno, también todo tu cuerpo esta lleno de luz; pero cuando tu ojo es malo, también tu cuerpo estará a oscuras». No es que de los ojos salgan destellos de luz que iluminen en medio de la oscuridad de una forma física, sino que los ojos alumbran el entendimiento. A partir de la observación de las cosas podemos aprender, discernir, comprender y descubrir. Una lámpara encendida alumbra donde hay oscuridad a fin de saber encontrar las cosas, caminar sin tropezar; nada queda oculto ante la luz. Del mismo modo, por medio de los ojos, a través del sentido de la vista, podemos encontrar las cosas, podemos caminar sin tropezar, y podemos ver todo lo que esté iluminado.
En Eclesiastés 1:8 se dice que el ojo nunca se sacia de ver, y así debe ser, porque fue hecho para ver. Es verdad que muchas personas naces sin la capacidad de ver, y otras pierden el sentido de la vista por enfermedad o accidente; pero el ojo fue diseñado para ver.Salvo que tengamos los ojos cerrados, o estemos dormidos, nuestros ojos siempre están viendo. Podemos ver lo que hacemos, lo que otros hacen, el amanecer, el atardecer, el camino de las hormigas, una telaraña, todo lo que esté delante de nosotros.
Pero el ejercicio de ver lleva consigo todo un proceso de análisis que va más allá de la simple descripción de eventos o cosas. Se trata de la interpretación. Según nuestro modo de ser, las cosas que vemos pueden ser interpretadas de forma positiva o negativa. Para introducir este aspecto, recordemos la imagen del vaso que contiene agua hasta la mitad. Las personas positivas dirán que el vaso está medio lleno, pero las personas negativas dirán que está medio vacío.
En nuestra interacción con las personas, recepcionamos mucha información con el sentido de la vista: enojo, cansancio, alegría, tristeza, malicia, torpeza, tranquilidad, etc.. Llegamos a estas conclusiones por medio de la observación en el rostro y el actuar de los demás; también lo que oímos de ellos ayuda a determinar estas características. Nuestras reacciones dependen de la interpretación que hacemos acerca de las cosas que vemos. De ahí la importancia de ver bien, pues en la medida en que mejor veamos las cosas, más adecuada será nuestra reacción. Y esto de «mejor» no se refiere a engañarnos a nosotros mismos asumiendo una interpretación exageradamente positiva de todas las cosas, justificando incluso las malas actuaciones de otros o las nuestras, sino a una interpretación acertada, correspondiente con los hechos, imparcial, propia.
Muchas veces la desinformación hace que lo que veamos nos parezca de un modo que no es. Si vemos a una persona justo en el momento en que sostiene con violencia la mano a otra, pensaremos que le quiere golpear, pero no sabemos si en verdad está impidiendo que éste último agreda a otra persona involucrada en el asunto. Cuando vemos solo parte de las cosas nuestra interpretación tiende a ser errónea. Es como estar viendo solamente una hoja; esta hoja pertenece a un árbol, el árbol está en un bosque. La información completa es el bosque, pero nuestra limitada vista de la hoja puede ocasionar una errónea interpretación.
Así mismo, cada vez que llueve, vemos las gotas de lluvia, vemos todo gris, pero encima de las nubes sigue habiendo un sol resplandeciente. Esto es en función del espacio de las cosas, pero también es así en función del tiempo; el capullo de oruga será después una mariposa, el embrión se vuelve un bebé, la semilla se hace árbol. Para llegar a este conocimiento fue necesario la observación y el uso de la memoria.
Con todo esto, los principios sobre los cuales se rigen nuestro comportamiento, estilo de vida y decisiones, se basan en las conclusiones a las que llegamos en relación a lo que vemos. De esa forma, aunque estemos rodeados de personas deshonestas, seremos honestos luego de considerar el fin de los deshonestos. Seremos fieles porque veremos la recompensa de los fieles, o las consecuencias de la infidelidad. Generalmente practicamos una religión porque alguien en la familia la practicó, así lo vimos y seguimos su ejemplo. Esto ocurre desde muy pequeños; solamente hay que notar que los bebés ven caminando a todas las personas a su alrededor, y ellos también quieren caminar.
