Lucas 5:5
Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red.
El episodio de la pesca milagrosa que relata Lucas en el capítulo 5 es tan extraordinario que parece sacado de un libro de ficción. Los hechos de la Biblia son reales, así que esto realmente ocurrió. Y para sorpresa y asombro nuestro, sigue ocurriendo. No digo necesariamente que a los pescadores les esté yendo bien, sino que Dios sigue obrando milagros extraordinarios cuando parece que ya se hizo todo lo que se podía hacer.
Este es el contexto de este milagro, o al menos el detalle que ocupo ahora para destacar la perseverancia como resultado de la fe, y sus sobrenaturales consecuencias. Simón y un grupo de pescadores habían salido a pescar, y habían pasado toda la noche trabajando, sin lograr pescar absolutamente nada. Estos hombres eran pecadores de profesión, conocían su negocio, pescaban de noche para vender el producto fresco en la mañana, pero también porque era el momento en que los peces podían ser atrapados en las redes.
Lo milagroso de este acto no fue la pesca, ni la cantidad, sino la hora. No se empieza a pescar cuando ya no es hora de pescar. Es como llegar tarde a un concierto y hallar puertas cerradas, pasar la hora de una consulta médica y que el doctor se haya ido, esperar quedar embarazada pasada cierta edad, creer que nacerá un diente nuevo si se cae después del desarrollo, entre otras cosas.
Convengamos que los pescadores salieron, supongamos, de madrugada, muy temprano, casi a la media noche. Habían pasado todas esas horas trabajando. Al acercarse a la orilla de la playa, ya de regreso, un Hombre desconocido les pide que le permitan usar la barca como especie de escenario para hablar a una multitud. Estos hombres no sólo llegan agotados por la faena, sino también desilusionados, frustrados. En ese estado de ánimo, el desconocido pasa cierto tiempo enseñando a la multitud, de seguro les enseñaba nuevamente las bienaventuranzas, les hablaba del reino de Dios y de Su justicia. No dice Lucas que ellos le contaran al Maestro de su pesca infructuosa, pero este Hombre notó que no tenían peces en la barca, y ellos de seguro lucían agotados. Ellos no esperarían nunca que Jesús les dijera que bogaran mar adentro y que echaran nuevamente las redes.
Simón, que es Pedro, expresa el sentir de su corazón; su frustración, su realidad. Estos hombres habían trabajado toda la noche sin tener resultados. No fue falta de esfuerzo. Habían ido preparados; no fue falta de redes. Sin embargo, después de haberle oído enseñar, después de haberle dado lugar en su barca, Simón hace una declaración que expresa la esencia de la fe: mas en tu palabra echaré la red.
Probablemente a ti ya te haya pasado de esos episodios de la vida en la que diste tu mejor esfuerzo, no una sino todas las veces posibles, sin obtener lo que esperabas. Esta reflexión va para todas esas personas que en verdad lo han intentado una y otra vez. No ha sido por falta de esfuerzo, no ha sido falta de preparación, ni por faltar las cosas que son necesarias; simplemente no ha pasado. No has pasado el examen, no has logrado la beca, no te ascendieron, no te contrataron, no te has sanado, no te has casado, no has podido conservar tu matrimonio, no has tenido hijos, no has levantado tu negocio, no has pescado. Habiendo trabajado toda la noche, habiendo dedicado el tiempo necesario, en el momento que se supone que se debe hacer, con las herramientas y el esfuerzo necesario, con todas las oraciones posibles, pero no ha pasado.
Simón tenía en la boca el sabor del desconsuelo, pero salta en sus palabras el sonido de la esperanza. Ahora dice: mas en tu palabra echaré la red. Es como si dijera: «si por mi fuera, aquí acaba todo. ¿Qué más se puede hacer? En una jornada común a esta hora ya vamos para la casa, aunque sea con las manos vacías, porque el tiempo de pesca ya paso, el sol ya calentó las aguas, hay mucha gente por acá. Pero te he oído, escuché tus enseñanzas, estás aquí en mi barca, y creo que si estás Tú, todo puede pasar. Esta vez ya no lo hago con mis fuerzas, por mi cuenta, ahora va por tu cuenta. Tú me mandas, yo obedezco. Si sale mal, Tú serás responsable, pero si sale bien, fue por Tu Palabra». No es que Simón hubiera dicho todas estas cosas, pero es lo que yo creo que significan sus palabras, o bien, las que estaría diciendo yo.
Tomando fuerzas de la esperanza, Simón boga mar adentro y ocurre lo que no tendría que estar ocurriendo. La red se ha llenado de peces y es necesario llamar a otros que están cerca. Sin duda el momento debió ser emocionante, sorprendente. Lo que sería una derrota, de súbito se transforma en una gran aventura que encierra victoria, milagro, asombro. Jesús se da a conocer ante estos pescadores de forma extraordinaria, y les cambia la vida.
¿Acaso has estado pescando toda la noche y tus redes están vacías? ¿Te han dicho que tu tiempo ya pasó? ¿Estudios, familia, proyectos, sueños, anhelos, cambios; crees que ya no van a pasar en tu vida? Pues así como lo hizo aquella mañana, así mismo lo puede hacer hoy Jesús. ¿Lo crees?
No le hablo a quienes apenas y lo han intentado, a ellos solo puedo decirles que se esfuercen de verdad. Tampoco a los que no tienen un propósito de vida, ya que si ni siquiera saben lo que quieren, tampoco lo han salido a buscar. Pero tú sabes lo que quieres, y has estado trabajando y esforzándote para alcanzarlo. Y si no lo has logrado, y aparentemente el tiempo se te ha pasado, y no hay más oportunidades para ti, entonces te sugiero que dejes que Jesús suba a tu barca, escucha lo que Él tiene para decirte por medio de Su Palabra (La Biblia), y atrévete a intentarlo una vez más, pero esta vez confiando, no en tus posibilidades, ni en tus habilidades, sino en Él.
Admito que es necesario diferenciar entre la obstinación y el propósito. Simón no habría ido en la dirección del lugar del milagro si Jesús no le hubiera dicho. Hay cosas que perseguimos que no son la voluntad de Dios, y que si no las alcanzamos es realmente porque Dios nos está guardando de algo. Así que antes de retomar tu jornada de regreso al mar, debes saber si Jesús te envía a tirar la red ahí. De lo contrario, no digas después que Jesús te dijo.
En el correr de la vida sufrimos tantas desilusiones que en algún momento perdemos la esperanza. Especialmente cuando nos damos cuenta que el tiempo ya pasó. Pero el factor milagro no obedece a los patrones naturales, sino a la orden de Aquel que lo determina. Lo que va a pasar, pasará, aunque a los ojos de todos, ya no hayan posibilidades. Tu tarea y la mía es escuchar en qué dirección dirá Jesús que echemos la red, confiar en Él y seguir sus instrucciones.
Aunque parezca que ya no hay pesca hoy, y que regresarás a casa con las manos vacías, escucha la voz de Jesús, Él te dirá lo que debes hacer. Jesús sigue siendo Hacedor de milagros hoy. Deja que el Señor entre en tu barca, déjalo que te guíe, déjalo que te sorprenda.
¿Te animas a intentarlo otra vez hoy? Yo sí. Aquí voy otra vez, a bogar mar adentro, a tirar la red. Me preparo para una gran pesca, una pesca milagrosa, de todas las bendiciones sobrenaturales que Dios preparó para mi este año. Y no por mí, por lo que soy, o por lo que hago, sino por Él, por Su Palabra, por quién es Él.