Debido a la importancia de lo que vemos, de cómo es nuestra manera de ver las cosas, es que se requiere analizar y reflexionar si estamos viendo de la forma correcta, o si estamos viendo las cosas correctas.
Para hablar de forma; consideremos el ejemplo de una persona que usa lentes. Si los lentes están sucios, la persona verá todo borroso, lo verá todo con dificultad, con imperfecciones, con limitaciones. Así mismo, hay prejuicios, resentimientos o predisposiciones que afectan la forma en que vemos las cosas. Es necesario entonces limpiar nuestra visión de estas imperfecciones, para poder ver claramente.
Si hablamos de ver las cosas correctas, tomemos en cuenta la calidad de las cosas que vemos, los programas de televisión que vemos, las páginas web que visitamos, las personas que nos rodean, los amigos a los que frecuentamos. Cuando alimentamos nuestros ojos y oídos con programas basura, pornografía, violencia, o cualquier aspecto negativo del comportamiento humano, estamos llenando la mente con estos patrones de conducta, con el peligro de repetirlos, aún no siendo totalmente conscientes de ello. Por eso, para evitar esta tendencia, debemos alimentar la vista y el oído con cosas que sean edificantes, que representen los modelos que deseemos repetir.
Si toleramos negligentemente ver de la forma incorrecta, o ver las cosas incorrectas, estamos en peligro de aceptar como normales las acciones incorrectas.
Medita cómo es tu forma de ver las cosas. Puedes ser una persona analítica, reflexiva, impulsiva o indiferente. Puedes hacer un esfuerzo por sacar el lado positivo a todas las cosas o quejarte por todo lo que pasa. Puedes apreciar hasta el más mínimo detallo o perderte de ellos atendiendo sólo las cosas grandes. Puedes ver el conjunto de todas las cosas, o quedarte en un sólo aspecto del asunto. Todo depende de cómo decidas ver las cosas.
La forma en la que vez alumbra tu vida o la llena de tinieblas. Te invito a reflexionar al respecto, y más aún, a decidir cambiar para bien tu forma de ver las cosas, sin importar incluso si crees que actualmente tus ojos ven bien. Lee más, piensa antes de actuar, no te dejes llevar por impulsos. No creas todo lo que vez, porque como dijo el principito: «sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos». Que tus ojos y tu corazón trabajen en equipo para darte la información suficiente para una buena interpretación. Y no menos importarte es decir que que aunque otra personas vean lo mismo que tú, sus interpretaciones pueden ser diferentes, por eso no pretendas tener siempre la razón, porque en realidad sólo tienes tu opinión. Si aprendemos a usar esto, viviremos en armonía con los demás.
Veamos mejor cada vez, quitemos toda basura, todo obstáculo que impida que veamos bien; porque de nuestra forma de ver las cosas depende la luz o la oscuridad espiritual, intelectual y emocional, las que definen nuestro comportamiento, las que nos definen quiénes somos en verdad.
Así como un ciego no puede ver nada porque anda en oscuridad, así el que tiene malos ojos, que todo lo ve malo, que enfoca su mirada sólo en las cosas malas, llena su mente de maldad, y esta maldad es la que guía o alumbra su vida, es decir, está lleno de oscuridad. Pero los ojos que ven bien, que son limpiados con colirio para que vean, que son buenos para identificar lo que es realmente importante, llenan la mente de verdad, y esta verdad es la luz que alumbra la vida, el pensamiento, el corazón. Por tanto, su comportamiento será bueno también.
Que tus ojos te lleven a la verdad, que tu forma de ver cambien para bien, llenando de luz todos tus pensamientos.